Categoría: Editores

El fin de la teoría

Antes del verano salió a la luz “El fin de la teoría: Las crisis financieras, el fracaso de la Economía y el barrido de la interacción humana” un libro sobre economía escrito por un financiero. Richard Bookstaber es un veterano de la gestión de riesgos: vivió el hundimiento bursátil de 1987 en Morgan Stanley, la quiebra del Long Term Capital Management en Salomon Brothers y la crisis financiera global en la Oficina de Investigación Financiera creada en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. No se arruinó y ahora compagina su puesto de responsable de riesgos del fondo de la Universidad de California (que gestiona más de 60.000 millones de dólares) con la escritura de artículos académicos y de libros, en los que cuestiona la visión ortodoxa de la economía. Es por tanto un continuador de una saga muy distinguida de financieros metidos a economistas críticos, de la que son exponentes George Soros y Nassim Taleb.

El Premio Nobel de Economía que se arruinó en Bolsa

En 1997 la Academia sueca concedió el premio Nobel de Economía a Myron Scholes y Robert C. Merton por “un nuevo método para determinar el valor de los derivados”. Merton escribió que, antes de la teoría de la cartera, las finanzas eran “una colección de anécdotas, reglas de oro y manipulación de datos contables”. La teoría de la cartera –basada en los trabajos pioneros de otro premio nobel, Harry Markowitz– permitía “la evolución posterior de este popurrí conceptual a una teoría económica rigurosa”.

Merton y Scholes habían fundado tres años antes –junto con John Meriwether, antiguo vicepresidente de Salomon Brothers– un fondo de inversión libre de carácter especulativo, Long Term Capital Management o LTCM, con sede en Greenwich (Connecticut), que utilizaba estrategias de arbitraje combinadas con un elevado apalancamiento y que obtuvo elevados rendimientos en los primeros años. Todo el mundo les consideraba unos genios. Pero en 1998, a raíz de la crisis financiera rusa, sus modelos de riesgo se fueron al garete: el fondo perdió 4.600 millones de dólares en menos de cuatro meses, provocando la intervención de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el rescate por otras entidades financieras y el cierre a comienzos de 2000.

El mito de la generosidad centroeuropea

Desde el primer préstamo a Grecia en mayo de 2010, que derogó de facto la cláusula de no ayuda mutua del Tratado, caló en la opinión pública de los países centroeuropeos la idea de que ellos pagarían por los desmanes de los países rescatados. Aunque, claro, no se trataba solo de una añagaza de la prensa amarilla o una obsesión de los partidos de extrema derecha. La percepción de que, en la crisis del euro, los contribuyentes de los países virtuosos y prudentes han acarreado con el coste de financiar a los países con excesos de gasto público o de deuda privada sigue hasta hoy siendo parte central del debate político. Para muestra reciente, la de Dijsselbloem, quien tras subrayar la solidaridad del Norte, sostuvo que no era de recibo gastarse el dinero en mujeres y copas para luego pedir dinero al vecino. ¿Qué tal si hacemos unos numeritos para ver si tienen razón?

Schuman, Europa y el mundo de ayer

La Primera Guerra Mundial se cerró en falso. El Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, establecía no solo la asunción de la culpabilidad de Alemania en la Guerra, sino también el pago de unas elevadísimas reparaciones. Además, el Tratado –una auténtica “Paz cartaginesa”, en palabras de Keynes– estipulaba que la región alemana del Sarre sería administrada por la Sociedad de Naciones, quien cedió a Francia su explotación económica durante 15 años.

Pocos años después, el impago de reparaciones por parte de una república alemana de Weimar en plena hiperinflación fue respondido con una ocupación por tropas belgas y francesas de la región alemana del Ruhr entre 1923 y 1925. La sensación de humillación, unida a la crisis económica, generaron un caldo de cultivo óptimo para la llegada al poder de Hitler.

Lecciones de aquel verano

Hace justo diez años que empezó lo malo. Hasta aquel julio de 2007, las hipotecas subprime no habían pasado de ser la preocupación de moda en el mundillo financiero. No quitaban el sueño a casi nadie. Pero a raíz de la suspensión de los reembolsos de dos fondos de inversión de un banco francés en Estados Unidos, los mercados interbancarios sufrieron una abrupta dislocación, que paralizó el circuito de financiación sobre el que se venía apoyando la concesión de hipotecas de alto riesgo. Unas semanas más tarde, cayó la primera víctima de forma aparatosa, con la primera fuga de depósitos en un banco británico desde la época victoriana. Conviene rememorar aquellos tres primeros meses de la crisis y reflexionar sobre algunas de las lecciones que no deberíamos olvidar.

Contra el capitalismo clientelar: cómo recuperar la cordura

La crisis asiática de finales de los 90 dio origen al término de “crony capitalism”, entendido como el conjunto de ineficiencias en el sistema capitalista derivadas de la existencia de empresas compinchadas con los poderes públicos o beneficiarias de su amiguismo o nepotismo (muy frecuentes en los países del sudeste asiático). Fue traducido inicialmente al español como “capitalismo de amiguetes” (aunque el término “crony” también quiere decir “compinche”, es decir, compañero en asuntos poco lícitos). Posteriormente, como esta relación de dependencia entre administrado y sector público quedaba muy bien reflejada en el concepto de clientelismo (basado no en el término moderno de cliente, sino en el de la antigua Roma, cuando un individuo libre se ponía bajo la protección de un patrono de rango socioeconómico superior, a cambio de sumisión y servicios y lealtad incondicional) hizo que prevaleciera finalmente la traducción de “capitalismo clientelar”.

Bajo el seudónimo de Sansón Carrasco –el bachiller de El Quijote– los siete editores de “Hay Derecho” acaban de publicar un interesante libro, “Contra el capitalismo clientelar”, con el subtítulo “O por qué es más eficiente un mercado en el que se respeten las reglas de juego”, en el que se analizan con rigor los orígenes y efectos de este problema, con especial referencia a España.

ESBies: ¿la solución para el euro? (II)

Vamos a partir de dos premisas distintas a las que maneja la propuesta de los ESBies que analizamos en la primera parte de esta entrada. La primera es que el mercado de deuda pública es esencial para la estabilidad financiera y macroeconómica de un país. La segunda es que, tal y como funciona ahora el euro, los mercados de deuda pública pueden dislocarse sin remedio. Es lo que sucedió en pocas semanas a principios de 2010, cuando se desencadenó una dinámica que puso a la Unión Monetaria al borde de la desintegración. El problema de procurar una oferta suficiente de activos seguros se convierte, desde esta perspectiva, en el de evitar que se vuelva a producir una situación de la misma naturaleza.

Riqueza inmobiliaria, ciudades y desigualdad

Cuando David Ricardo leía “La riqueza de las naciones” de Adam Smith reparó en un párrafo que decía: “la renta de la tierra, considerada como el precio pagado por el uso de la tierra, es naturalmente un precio de monopolio. No está relacionada en absoluto con el desembolso del propietario para la mejora de la tierra, o con lo que éste puede permitirse aceptar, sino con lo que el agricultor puede permitirse ofrecer”.

Ricardo imaginó entonces una región extensa, como la del Nuevo Mundo, donde agricultores inmigrantes ocupaban las tierras fértiles que deseaban, sin pagar renta alguna por ellas. E imaginó después una segunda fase, en la que las mejores tierras ya habrían sido ocupadas, y en la que los inmigrantes tendrían que conformarse con ocupar y cultivar tierras menos fértiles. Si en ese momento el dueño de alguna de las tierras iniciales decidiera ceder su terreno para labrar, podría exigir como renta la diferencia entre la producción que se podía obtener en su tierra y la que se podría obtener en una de las tierras de segunda calidad.

Hoy los terrenos agrícolas no son tan importantes, pero el razonamiento se puede aplicar a los inmuebles urbanos y sus tres elementos más importantes: “location, location, location”. Y es que pocos bienes como los inmuebles urbanos vinculan tanto su precio a su ubicación y a la proximidad de otros bienes similares e infraestructuras disponibles.

ESBies: ¿la solución para el euro? (I)

El Documento de Reflexión de la Comisión Europea sobre el futuro del área euro publicado hace unos días plantea la creación de un activo sin riesgo como una de las medidas que habría que considerar más allá de 2019. La ausencia de una oferta suficiente de un activo financiero que sea muy líquido y que mantenga su valor durante las crisis se viene considerando de manera generalizada como una de las mayores debilidades del euro. Ha vuelto así a recibir atención la propuesta, elaborada hace unos años por un grupo de distinguidos economistas, de crear unos activos denominados European Safe Bonds (conocidos como ESBies).

El Estado social del futuro solo podrá ser europeo

El reciente surgimiento de los populismos a ambos lados del espectro político (y a ambas costas del Atlántico) refleja en cierta medida la crisis ideológica de las corrientes políticas del siglo XXI. Tras un fin de siglo XX convulso que asistió a la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento de la URSS, la expansión económica de China y un fuerte impulso de la globalización espoleada por las tecnologías de la información y las comunicaciones, la primera década de este siglo no trajo un período de prosperidad, sino una gran recesión que ha puesto en evidencia las limitaciones del Estado-nación para mantener la estabilidad, el pleno empleo y el Estado del bienestar en un mundo globalizado. En los países del área euro, la renuncia adicional al tipo de cambio como herramienta de estabilización favoreció una crisis y un ajuste aún más duros, de los que aún se está recuperando.