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La cojera de la Unión Bancaria

Han pasado casi dos años desde que la Comisión Europea presentara su propuesta de reglamento para la creación gradual de un fondo de garantía de depósitos para el área euro. La idea era empezar con tres años de reaseguro parcial de los fondos nacionales por parte del fondo europeo para después instaurar una fase de co-aseguro de cuatro años con porcentajes crecientes hasta llegar al cien por cien. La negociación política de la propuesta en el Consejo ha embarrancado, dado que un grupo de países liderado por Alemania se opone a este enfoque. En su reciente Comunicación, la Comisión avanza algunas opciones para reducir la ambición del proyecto, tratando así de facilitar un acuerdo político en 2018.

ESBies: ¿la solución para el euro? (II)

Vamos a partir de dos premisas distintas a las que maneja la propuesta de los ESBies que analizamos en la primera parte de esta entrada. La primera es que el mercado de deuda pública es esencial para la estabilidad financiera y macroeconómica de un país. La segunda es que, tal y como funciona ahora el euro, los mercados de deuda pública pueden dislocarse sin remedio. Es lo que sucedió en pocas semanas a principios de 2010, cuando se desencadenó una dinámica que puso a la Unión Monetaria al borde de la desintegración. El problema de procurar una oferta suficiente de activos seguros se convierte, desde esta perspectiva, en el de evitar que se vuelva a producir una situación de la misma naturaleza.

ESBies: ¿la solución para el euro? (I)

El Documento de Reflexión de la Comisión Europea sobre el futuro del área euro publicado hace unos días plantea la creación de un activo sin riesgo como una de las medidas que habría que considerar más allá de 2019. La ausencia de una oferta suficiente de un activo financiero que sea muy líquido y que mantenga su valor durante las crisis se viene considerando de manera generalizada como una de las mayores debilidades del euro. Ha vuelto así a recibir atención la propuesta, elaborada hace unos años por un grupo de distinguidos economistas, de crear unos activos denominados European Safe Bonds (conocidos como ESBies).

Profundizar en la UEM: la Comisión se pone la venda antes de la herida

La semana pasada, la Comisión publicó su documento de reflexión sobre la profundización de la Unión Económica y Monetaria (UEM). El informe adopta el enfoque gradual que ya lanzó el Informe de los Cinco Presidentes en 2015 y destaca por el profuso uso del condicional y por la escasa concreción y ambición de las propuestas. Plantea los debates y propuestas ya conocidas, sin novedades y sin defender con claridad los escenarios de más integración. Sin perjuicio de que el equilibrio político actual de la UE no permite otro camino que el gradualismo (como ya se abordó en esta entrada), la Comisión no debe ser la institución que lo asuma de antemano. Al contrario, es la institución de lo común en Europa, y su papel debería ser el de abanderar las posiciones más ambiciosas que permitan completar la UEM y dejar que sea el debate político en el Parlamento y el Consejo los que determinen cuál debe ser el punto intermedio, especialmente en un documento de reflexión –el Libro Blanco (que veíamos aquí) era más acertado al plantear los escenarios políticos posibles, incluida la provocación de las distintas velocidades para a UE–. De otra forma, la Comisión está dando desde el inicio de la partida argumentos a las posiciones minimalistas, que se benefician de que el tablero de debate ya es más corto por el lado de la mayor integración.

El Estado social del futuro solo podrá ser europeo

El reciente surgimiento de los populismos a ambos lados del espectro político (y a ambas costas del Atlántico) refleja en cierta medida la crisis ideológica de las corrientes políticas del siglo XXI. Tras un fin de siglo XX convulso que asistió a la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento de la URSS, la expansión económica de China y un fuerte impulso de la globalización espoleada por las tecnologías de la información y las comunicaciones, la primera década de este siglo no trajo un período de prosperidad, sino una gran recesión que ha puesto en evidencia las limitaciones del Estado-nación para mantener la estabilidad, el pleno empleo y el Estado del bienestar en un mundo globalizado. En los países del área euro, la renuncia adicional al tipo de cambio como herramienta de estabilización favoreció una crisis y un ajuste aún más duros, de los que aún se está recuperando.