El Banco Mundial ha vuelto a la actualidad reciente por la inesperada dimisión de su presidente, David Malpass (que dejará su cargo en junio 2023) y por la nominación por Estados Unidos de Ajay Banga para sucederle en el puesto. Pero no sólo por eso: desde hace unos años, la comunidad internacional viene pidiendo a los bancos multilaterales de desarrollo que incrementen significativamente sus inversiones en sostenibilidad y que apoyen a los países en su lucha contra el cambio climático. La última vez, en noviembre de 2022, durante la COP27 (la Conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático) de Sharm el-Sheikh.
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No es la amenaza de China, es la ausencia de Estado de Bienestar
Se está generalizando entre las personas de orientación política demócrata en Estados Unidos la idea de que la globalización ha provocado tal pérdida de seguridad de la clase media del país que ha empujado a esta clase media a radicalizarse políticamente, votando no ya al partido republicano, sino una versión de los republicanos que es, en la práctica, antisistema. Trump habrá dejado de ser presidente de momento, pero no solo puede que lo vuelva a ser, sino que hay una larga fila de republicanos “anti” que pueden tomar el relevo y volver a ganar unas elecciones. Y entonces no va a haber una pandemia que desaloje al inquilino de la Casa Blanca antes de que rompa muchas cosas, sino que podría durar más tiempo y romper más.
El futuro de las cadenas de valor globales
La historia de la globalización es una historia de cambios tecnológicos que se extienden por el mundo asociados a movimientos en la estructura del empleo. La revolución tecnológica más antigua, la del neolítico de hace diez milenios, convirtió a los cazadores en agricultores, pero su expansión internacional fue muy lenta; las revoluciones industriales del XVIII y el XIX, por su parte, desplazaron gran parte del empleo agrícola a la industria, llevando a un fuerte crecimiento del comercio a partir de mediados del XIX.
Seis lecciones de las vacunas sobre la globalización
En el libro quinto de La Riqueza de las Naciones Adam Smith reconocía que la “mano invisible” del mercado no siempre maximiza el bienestar social, porque hay situaciones en las que los precios del mercado no incorporan los beneficios y costes sociales. Es el caso de los bienes públicos, cuya oferta sería insuficiente si sólo dependiera de su provisión privada. Smith incluía en esta lista la defensa, la administración de justicia, las carreteras y comunicaciones y las instituciones educativas. Si viviera hoy seguramente incluiría, además del dinero fiduciario y la estabilidad financiera, la seguridad sanitaria. Un bien público global imprescindible para este complicado siglo XXI.
Globalización 4.0: Eficiencia energética y emisiones de CO2
En las últimas décadas, el mundo ha asistido a un proceso de globalización progresiva, que se aceleró a partir del año 2000 con la irrupción de China y de otros emergentes en la nueva configuración de las cadenas de valor en la producción global de mercancías y servicios. Esta larga etapa de integración económica mundial, denominada “globalización 3.0”, ha permitido una reducción importante de la pobreza en el planeta. Sin embargo, el avance señalado se ha visto acompañado de un deterioro acelerado del medio ambiente y de un aumento de la desigualdad económica.
Durante la cumbre de Davos del Foro Económico Mundial de enero de 2019, las ponencias se enfocaron en la “globalización 4.0. Con esta expresión, el presidente del Foro, Klaus Schwab, se refería a una globalización que preserve los elementos positivos de la “globalización 3.0”, pero sin los inconvenientes citados. Entre las estrategias disponibles, se encuentra la rápida expansión universal de las tecnologías digitales, que determinarán un intercambio diferente entre países y organizaciones, basado en la conectividad digital y el flujo de ideas y servicios.
¿Debe preocuparnos la automatización?
La conversación económica de este otoño sigue marcada por la evaluación de los daños de la guerra comercial y la Brexitología. Pero hay otros debates que tratan de arrojar luz sobre la naturaleza e implicaciones normativas de las transformaciones que nos afectarán, más allá de las veleidades de repliegue nacional actuales. Una de las cuestiones más trascendentes es el impacto del cambio tecnológico de la robótica y la inteligencia artificial (IA) sobre el empleo, los salarios según el nivel de la cualificación y la desigualdad. A finales de septiembre se celebró en Toronto una conferencia del National Bureau of Economic Research (NBER) sobre Economía de la IA. Unos días antes, el Grupo de Trabajo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) sobre el Trabajo del Futuro publicó un informe con los resultados preliminares de su investigación. Se trata de un buen avance de cuál es el marco de análisis y la evidencia en este estadio preliminar del proceso.
La tiranía de la unanimidad fiscal en Europa
Hay palabras que evocan connotaciones positivas, como democracia o consenso. Pero, precisamente por ese motivo, en ocasiones se utilizan de forma tramposa. En nombre de la democracia los independentistas del parlamento catalán intentaron derogar de facto por mayoría simple un Estatut cuya mera modificación requería mayoría reforzada. En nombre de la democracia se dejó que la mayoría simple de los británicos –apenas un 52% de los votantes del referéndum del Brexit– decidiera sobre el futuro de muchas generaciones. A veces la mayoría simple es la forma más evidente de tiranía de la mayoría –como bien sabían Edmund Burke, James Madison o Thomas Jefferson–, y la mayoría cualificada la mejor forma de respetar la voluntad del pueblo y evitar al tiempo que decisiones trascendentales se tomen a la ligera. Como en Medicina, primum non nocere: ante la duda, no causar daño.
Ni el empleo ni el futuro serán lo que eran
Tres son las virtudes más importantes en la enseñanza de la Economía: el rigor, la claridad y la humildad. El rigor, porque sin datos o con datos sesgados no hay enseñanza, sino adoctrinamiento; la claridad, porque, como decía Richard Feynman, quien no sabe explicar algo en términos sencillos es porque verdaderamente no lo ha entendido; y la humildad, porque es imprescindible en una ciencia social no experimental, y porque el que sabe mucho de algo no necesita estar continuamente demostrándolo. Combinar las tres virtudes es raro, y al que no le falla el rigor, o es demasiado oscuro o le suele perder la soberbia.
Manuel Alejandro Hidalgo es, sin embargo, una excepción: este profesor de la Universidad Pablo de Olavide es respetado en el mundo académico, es un gran divulgador en prensa y en Twitter, y es muy apreciado por su accesibilidad, su generosidad y su falta de arrogancia. Por eso su primer libro, El empleo del futuro: Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral (Deusto, 2018), que trata además uno de los temas económicos de mayor actualidad y relevancia, ha sido recibido con entusiasmo.
Los perdedores de la globalización y el riesgo político
Si los guiones de cine estuvieran en manos de economistas, las películas serían bastante raras: tendrían un elaborado principio e inmediatamente después un desenlace, y solo a posteriori, después de los títulos de crédito, se explicaría con detalle el argumento. El motivo es que los economistas, a la hora de analizar los efectos de cambios estructurales –como el comercio, la tecnología, o la integración o desintegración económica–, tienden a centrarse en la comparación de las situaciones inicial y final: el antes y el después. Sin embargo, es precisamente en la dinámica de la transición de un punto a otro cuando una película se arruina o se convierte en una obra maestra.
Bob Dylan y el viejo proteccionismo
Muchas de las canciones de Bob Dylan hablan del efecto del paso del tiempo sobre nuestra forma de ver las cosas. Una de ellas, My Back Pages –que podríamos traducir como “las páginas que he pasado”– refleja cómo cuestiones que en la adolescencia o juventud se percibían como blanco o negro se matizan con el tiempo en muchos tonos de gris. Las cosas siguen siendo las mismas: los que no somos los mismos somos nosotros, que hemos cambiado porque hemos adquirido experiencia y conocimiento para juzgar con mayor perspectiva.
En Economía pasa lo mismo: a veces se plantean medidas que hace décadas se veían lógicas pero que ahora, con un mundo y unos procesos productivos totalmente distintos, han perdido todo su sentido: son páginas ya pasadas, medidas del siglo XX aplicadas en el siglo XXI y que ahora están llenas de tonalidades grises.