El líder del partido en el gobierno se arrojó sobre la silla de su despacho, agotado.
– ¡Qué difícil es aguantar cada día las miradas de los socios! Así no hay quien gobierne. ¡Es imposible controlar la situación cuando no te fías de quienes votan tus presupuestos!
– Tú los elegiste de compañeros de viaje –respondió el jefe de gabinete–. Ahora, aguanta las consecuencias. Necesitas sus votos para seguir.