Categoría: Editores

Schuman, Europa y el mundo de ayer

La Primera Guerra Mundial se cerró en falso. El Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, establecía no solo la asunción de la culpabilidad de Alemania en la Guerra, sino también el pago de unas elevadísimas reparaciones. Además, el Tratado –una auténtica “Paz cartaginesa”, en palabras de Keynes– estipulaba que la región alemana del Sarre sería administrada por la Sociedad de Naciones, quien cedió a Francia su explotación económica durante 15 años.

Pocos años después, el impago de reparaciones por parte de una república alemana de Weimar en plena hiperinflación fue respondido con una ocupación por tropas belgas y francesas de la región alemana del Ruhr entre 1923 y 1925. La sensación de humillación, unida a la crisis económica, generaron un caldo de cultivo óptimo para la llegada al poder de Hitler.

Lecciones de aquel verano

Hace justo diez años que empezó lo malo. Hasta aquel julio de 2007, las hipotecas subprime no habían pasado de ser la preocupación de moda en el mundillo financiero. No quitaban el sueño a casi nadie. Pero a raíz de la suspensión de los reembolsos de dos fondos de inversión de un banco francés en Estados Unidos, los mercados interbancarios sufrieron una abrupta dislocación, que paralizó el circuito de financiación sobre el que se venía apoyando la concesión de hipotecas de alto riesgo. Unas semanas más tarde, cayó la primera víctima de forma aparatosa, con la primera fuga de depósitos en un banco británico desde la época victoriana. Conviene rememorar aquellos tres primeros meses de la crisis y reflexionar sobre algunas de las lecciones que no deberíamos olvidar.

Contra el capitalismo clientelar: cómo recuperar la cordura

La crisis asiática de finales de los 90 dio origen al término de “crony capitalism”, entendido como el conjunto de ineficiencias en el sistema capitalista derivadas de la existencia de empresas compinchadas con los poderes públicos o beneficiarias de su amiguismo o nepotismo (muy frecuentes en los países del sudeste asiático). Fue traducido inicialmente al español como “capitalismo de amiguetes” (aunque el término “crony” también quiere decir “compinche”, es decir, compañero en asuntos poco lícitos). Posteriormente, como esta relación de dependencia entre administrado y sector público quedaba muy bien reflejada en el concepto de clientelismo (basado no en el término moderno de cliente, sino en el de la antigua Roma, cuando un individuo libre se ponía bajo la protección de un patrono de rango socioeconómico superior, a cambio de sumisión y servicios y lealtad incondicional) hizo que prevaleciera finalmente la traducción de “capitalismo clientelar”.

Bajo el seudónimo de Sansón Carrasco –el bachiller de El Quijote– los siete editores de “Hay Derecho” acaban de publicar un interesante libro, “Contra el capitalismo clientelar”, con el subtítulo “O por qué es más eficiente un mercado en el que se respeten las reglas de juego”, en el que se analizan con rigor los orígenes y efectos de este problema, con especial referencia a España.

ESBies: ¿la solución para el euro? (II)

Vamos a partir de dos premisas distintas a las que maneja la propuesta de los ESBies que analizamos en la primera parte de esta entrada. La primera es que el mercado de deuda pública es esencial para la estabilidad financiera y macroeconómica de un país. La segunda es que, tal y como funciona ahora el euro, los mercados de deuda pública pueden dislocarse sin remedio. Es lo que sucedió en pocas semanas a principios de 2010, cuando se desencadenó una dinámica que puso a la Unión Monetaria al borde de la desintegración. El problema de procurar una oferta suficiente de activos seguros se convierte, desde esta perspectiva, en el de evitar que se vuelva a producir una situación de la misma naturaleza.

Riqueza inmobiliaria, ciudades y desigualdad

Cuando David Ricardo leía “La riqueza de las naciones” de Adam Smith reparó en un párrafo que decía: “la renta de la tierra, considerada como el precio pagado por el uso de la tierra, es naturalmente un precio de monopolio. No está relacionada en absoluto con el desembolso del propietario para la mejora de la tierra, o con lo que éste puede permitirse aceptar, sino con lo que el agricultor puede permitirse ofrecer”.

Ricardo imaginó entonces una región extensa, como la del Nuevo Mundo, donde agricultores inmigrantes ocupaban las tierras fértiles que deseaban, sin pagar renta alguna por ellas. E imaginó después una segunda fase, en la que las mejores tierras ya habrían sido ocupadas, y en la que los inmigrantes tendrían que conformarse con ocupar y cultivar tierras menos fértiles. Si en ese momento el dueño de alguna de las tierras iniciales decidiera ceder su terreno para labrar, podría exigir como renta la diferencia entre la producción que se podía obtener en su tierra y la que se podría obtener en una de las tierras de segunda calidad.

Hoy los terrenos agrícolas no son tan importantes, pero el razonamiento se puede aplicar a los inmuebles urbanos y sus tres elementos más importantes: “location, location, location”. Y es que pocos bienes como los inmuebles urbanos vinculan tanto su precio a su ubicación y a la proximidad de otros bienes similares e infraestructuras disponibles.

ESBies: ¿la solución para el euro? (I)

El Documento de Reflexión de la Comisión Europea sobre el futuro del área euro publicado hace unos días plantea la creación de un activo sin riesgo como una de las medidas que habría que considerar más allá de 2019. La ausencia de una oferta suficiente de un activo financiero que sea muy líquido y que mantenga su valor durante las crisis se viene considerando de manera generalizada como una de las mayores debilidades del euro. Ha vuelto así a recibir atención la propuesta, elaborada hace unos años por un grupo de distinguidos economistas, de crear unos activos denominados European Safe Bonds (conocidos como ESBies).

El Estado social del futuro solo podrá ser europeo

El reciente surgimiento de los populismos a ambos lados del espectro político (y a ambas costas del Atlántico) refleja en cierta medida la crisis ideológica de las corrientes políticas del siglo XXI. Tras un fin de siglo XX convulso que asistió a la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento de la URSS, la expansión económica de China y un fuerte impulso de la globalización espoleada por las tecnologías de la información y las comunicaciones, la primera década de este siglo no trajo un período de prosperidad, sino una gran recesión que ha puesto en evidencia las limitaciones del Estado-nación para mantener la estabilidad, el pleno empleo y el Estado del bienestar en un mundo globalizado. En los países del área euro, la renuncia adicional al tipo de cambio como herramienta de estabilización favoreció una crisis y un ajuste aún más duros, de los que aún se está recuperando.

¿Aceptará Alemania las propuestas de Macron?

Esta es la pregunta que nos hacemos desde el 7 de mayo todos aquellos que llevamos euros en el bolsillo. Para empezar a buscar pistas, conviene recordar que no es la primera vez que el nuevo presidente francés trata de alcanzar una entente con Alemania para reforzar la Unión Monetaria. En noviembre de 2014, siendo ministros de economía, Macron y Sigmar Gabriel hicieron público el informe Reformas, inversión y crecimiento: una agenda para Francia, Alemania y Europa, escrito por Henrik Enderlein, director del Delors Institute-Berlin y Jean Pisany-Ferry.

Globalización, cadena de valor y comercio de servicios

El desarrollo económico de un país suele llevar aparejada la transformación de su sistema productivo desde la agricultura a la industria, y desde esta a los servicios. Hoy en día más de dos tercios del PIB y del empleo de los países desarrollados es generado por el sector servicios. Sin embargo, curiosamente, cuando se piensa en el comercio mundial se sigue pensando más en términos de bienes que de servicios. El presidente Trump no está obsesionado con la balanza de bienes y servicios, sino con el déficit comercial bilateral con China, México o Canadá, y cuando muchos ciudadanos se imaginan un acuerdo comercial (NAFTA, TTIP, TPP) suelen identificarlo –aunque no sea así– con bienes, industrias y aranceles.

Alguien podría pensar que es una cuestión puramente cuantitativa: en 2016 el comercio mundial de servicios ascendió a 4,7 billones de dólares, mientras que las exportaciones de bienes ascendieron a 15,46 billones. Pero lo que no todo el mundo sabe es que tras estas cifras se esconde una realidad diferente, en la que los servicios tienen una importancia mucho mayor de la que reflejan las estadísticas.

Cuando los modelos macro te abandonan

En una conferencia de prensa en 2010, Trichet se lamentó de que los modelos macroeconómicos convencionales le habían abandonado durante la crisis. Greenspan ya había admitido dos años antes ante el Congreso que había encontrado un fallo en su modelo de la economía. Estas dos inusuales muestras de sinceridad por parte de dos banqueros centrales ortodoxos ejemplifican el desgarro que supuso la crisis para la macroeconomía. Lo que ocurrió fue lo más cercano a un experimento natural y la teoría convencional, materializada en estos modelos, simplemente falló.

La macroeconomía se encuentra desde entonces en estado de efervescencia crítica, con nuevas perspectivas de investigación y crecientes discusiones sobre el método.