La defensa del sistema de asignación de recursos por el mercado parte de una premisa fundamental: que hay múltiples agentes económicos que compran y venden y ninguno tiene capacidad de influir sobre el precio (que resulta entonces un buen indicador de la escasez relativa). La teoría, ya se sabe, es muy bonita, pero muchas veces las cosas no son así.
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Pandemia y poder de mercado
Uno de los riesgos de la recuperación económica post-pandemia es un mayor crecimiento en la tendencia previa a la crisis del aumento del poder de mercado de las grandes empresas. En la medida en que éstas tienen más medios para resistir a la crisis (mayores colchones y acceso a créditos), cabe esperar una mayor concentración de mercado en un contexto de probables quiebras de muchas pymes, con una menor capacidad de resistencia. Un excesivo poder de mercado puede generar desincentivos al dinamismo empresarial con costes en términos de crecimiento e innovación, lo que exige una adaptación de las políticas de competencia.
¿Barra libre de ayudas de Estado?
El pasado 2 de octubre la Comisión Europea envió a los Estados miembros una propuesta de prórroga hasta el 30 de junio de 2021 del Marco temporal de ayudas estatales adoptado en marzo de 2020 como consecuencia de la pandemia de COVID-19.
Este Marco temporal ha permitido una amplia relajación –casi una barra libre– de las ayudas de Estado que han dado lugar a casi 3 billones en apoyos de Estados miembros al sostenimiento de sus empresas, la mitad de ellos aprobados en Alemania. La Vicepresidenta de la Comisión Europea responsable de Competencia, Margrethe Vestager, ha dicho que la prórroga “se ajustará a las necesidades continuas de las empresas, protegiendo al mismo tiempo el mercado único”. Fácil de decir, no tanto de hacer.
Batallas justas en terrenos pantanosos
El Tribunal General de la Unión Europea acaba de anular la decisión de la Comisión que obligaba a Irlanda a reclamar a la empresa Apple 13.000 millones de euros en beneficios fiscales que se consideraban contrarios a la legislación comunitaria por constituir una ayuda de Estado distorsionadora de la competencia. Aunque la sentencia es recurrible ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (el Tribunal General actúa aquí como tribunal de primera instancia), esta resolución pone una vez más de manifiesto la dificultad que supone para el proyecto europeo intentar suplir la falta de ambición política con imaginación jurídica.
Ayudas de Estado en Europa: entre Escila y Caribdis
En el canto XII de La Odisea, la hechicera Circe le indica a Ulises cómo proseguir su viaje y le advierte de que deberá navegar entre el peligroso escollo en el que habita Escila, un terrible monstruo de doce pies y seis cabezas, y el mortal remolino de Caribdis, que engulle cualquier embarcación que se le acerca. Desde entonces la expresión “entre Escila y Caribdis” refleja la dolorosa elección entre dos situaciones igualmente peligrosas.
A la hora de salvar empresas consideradas viables a largo plazo –pero con riesgo de solvencia a corto por la crisis del coronavirus– mediante participaciones en el capital, muchos países se encuentran en la tesitura de tener que elegir entre el inyectar fondos públicos y convencer al sector privado para que lo haga. Es decir, navegar entre Escila y Caribdis.
Competencia y ‘campeones’ europeos
La comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, ha vetado la fusión de los dos gigantes europeos del sector ferroviario, la alemana Siemens y la francesa Alstom. La decisión ha sido fuertemente criticada por los gobiernos de Alemania y Francia, que han lanzado tres duros mensajes: que la decisión “es un error”, que “no ha tenido en cuenta la competencia china y los desafíos industriales europeos”, y que hace falta cambiar la legislación de competencia comunitaria para fomentar “campeones europeos” y que no vuelva a ocurrir.
Creo, sin embargo, que la decisión no es un error; que sí que ha tenido en cuenta la competencia china –sobre todo en el ámbito relevante, el europeo–; y que, efectivamente, hace falta cambiar la legislación de competencia, pero no tanto a nivel comunitario para crear “campeones europeos”, sino sobre todo a nivel internacional.
La política monetaria ante la incertidumbre y el poder de mercado
El simposio de Jackson Hole de finales de agosto marca el inicio del año laboral de los banqueros centrales. Como veíamos, el año pasado el tema central fue el fomento de una economía global dinámica, pero calibrando el impacto de la globalización, de manera que combinara tres objetivos: ser justa, segura y equitativa. Este año, ha estado marcado por dos ejes. Por un lado, la primera intervención en el simposio de Jerome Powell tras ser nombrado presidente de la FED el pasado mes de febrero. Powell ha resaltado que el nuevo marco para la política monetaria es el de la incertidumbre, lo que exige una estrategia de gradualidad y cautela en las intervenciones, sin perjuicio de acciones decisivas en situaciones de crisis extraordinaria. Por otro lado, el simposio se ha centrado sobre cómo el poder de mercado de las grandes empresas puede estar restando efectividad a la política monetaria al limitar su capacidad de transmisión al conjunto de la economía.
Plataformas tecnológicas: desregular tirando a mal
El inolvidable humorista Eugenio solía contar el chiste de la pitonisa que predecía para su clienta un marido “alto, guapo, rubio y generoso”, a lo que esta replicaba, emocionada: “¡Qué bien! ¿Y qué hago con el que tengo?”.
Del mismo modo, el proceso de liberalización en España de la actividad de plataformas tecnológicas como las de vehículos de turismo con conductor (como Uber o Cabify) o las de alquiler turístico (como AirBnB) ha sido de chiste: las autoridades han dejado que el crédulo consumidor se ilusione con un sector alto, guapo, rubio y tecnológico, pero han olvidado hacerse la pregunta relevante: ¿y qué hacemos con el sector tradicional que ya tenemos? Han combinado la valentía de liberalizar lo moderno con la cobardía de no desregular en paralelo lo anticuado. Y, en política económica, la cobardía de ayer es el problema de hoy.
¿Competición sin competencia?
– Hola, somos Los Ángeles Lakers.
– Hola. Aquí la NBA (Asociación nacional de baloncesto de EEUU).
– Hemos tenido una situación deportiva muy mala estos últimos años, pero somos históricamente uno de los mejores equipos de la competición, tenemos mucho dinero, nuestra ciudad nos va a recalificar los terrenos del antiguo estadio para venderlo a precio elevado y así tener aún más dinero. Vamos a fichar a los mejores jugadores de la liga y el año que viene volveremos a estar en las primeras posiciones.
– Imposible. Aquí tenemos unas normas. Hay un tope salarial para cada equipo, no podéis sobrepasarlo, y por tanto no podréis fichar a los mejores jugadores dado que son los que más cobran, y solo podéis tener 12 jugadores en el equipo.
La universidad como plataforma
Al leer el título alguno pensará que la entrada versa sobre la universidad como plataforma de lanzamiento de una carrera política. Pero no, vamos a hablar de teoría económica y de cómo el concepto de plataforma o “mercado de múltiples caras” se aplica a las universidades. Las plataformas y sus retos para la competencia ya se han explicado en este blog (con mucho detalle aquí y aquí). Aunque también se desprenden interesantes implicaciones para la regulación que pueden aplicar a posibles reformas para la universidad.