No es la amenaza de China, es la ausencia de Estado de Bienestar

Se está generalizando entre las personas de orientación política demócrata en Estados Unidos la idea de que la globalización ha provocado tal pérdida de seguridad de la clase media del país que ha empujado a esta clase media a radicalizarse políticamente, votando no ya al partido republicano, sino una versión de los republicanos que es, en la práctica, antisistema. Trump habrá dejado de ser presidente de momento, pero no solo puede que lo vuelva a ser, sino que hay una larga fila de republicanos “anti” que pueden tomar el relevo y volver a ganar unas elecciones. Y entonces no va a haber una pandemia que desaloje al inquilino de la Casa Blanca antes de que rompa muchas cosas, sino que podría durar más tiempo y romper más.

La respuesta demócrata es cortar por lo sano: será que la globalización es culpable de la inseguridad económica de la clase media, y, parecen decir al resto del mundo, si no queréis tener a un antisistema en la Casa Blanca, mejor acabar con la globalización. El proteccionismo es intenso ya en todos los sectores de la economía americana y se refleja en la ruptura de normas del comercio internacional de bienes y la aparición de nuevas barreras adicionales en el de servicios, el incumplimiento de las reglas del sistema multilateral, cuya construcción después de la Segunda Guerra Mundial apadrinó el propio Estados Unidos, y la política industrial de marcado carácter antagónico con otras potencias económicas. En definitiva, el final del mundo de las relaciones económicas internacionales tal como lo conocíamos.

La respuesta europea es de incredulidad y enfado. Pero cuando se enfrentan al argumento de que erigir nuevas barreras es, en el fondo, por nuestro bien, para evitar el mal mayor de que llegue un antisistema en la Casa Blanca, la respuesta es de comprensión; demasiada comprensión.

A esta deriva se añade la percepción de la sociedad americana (de personas de toda orientación política) de que el auge de China es una amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos más peligrosa de lo que fue la Unión Soviética. Es difícil desentrañar hasta qué punto el enfrentamiento con China proviene de una legítima preocupación defensiva y hasta qué punto es una preocupación por la competencia económica y la incertidumbre asociada a la competencia. Probablemente ambas están ligadas en último término, en la rivalidad en la carrera tecnológica. Pero el resultado es el mismo: concluyen que hay que reducir la interdependencia económica con China, interdependencia que es el epítome de la globalización para la sociedad americana. Sobre todo, esta reducción requiere reconducir las cadenas de suministro para que no pasen por China. Como colofón neoproteccionista que poco tiene que ver con la seguridad militar, el presidente demócrata de Estados Unidos, Joe Biden, afirmó recientemente que las cadenas de valor tienen que empezar y terminar en el país.

¿Tiene que ser así? La apertura económica genera ganadores y perdedores; vaya un descubrimiento. También los generan los saltos tecnológicos (incluso más). Pero la apertura económica y la mejora tecnológica aumentan la renta y los nuevos recursos se pueden repartir para proteger a los perdedores (la cuestión es si se reparte esa renta y se protege a los perdedores o no). Que Estados Unidos no sea capaz de ponerse de acuerdo internamente para establecer sistemas de protección social potentes es cosa distinta. Está tan arraigado en el ADN del país el mito del “winner” y el “loser” como resultado del esfuerzo personal que no hay suficientes votantes que se imaginen circunstancias en las que les interesaría que existiera un sistema de protección acorde con el alto nivel de renta del país para contingencias en las que pueden hallarse sin querer: enfermedad, vejez, pobreza, golpes de mala suerte, como que la fábrica que te proporcionaba empleo quiebre por la competencia. Con estos mimbres, lo sorprendente es que Estados Unidos haya apadrinado tan intensamente la globalización hasta hace poco.

Pero, como dice Martin Sandbu en The economics of belonging, la respuesta a la inseguridad económica no debería ser erigir barreras contra la globalización, sino construir un sistema de protección contra esa inseguridad. Además, todo cambio genera ganadores y perdedores, también una reversión hacia el cierre o fragmentación económica. Y en el caso de la fragmentación económica, el cambio no generará un incremento de recursos como para compensar a los perdedores.

A la Unión Europea le preocupa la amenaza de Rusia para su seguridad en términos militares, pero no la inseguridad económica asociada en mayor o menor medida a la globalización, porque sus países tienen sistemas de protección social. Por ello, está embarcada con Estados Unidos en el enfrentamiento con Rusia, pero no desea ser empujada a una política de bloques respecto a China, y hace bien. No debe ejercer de amplificador de la sino-obsesión estadounidense, que, al menos en parte, surge de una cuestión estrictamente interna y de política nacional: la incapacidad para generar un sistema de protección social que vacune a los ciudadanos contra la radicalización política como respuesta a la inseguridad económica que genera la globalización.

 

2 comentarios a “No es la amenaza de China, es la ausencia de Estado de Bienestar

  1. Emilio Crespo
    27/02/2023 de 22:29

    Recomiendo vivamente este artículo.

  2. copitodenieve
    28/02/2023 de 09:59

    «la incapacidad para generar un sistema de protección social que vacune a los ciudadanos contra la radicalización política como respuesta a la inseguridad económica que genera la globalización».
    Este párrafo resume la causa del desasosiego ciudadano y la necesidad decponer coto a un sistema económico perverso como es el neoliberalismo imperante para,mayor gloria de las élites económicas y que como apuntó Umberto Eco nos planta en una nueva Edad Media.

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