Las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) han respondido de una manera rápida y sostenida en apoyo a los países de renta baja y media para hacer frente a la crisis sanitaria, social y económica generada por la COVID-19. Cabe destacar dos grandes ejes de actuaciones: por un lado, la prescripción y el apoyo a políticas macroeconómicas de sostenimiento de la actividad económica que aun hoy continúa, si bien con el matiz de la calibración y la necesidad de vigilar los mayores desequilibrios en términos de inflación y fuerte aumento de la deuda pública. Por otro, un firme apoyo financiero, que, si bien ha estado limitado por los recursos y los mandatos de las IFI, en muchos de sus componentes suponen récords históricos. Se resaltan a continuación algunos de los principales aspectos de la respuesta de las IFI desarrollados en Moreno (2022).
Respecto al diagnóstico y las prescripciones de política económica, giran en torno a tres ejes principales:
(i) La salud es economía. Si no se consigue superar la pandemia no se genera la confianza necesaria para que la economía pueda recuperarse, por tanto, el control de la pandemia es una condición necesaria para la recuperación económica; no hay disyuntiva entre salud y crecimiento. En este sentido, las IFIs apoyan de una manera clara todas las políticas sanitarias, incluyendo el confinamiento y la vacunación universal. En este ámbito, destaca la iniciativa sin precedentes de un nuevo grupo de trabajo conjunto de los líderes del Banco Mundial (GBM), FMI, Organización Mundial de la Salud, Organización Mundial del Comercio, para impulsar una política de vacunación y provisión de material médico global.
(ii) Sostener las economías hasta que se estabilice la recuperación. La necesidad de utilizar al máximo el espacio de política económica para hacer frente al problema sanitario, sostener las rentas y el tejido productivo durante la pandemia, y facilitar la recuperación. A medida que ha evolucionado la pandemia, este mensaje se ha traducido en políticas de apoyo calibradas y dirigidas a los más vulnerables, pero manteniendo el impulso y muy lejos de la reversión que se produjo tras la crisis financiera global a partir de 2010, cuando se empezó a abogar por la austeridad que acabó incidiendo en una segunda recesión en Europa.
Esta vez se ha aprendido la lección y se mantiene el mensaje de flexibilidad, si bien es cierto que con un creciente énfasis en hacer frente a los riesgos que se están acumulando, sobre todo, en términos de inflación, tensiones financieras y excesivo endeudamiento público. Por tanto, hay una llamada en paralelo a una salida gradual del impulso monetario y la reconstrucción de colchones fiscales. 2022 iba ser el año para empezar a centrarse en ajuste macroeconómico, una vez recuperados los niveles de producto y de empleo prepandemia, pero la guerra de Ucrania ha introducido un nuevo shock que dificulta aún más el trade-off entre sostener la economía a corto plazo y evitar la acumulación de riesgos. En efecto, la guerra está introduciendo una nueva desaceleración en el crecimiento global, pero también mayores presiones inflacionistas como consecuencia de las restricciones de oferta en los mercados de energía y alimentos.
Un paréntesis importante sobre la deuda: durante la pandemia, desde el G20 y las IFI se ha aliviado la deuda de los países de renta baja a través de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI, por sus siglas en inglés). A partir de 2022, el G20 y el Club de París han impulsado un nuevo marco, el denominado Common Framework, que será clave para tratar de articular de una manera ordenada los problemas de deuda de los países de renta baja.
(iii) Sostenibilidad. El marco de un crecimiento sostenible no es nuevo para las IFI y ya estaba establecido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde 2015. La pandemia ha acelerado la preocupación por estos objetivos y cabe destacar que el nuevo marco de supervisión del FMI, el CSR, aprobado en mayo de 2021, incorpora elementos como el cambio climático, la demografía o la desigualdad por su naturaleza macrocrítica. Se formaliza así la consideración por parte del FMI de los temas que tienen que ver con la sostenibilidad medioambiental y social, junto a los tradicionales de sostenibilidad fiscal, monetaria y financiera. En 2021, se ha avanzado mucho en la agenda de la lucha contra el cambio climático, que constituye el próximo gran reto existencial al que deben enfrentarse las IFI. En julio de 2021, el FMI ha aprobado su nuevo marco sobre cambio climático, que incluye una estrategia a tres años para abordar sistemáticamente temas de mitigación en los informes del Artículo IV, al menos para los 20 mayores emisores mundiales de gases de efecto invernadero (aunque de forma voluntaria). Por su parte, en junio de 2021, el GBM lanzó su nuevo Plan de Acción sobre el Cambio Climático 2021-2025 que supone alinear la financiación del GBM con los objetivos del Acuerdo de París.
En relación con la respuesta financiera de las IFIs, durante el primer año y medio de pandemia, el conjunto de las IFI ha facilitado recursos cercanos al medio billón de dólares, de los cuales, en torno a la mitad los ha aportado el FMI –incluyendo la parte de la nueva emisión de DEG que han recibido los países de renta media y baja. Son cantidades que palidecen si se comparan con las medidas adoptadas por las economías avanzadas, por ejemplo, con los 750 mm de dólares del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la UE, pero que son muy significativas si se tiene en cuenta el mandato y las restricciones presupuestarias de las IFI; de hecho, suponen un récord histórico en la mayoría de sus componentes y han estado bien dirigidas hacia los países de renta baja y media.
El primer informe conjunto de los Presidentes de los BMD sobre los ODS estima que, entre abril de 2020 y junio de 2021, su provisión financiera conjunta fue en torno a los 230 mm de dólares. Estas aportaciones incluyen la movilización de recursos adicionales, la reasignación de una parte de la cartera y la aceleración de los procedimientos de aprobación de programas para respaldar actividades prioritarias o la creación de nuevos tipos de programas ad hoc para financiar gastos de la COVID-19 –como el Fast Track Facility del GBM, la Crisis Recovery Facility del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura o el Fondo MIPYME del BID. La mayor parte de los prestamos los aporta el GBM, en torno a 157 mm, lo supone un aumento del 60 por ciento con respecto a los quince meses previos y su mayor respuesta histórica a una crisis –por ejemplo, tras la crisis financiera global, el GBM realizó préstamos por valor de 149 mm de dólares en un período de tres años de 2009 a 2011.
Por su parte, desde el inicio de la pandemia hasta septiembre de 2021, el FMI ha aprobado más de 120 programas para 90 países distintos por valor de 118,2 mm de dólares, y en agoto de 2021; Se trata de un esfuerzo similar al que realizó el FMI tras la crisis financiera global, pero, en esta ocasión, más distribuido por países. Por otro lado, el pasado 23 de agosto, el FMI hizo efectiva una nueva asignación de DEG por valor de 650 mm de dólares, la cuarta asignación general de su historia y la de mayor cuantía, multiplicando por más de un 220 por ciento las existencias previas de DEG. Aquí sí ha habido una diferencia muy sustancial con respecto a la asignación de 2009, que fue de 250 mm de dólares y además se han articulado mecanismos financieros para que los países avanzados puedas reciclar los DEG que reciben a través de los fondos fiduciarios del FMI que se utilizan para prestar a países de renta baja y media, incluyendo la creación de un nuevo fondo de resiliencia y sostenibilidad para financiar políticas estructurales macrocríticas, como las relacionadas con el cambio climático.
En definitiva, las IFI han dado un apoyo rápido a los países de renta media y baja y, además, este apoyo persiste y puede continuar ampliándose porque los países podrán pasar de la financiación de emergencia a la convencional. El problema es que los retos son crecientes y la guerra ha introducido un nuevo riesgo geopolítico que podría cuestionar la propia gobernanza y actuación de las IFI. En un contexto en que los grandes retos tienen características de bienes públicos globales (salud, clima), es el momento de reivindicar el multilateralismo más que nunca, porque solo se podrán resolver con una intensa cooperación internacional.