Categoría: Editores

Bob Dylan y el viejo proteccionismo

Muchas de las canciones de Bob Dylan hablan del efecto del paso del tiempo sobre nuestra forma de ver las cosas. Una de ellas, My Back Pages –que podríamos traducir como “las páginas que he pasado”– refleja cómo cuestiones que en la adolescencia o juventud se percibían como blanco o negro se matizan con el tiempo en muchos tonos de gris. Las cosas siguen siendo las mismas: los que no somos los mismos somos nosotros, que hemos cambiado porque hemos adquirido experiencia y conocimiento para juzgar con mayor perspectiva.

En Economía pasa lo mismo: a veces se plantean medidas que hace décadas se veían lógicas pero que ahora, con un mundo y unos procesos productivos totalmente distintos, han perdido todo su sentido: son páginas ya pasadas, medidas del siglo XX aplicadas en el siglo XXI y que ahora están llenas de tonalidades grises.

La oportunidad de Meseberg

Todo empezó en el verano de 2008 cuando Hank Paulson pidió al Congreso americano con su voz grave que le dieran un bazooka para estabilizar las agencias hipotecarias. Desde entonces, se fijó la idea de que para acabar con una crisis financiera lo que se necesita es dinero, mucho dinero. Este enfoque, aplicado al área del euro, ha degenerado en un debate estéril sobre qué países pagan y qué países gastan, programas de rescate, supuestas transferencias de renta y otras zarandajas. A pocos días del Consejo Europeo que debe aprobar las medidas para que el euro se haga definitivamente grande, se aprecian indicios esperanzadores. La declaración franco-alemana de Meseberg queda lejos del gran impulso que pedimos muchos, pero abre la puerta a avances no desdeñables en la construcción de instituciones comunes para la unión monetaria.

Hitchcock y el guion de la política económica

En “El cine según Hitchcock”, un apasionante libro que recoge un larga conversación entre dos genios cinematográficos, François Truffaut y Alfred Hitchcock, el director francés le preguntó al maestro del suspense por las claves para conseguir un guion perfecto. Hitchcock optó por responderle con una historia: le contó que durante muchas noches había soñado con guiones formidables que era incapaz de recordar al despertar la mañana siguiente, hasta que un día decidió dormir con papel y lápiz en su mesilla de noche, listo para anotar cualquier idea que le viniese en sueños. Y ocurrió que una madrugada se despertó inspirado, hizo varias anotaciones rápidas y volvió a dormirse. Al amanecer, nada más despertar, miró emocionado sus notas esperando encontrar el gran argumento soñado, y comprobó que se limitaba a una escueta frase: “Chico conoce chica”.

Cuatrocientas mil razones al día

La voluntad de los padres de mejorar las condiciones de vida de sus hijos es una de las fuerzas motrices del progreso humano. Las posibilidades de lograrlo se ven frustradas en muchas ocasiones por el peso de la lotería del nacimiento. A pesar de la determinación de las personas más desfavorecidas para mejorar su suerte, gran parte de las oportunidades de cada niño y niña que viene al mundo para crecer sano y realizarse como persona están condicionadas por el número que les depare el bombo: quiénes son sus padres, qué nivel educativo y de renta tienen, dónde viven… La interrelación de estas dos cuestiones se plasma en el concepto de movilidad social, que pretende ofrecer una visión dinámica de la evolución económica de cada generación. El Banco Mundial publicó hace unas semanas un ambicioso trabajo sobre la movilidad social en el mundo en las últimas décadas, que pretende investigar el patrón global que ha seguido y las políticas necesarias para alimentarla.

Por qué las guerras comerciales no pueden ganarse

Todo el que sabe de Historia o ha vivido una guerra –militar o comercial– conoce los costes de un conflicto. George Marshall, jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense durante la II Guerra Mundial y primer militar en recibir el premio Nobel de la Paz, solía decir que “la mejor forma de ganar una guerra es evitándola”, es decir, fomentando la cooperación y las relaciones comerciales entre los países.

Quizás por eso Trump, que no sabe de Historia ni fue nunca a la guerra –se libró por los pelos de ir a Vietnam– habla a la ligera de un conflicto bélico con Irán o con Corea del Norte y se embarca en guerras comerciales de pésimo pronóstico. Al grito tuitero de “Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, ha impuesto aranceles sobre el acero y el aluminio a sus aliados tradicionales, la UE y Canadá, y ha iniciado una peligrosa e inevitable espiral de represalias comerciales.

«Full Monty» para las Islas Caimán

La rebelión de un pequeño grupo de diputados Tories ha obligado al gobierno de Theresa May a apoyar una enmienda legislativa que pretende meter en vereda a los paraísos fiscales que son territorios de ultramar de la Corona. Les conmina a crear un registro público de titulares beneficiarios de las sociedades y otras entidades constituidas en dichos territorios; si no lo hacen antes del 1 de enero de 2020, el Reino Unido adoptará una medida coercitiva para forzarles a crearlo. Entre los afectados estarían las Islas Caimán, uno de los mayores centros financieros off-shore del mundo (especializados en prestar servicios a no residentes).

El grifo del dólar empieza a cerrarse

La rentabilidad de los bonos del Tesoro americano a diez años ha superado en los últimos días el 3,10%. Es el nivel más alto desde hace siete años. En el verano de 2016 cayó por debajo del 1,5%. En estos dos años, la deuda pública de Estados Unidos se ha abaratado, su precio ha caído, resultando más rentable para los potenciales compradores. A quien haya seguido el debate sobre el estancamiento secular, no le extrañará que esta subida pueda llegar a ser saludable; un síntoma de que estamos dejando definitivamente atrás las rémoras de la crisis. Pero atención, los recuerdos de episodios pasados similares son bastante oscuros: la crisis de la deuda externa a principios de los ochenta, el desplome de los mercados de renta fija en 1994 o el berrinche que sufrieron los emergentes hace justo cinco años cuando la Fed anunció una reducción gradual en sus compras de activos. La pregunta es ¿está preparada la economía mundial para vivir con tipos más altos?

IVA reducido y justicia distributiva

Cualquier medida económica debería ser eficaz, eficiente y justa. Eficaz, en el sentido de que consiga su objetivo; eficiente, en el sentido de que lo logre al menor coste posible en comparación con otras posibles medidas alternativas; y justa, en el sentido de que beneficie proporcionalmente más a los que más lo necesitan. Bajar el IVA es una medida que suele ser eficaz, pero no es eficiente, e incluso puede llegar a ser injusta.

El impuesto «Google»: una mala idea por una buena causa

La tecnología ha dejado obsoleto –entre otras muchas cosas– el sistema tributario internacional. En el viejo mundo analógico, la relación entre actividad internacional de una empresa y tributación estaba vinculada a un concepto físico, el del establecimiento permanente. ¿Pero qué ocurre en un mundo digital, donde la obtención de datos o los medios digitales ya no son auxiliares al negocio, sino el propio negocio? ¿Dónde se genera el valor –y por tanto el beneficio y la recaudación fiscal– de la publicidad de un producto alemán mostrada a través del algoritmo estadounidense de Google con servidores situados en Irlanda vista por un residente fiscal español de vacaciones en Francia?

Georgescu-Roegen, un gigante al que subirse

Paul Samuelson, uno de los economistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, dijo de él que era economista de economistas y académico de académicos. Además, retó a cualquier economista informado a permanecer complaciente después de meditar sobre su ensayo Economía Analítica (1966). Muchos años antes de la economía del donut, Nicholas Georgescu-Roegen (G-R) llamó la atención sobre las bases biológicas del proceso económico y la necesidad de tomar en cuenta el uso cada vez más intensivo de recursos naturales finitos y el efecto de los residuos generados durante la producción. Su obra es una mina de ideas para los economistas; sin embargo, sigue siendo una figura marginal, sobre la que difícilmente oirá hablar un estudiante de la disciplina durante sus años de carrera.