Autor: Enrique Feás

El impuesto «Google»: una mala idea por una buena causa

La tecnología ha dejado obsoleto –entre otras muchas cosas– el sistema tributario internacional. En el viejo mundo analógico, la relación entre actividad internacional de una empresa y tributación estaba vinculada a un concepto físico, el del establecimiento permanente. ¿Pero qué ocurre en un mundo digital, donde la obtención de datos o los medios digitales ya no son auxiliares al negocio, sino el propio negocio? ¿Dónde se genera el valor –y por tanto el beneficio y la recaudación fiscal– de la publicidad de un producto alemán mostrada a través del algoritmo estadounidense de Google con servidores situados en Irlanda vista por un residente fiscal español de vacaciones en Francia?

Inteligencia, dame el sesgo exacto de las preguntas

En 1981 los psicólogos Kahneman y Tversky seleccionaron a dos grupos y les plantearon el siguiente problema: “imaginen que Estados Unidos se está preparando para un brote de una rara enfermedad asiática que se espera que mate a 600 personas, y que se han propuesto dos programas alternativos para combatirla”. A partir de esta premisa, a un primer grupo se le dio a elegir entre el Programa A, con el que se salvarían 200 personas, y el B, con el que habría 1/3 de probabilidades de salvar a 600 personas y 2/3 de que no se salvara nadie. Al segundo grupo se le planteó la disyuntiva entre el programa C, con el que morirían 400 personas, y el D, con el que habría 1/3 de probabilidades de que no muriera nadie y 2/3 de que murieran 600 personas.

El comercio moderno y la devaluación devaluada

El presidente de Estados Unidos Harry Truman dijo una vez que quería solo economistas mancos, porque todos los que tenía le decían siempre “on the one hand” (por un lado) y “on the other hand” (por otro). Si aún viviera se daría cuenta de que la economía moderna, cada vez más integrada a nivel mundial, tiene cada vez menos economistas mancos, y los que lo son es porque generalmente se resisten a considerar las derivadas cada vez más complejas de cada medida de política económica.

Esta complejidad se manifiesta especialmente en el ámbito del comercio internacional y sus precios relativos.

Machado, los sesgos cognitivos y el soberanismo

Pocos días después de la muerte de Antonio Machado el 22 de febrero de 1939, su hermano José encontró en un bolsillo del viejo gabán del poeta un papel con tres anotaciones que reflejan muy bien la forma sesgada que tiene el ser humano de ver e interpretar el pasado. Entonces nadie hablaba aún de los sesgos cognitivos –es decir, de los fallos de nuestra mente que nos llevan a alterar la percepción de la realidad y nos alejan del perfecto ser racional que nunca fuimos–, pero ya se sabe que, como decía Robert Graves, los verdaderos poetas poseen una intuición especial.

Trump y la cortina de humo de acero

En la película de 1997 “La cortina de humo”, dirigida por Barry Levinson, se narra la historia de un presidente estadounidense que comete un delito y, ante la amenaza de que el escándalo le cueste las elecciones, contrata los servicios de un asesor (Robert de Niro) que, con la ayuda de un director de cine (Dustin Hoffman), escenifica una falsa guerra contra Albania para distraer a la opinión pública y cohesionarla en torno a su líder.

Del mismo modo, llama la atención la extraña llamada a la guerra comercial que ha iniciado el presidente estadounidense –usando, como siempre, la caja de resonancia de Twitter– en medio de una peligrosa investigación encabezada por el fiscal especial Mueller, que amenaza con poner en jaque su presidencia.

Theresa May y el Gato de Cheshire

En Alicia en el País de las Maravillas, un libro publicado en 1865 por el escritor y matemático inglés Charles Dodgson –más conocido por su seudónimo de Lewis Carroll– y que está lleno de juegos lógicos, hay un pasaje en el que Alicia se encuentra en una encrucijada con el gato de Cheshire y le pregunta qué camino debe tomar. El gato, sonriendo desde lo alto de un árbol, le responde: “eso depende en gran medida de adónde quieras llegar”.

Una conversación circular parecida fue la que mantuvieron recientemente Theresa May y Angela Merkel –según relató esta última en un encuentro discreto con periodistas durante el Foro de Davos–. Al parecer, cada vez que la canciller alemana le preguntaba qué quería, May se limitaba a responder “¿qué es lo que me ofreces?”, en un bucle infinito.

Bitcoin: un paso en falso en la dirección correcta

A mediados de los 70 Leonard Cohen se sentía vacío y no sabía qué hacer con su carrera. Recibió entonces la propuesta de uno de los grandes productores de entonces, Phil Spector –quien estaba entonces revolucionando el mundo discográfico con su famoso “muro del sonido”–, para hacer un disco a medias. Cohen, con muchas dudas y contra el criterio de su agente y de muchos de sus amigos, accedió. La grabación de Death of a Ladies’ Man (“La muerte de un mujeriego”) empezó bien, y dio lugar a varias canciones interesantes, pero terminó siendo una auténtica pesadilla. El extravagante e irascible Spector terminó llevándose las cintas a su casa para mezclar el disco a su gusto, impidiendo cualquier intervención del cantautor canadiense. El disco fue publicado en 1977, no recibió muy buenas críticas y defraudó a muchos de los seguidores de Cohen, que no entendieron cómo se había desviado tanto de su esencia.

Una cosa similar está ocurriendo con el bitcoin y otras criptomonedas: surgieron para cubrir un vacío, pero han terminado desviándose en exceso de lo que es la esencia del dinero, y por ello corren también el peligro de fracasar.

Romer, la economía y la diplomacia

Todo el mundo coincide en que Paul Romer, el economista americano pionero en las teorías del crecimiento endógeno, es un tipo brillante. Pero sus problemas como Economista Jefe del Banco Mundial, que han terminado por provocar su salida de la institución, demuestran que no siempre los tipos brillantes en el ámbito académico triunfan en ámbitos como el de la gestión o el de la política.

El Brexit y la Ley de la Gravedad

En 1687 el matemático inglés Isaac Newton publicó un libro en el que demostraba que los cuerpos celestes se atraían entre ellos con una fuerza que era tanto mayor cuanto mayor era su masa y menor la distancia que los separaba. La bautizó como Ley de la Gravedad y estuvo vigente muchos siglos, pero fallaba al explicar algunos fenómenos. Tuvo que ser otro genio como Einstein el que, ya entrado el siglo XX, demostrara que la gravedad no era realmente una fuerza intrínseca a los propios cuerpos, sino el efecto que la masa de estos producía en la curvatura del espacio-tiempo –al igual que una pesada bola de acero depositada en el centro de una red consigue hundirla y hace que otras bolas menores que se depositen después sobre esa misma red se precipiten hacia ella–.

California también es una nación

Recordaba Borges aquella provincia en la que no había pueblo que no fuera “idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto”. Si California, el estado más rico de Estados Unidos, quisiera independizarse, tendría que superar dos filtros: el de la propia Constitución de California y el de la Constitución de Estados Unidos.