Ahora que se aproxima un otoño que se prevé caliente, al menos desde el punto de vista geopolítico, conviene hacer algunas reflexiones sobre la situación económica mundial.
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Y mientras, al otro extremo del mundo…
La guerra en Ucrania absorbe desde febrero toda la atención mediática, y con razón: es un drama humano y un conflicto de primer orden que afecta a la situación económica mundial por varias vías y multiplica la incertidumbre. Estados Unidos y Europa intentan ayudar a Ucrania mientras evalúan los costes de cortar el suministro energético (si no lo corta Rusia antes) y procuran controlar la elevada inflación sin provocar una peligrosa recesión. Y la escasez de trigo y fertilizantes amenaza con provocar una peligrosa escasez de alimentos. Todo un reto.
Todo lo que era sólido
El ser humano predice muy mal. Sus sesgos cognitivos le hacen otorgar mucho mayor peso a los eventos recientes que a los más lejanos, y tiende a creer que las situaciones son más estables de lo que son. Se confía, pero se equivoca: en el vertiginoso mundo actual, pocas cosas hay más ilusorias que una proyección lineal de cualquier variable.
Fondos europeos e inflación
El Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España no marcha a buen ritmo. De los casi 27.000 millones presupuestados para este año, se han comprometido poco más de la mitad y se ha ejecutado algo más de un tercio. Parte de la lentitud se debe a que, como señala la Comisión en su evaluación de los proyectos de presupuestos de los Estados miembros, España es el país que más ha recurrido a fondos europeos (en vez de nacionales) para financiar su recuperación, y la burocracia europea no tiene nada que envidiarle a la española. España sigue aumentando los recursos humanos dedicados al control mucho más que los dedicados a la ejecución, y eso no es bueno: nos falta transparencia y nos sobra papeleo.
Riesgos económicos por el lado de la oferta
Las preocupaciones económicas tienen un cierto carácter pendular. En los albores de la Economía, allá por finales del siglo XVIII, la cuestión era entender cómo se fijaban los precios, analizando los costes productivos (por entonces esencialmente laborales) o la relación entre el precio de la venta de los productos y su valor teórico asociado al factor trabajo, obviando componentes tecnológicos o de demanda.
Investigación sobre el impacto de la COVID-19
La conferencia anual de investigación económica del FMI, la conferencia Jacques Polak, se celebró en formato virtual, el pasado mes. Este año se ha centrado en dos grandes bloques de investigaciones: el impacto de la COVID-19 y el cambio climático, sin duda, respectivamente, el principal reto de corto plazo y de medio plazo al que se enfrenta la política económica. Los estudios sobre la COVID-19 están limitados por el escaso plazo de tiempo que ha transcurrido y apuntan a la necesidad de seguir desarrollando los resultados, pero ya apuntan a una serie de efectos relevantes en relación con la efectividad las políticas de apoyo a la economía, los efectos dispares de las cadenas de valor o las diferencias de comportamiento de los individuos, por género y edad, ante las políticas de confinamiento.
2021, el principio de la recuperación
El 9 de noviembre los mercados recibieron un chute de optimismo. El avance del escrutinio en Estados Unidos despejaba la incertidumbre sobre quién sería el próximo inquilino de la Casa Blanca. Y el anuncio de Pfizer y BioNtech marcaba la última fase de la carrera hacia la aprobación de las primeras vacunas, que podría producirse antes de que acabe el año. La tónica de aquel día se ha mantenido durante el mes de noviembre, con fuertes revalorizaciones de los activos de riesgo (acciones y deuda privada), que anticipan un año más propicio para la economía global. Mientras, la pandemia ha seguido golpeando en Europa, en Estados Unidos y en otros países como Japón; estas nuevas olas de infección no están teniendo las mismas consecuencias en términos de pérdida de actividad que las de la primavera. Pero sin duda van a hacer que el tramo final de 2020 sea más flojo de lo anticipado, lo que tenderá a moderar el rebote del PIB en 2021. El año volverá a ser anómalo y seguirá marcado por la pandemia; pero podemos estar bastante seguros de que será un año de recuperación, por comparación con este que termina.
EEUU: Como si fuera un mal augurio
El pasado 26 de febrero se publicó en este blog una entrada mía que trataba del ciclo expansivo que estaba experimentando la economía estadounidense, el más largo de su historia desde que se recopilan datos. Mencionaba que, una vez que parecía que la confrontación de Estados Unidos con China y otros países para redefinir el marco comercial se reducía con la firma del nuevo acuerdo comercial con Canadá y México y el acuerdo phase one alcanzado con el gigante asiático, mejoraban las perspectivas de crecimiento y que, con la pujante demanda del consumo nacional, la tasa de desempleo en mínimos de 50 años, subidas salariales y las excelentes perspectivas de consumidores y empresas, los EE.UU. no tendrían problema para continuar batiendo su record histórico de trimestres consecutivos sin entrar en recesión. No obstante, terminaba el texto mencionando la existencia de desequilibrios tales como la excesiva deuda corporativa o el elevado precio de los activos financieros que podrían potenciar los efectos negativos de una posible crisis futura. De repente, todo ha cambiado.
El momento dulce de la economía estadounidense
El pasado 30 de enero el US Bureau of Economic Analysis publicó la primera estimación del crecimiento del PIB de EE.UU. de 2019, confirmando que su economía continúa inmersa en el ciclo de expansión más largo desde que se tienen datos registrados, con 11 años encadenados sin entrar en recesión técnica, es decir, sin dos trimestres consecutivos con crecimiento económico negativo.
Retos económicos de la legislatura
Los últimos cuatro años en España han estado marcados por los avatares políticos. Cuatro elecciones generales, ascenso y caída de nuevos partidos y líderes políticos, quimeras y frustraciones a cuenta de Cataluña…En política económica, el balance de este período es muy pobre. El PIB ha crecido a una tasa media del 2,6%, se ha creado empleo a buen ritmo y se ha reducido la tasa de paro. Frente a este entorno favorable, los gobiernos sucesivos, en minoría y/o en funciones, no han conseguido impulsar cambios de calado. En casos como el de las pensiones, algunos aspectos de las reformas que se habían adoptado se han suprimido al evidenciarse como políticamente insostenibles. No se sabe cuánto durará la legislatura que ahora se abre; pero por el bien de todos, este período de abulia debería tocar a su fin. Si hay alguna certeza en este año que ahora empieza es que las políticas económicas son más necesarias que nunca.