Invertir para transformar

Algo raro le sucede a la economía mundial. El síntoma más elocuente es la extensión de los tipos de interés negativos. En las últimas semanas, eso que parecía una broma para asustar a los ahorradores, el pagar por invertir, ha alcanzado nuevos mercados y plazos cada vez más largos. Más allá de la incertidumbre fabricada por la Casa Blanca, este nuevo hundimiento de los tipos de interés se interpreta como una señal de alerta respecto al crecimiento de la economía global. Y la atención se centra en los bancos centrales que, aleccionados por una década de políticas no convencionales, han reaccionado esta vez con rapidez y ya preparan nuevas salvas con sus escasas reservas de pólvora. No estamos sin embargo ante un giro coyuntural. Se multiplican los signos de que esta situación responde a cambios estructurales con cuyos efectos vamos a tener que lidiar durante años.

Cacao amargo, dulce chocolate

El pasado 5 de junio ocurría un hecho insólito en la historia del cacao: sus dos mayores productores, Ghana y Costa de Marfil se ponían de acuerdo para fijar un precio mínimo de venta para la campaña de 2020-2021. Y una semana más tarde, ocurría otro hecho que sorprendía a los responsables de esa acción: los comerciantes, los fabricantes y los transformadores de cacao aceptaban el precio propuesto de 2.600 dólares la tonelada, aunque pedían una reunión técnica el 3 de julio para discutir los detalles de su puesta en marcha.

Economía plateada

La cumbre del G20 del pasado 27-29 de junio en Osaka, ha quedado marcada por el reinicio de las negociaciones entre China y EEUU para resolver la guerra comercial y por la reafirmación del compromiso con el Acuerdo de Paris sobre cambio climático de todos los países, salvo EEUU, acentuándose su aislamiento en este terreno. La cumbre también ha reforzado el mensaje de los últimos años de un crecimiento que debe ser sostenible, inclusivo y que haga frente a las desigualdades. Un tema más novedoso, y que ha sido especialmente potenciado por la presidencia japonesa del G20 (cada presidencia intenta imponer un sello), ha sido el impulso a la consideración de los retos que para la economía mundial supone el envejecimiento de la población.

10 Downing Street, finales de julio

El flamante nuevo primer ministro se sentó en su mesa, ordenó mecánicamente los bolígrafos y varios papeles y se quedó un momento pensativo. Luego hizo venir al asesor para asuntos europeos.

–Buenos días, señor Primer Ministro. ¡Enhorabuena! Para mí es un honor…

–Gracias, gracias –le interrumpió, displicente–. Vamos directamente al grano. Siéntate aquí y cuéntame, ¿cómo va eso del brexit?

Navegar por mares nunca transitados

El nombre de este blog hace referencia a un momento de la Historia en que, agotada la efectividad de todas las recetas de política económica, el presidente Roosevelt tuvo la valentía de proponer y ejecutar un New Deal que consiguió sacar a EEUU de la Gran Depresión, beneficiando así indirectamente a la economía mundial.

Hace unos días se mostraba aquí el convencimiento de que la gestión de la actual situación económica requerirá políticas radicalmente nuevas. Vivimos tiempos sorprendentes, con tipos reales negativos en Europa y Japón con una inflación ausente, o un exceso de liquidez incapaz de canalizarse hacia proyectos de inversión rentables. La perspectiva de los avances tecnológicos (5G, vehículos no tripulados, blockchain, inteligencia artificial, Big Data) generan desasosiego, olvidando que, desde que controló el fuego, la Humanidad siempre ha conseguido que las mejoras tecnológicas aumenten su bienestar.

El embrión del presupuesto euro y la urgencia italiana

Los documentos acordados en el Eurogrupo y refrendados por el Consejo Europeo en su reunión del 21 de junio sobre la reforma del euro han sido saludados por un coro de lamentos. Aunque ha habido ministros que han hablado de una mini-revolución, la mayoría de economistas que siguen el tema se han lamentado del corto alcance de las medidas acordadas. No hay grandes novedades ni en las líneas básicas del Instrumento Presupuestario para la Convergencia y la Competitividad (BICC) ni en el borrador de acuerdo modificado para el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Algunos han llegado a concluir que, para este resultado, mejor no haberse molestado, sobre todo cuando los últimos acontecimientos confirman que la necesidad de una política fiscal del euro es acuciante. No es que disienta de esta interpretación, pero ofrecería otra: a corto plazo, la zona euro se la juega en Italia, no en el presupuesto.

Paraísos fiscales en la UE: un terreno de juego desequilibrado

Durante el debate de los cabezas de lista candidatos a la presidencia de la Comisión Europea, los moderadores les plantearon una pregunta interesante: “¿Qué países de la Unión Europea son paraísos fiscales y cómo se cambia su comportamiento para asegurar que Amazon pague los mismos impuestos que el librero de al lado?” Los candidatos no evadieron –nunca mejor dicho– la pregunta, pero no entraron en detalles, más allá de un brindis al sol (“Un paraíso fiscal es para mí donde se pagan los impuestos que corresponden”, dijo Vestager) y una propuesta de establecer un impuesto de sociedades mínimo del 18% (Timmermans). La respuesta, sin embargo, era clara: hay paraísos fiscales europeos (y no lo son necesariamente por su bajo tipo de gravamen); y no solo se puede conseguir que las empresas paguen lo que deben, sino que en ese empeño se juega la UE bastante de su credibilidad frente a los ciudadanos.