En el libro Kluge: La azarosa construcción de la mente humana, Gary Marcus explica cómo el proceso evolutivo del cuerpo humano no aspira a la perfección: así como hay elementos con un diseño casi perfecto –como las manos–, otros –como los ojos o el aparato reproductor masculino– presentan un diseño bastante chapucero. Lo que pasa es que funcionan (un kludge o kluge en inglés es justo eso: un apaño, una solución chapucera pero funcional). Y si han sobrevivido dentro del cuerpo humano con su torpe diseño es precisamente porque cumplen adecuadamente su cometido, y otros órganos más elegantes pero menos funcionales no han pasado el filtro darwiniano.
Categoría: Enrique Feás
Hipócrates, la luna y el Libro Blanco del Brexit
Hipócrates de Quíos fue un matemático y astrónomo griego que vivió en el siglo V a.C. En su juventud había sido comerciante, pero, harto de sufrir los robos de piratas y funcionarios aduaneros corruptos, decidió dedicarse a la enseñanza. Uno de sus mayores descubrimientos fue el de las denominadas “lúnulas de Hipócrates”, áreas con forma de media luna adyacentes a un círculo y con un área equivalente a la de un triángulo interior. Entonces se creyó que la solución de Hipócrates permitiría desentrañar el hasta entonces irresoluble problema de encontrar, con regla y compás, un rectángulo con un área equivalente a la de un círculo –más conocido como el de la cuadratura del círculo.
Bob Dylan y el viejo proteccionismo
Muchas de las canciones de Bob Dylan hablan del efecto del paso del tiempo sobre nuestra forma de ver las cosas. Una de ellas, My Back Pages –que podríamos traducir como “las páginas que he pasado”– refleja cómo cuestiones que en la adolescencia o juventud se percibían como blanco o negro se matizan con el tiempo en muchos tonos de gris. Las cosas siguen siendo las mismas: los que no somos los mismos somos nosotros, que hemos cambiado porque hemos adquirido experiencia y conocimiento para juzgar con mayor perspectiva.
En Economía pasa lo mismo: a veces se plantean medidas que hace décadas se veían lógicas pero que ahora, con un mundo y unos procesos productivos totalmente distintos, han perdido todo su sentido: son páginas ya pasadas, medidas del siglo XX aplicadas en el siglo XXI y que ahora están llenas de tonalidades grises.
Hitchcock y el guion de la política económica
En “El cine según Hitchcock”, un apasionante libro que recoge un larga conversación entre dos genios cinematográficos, François Truffaut y Alfred Hitchcock, el director francés le preguntó al maestro del suspense por las claves para conseguir un guion perfecto. Hitchcock optó por responderle con una historia: le contó que durante muchas noches había soñado con guiones formidables que era incapaz de recordar al despertar la mañana siguiente, hasta que un día decidió dormir con papel y lápiz en su mesilla de noche, listo para anotar cualquier idea que le viniese en sueños. Y ocurrió que una madrugada se despertó inspirado, hizo varias anotaciones rápidas y volvió a dormirse. Al amanecer, nada más despertar, miró emocionado sus notas esperando encontrar el gran argumento soñado, y comprobó que se limitaba a una escueta frase: “Chico conoce chica”.
Por qué las guerras comerciales no pueden ganarse
Todo el que sabe de Historia o ha vivido una guerra –militar o comercial– conoce los costes de un conflicto. George Marshall, jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense durante la II Guerra Mundial y primer militar en recibir el premio Nobel de la Paz, solía decir que “la mejor forma de ganar una guerra es evitándola”, es decir, fomentando la cooperación y las relaciones comerciales entre los países.
Quizás por eso Trump, que no sabe de Historia ni fue nunca a la guerra –se libró por los pelos de ir a Vietnam– habla a la ligera de un conflicto bélico con Irán o con Corea del Norte y se embarca en guerras comerciales de pésimo pronóstico. Al grito tuitero de “Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, ha impuesto aranceles sobre el acero y el aluminio a sus aliados tradicionales, la UE y Canadá, y ha iniciado una peligrosa e inevitable espiral de represalias comerciales.
IVA reducido y justicia distributiva
Cualquier medida económica debería ser eficaz, eficiente y justa. Eficaz, en el sentido de que consiga su objetivo; eficiente, en el sentido de que lo logre al menor coste posible en comparación con otras posibles medidas alternativas; y justa, en el sentido de que beneficie proporcionalmente más a los que más lo necesitan. Bajar el IVA es una medida que suele ser eficaz, pero no es eficiente, e incluso puede llegar a ser injusta.
El impuesto «Google»: una mala idea por una buena causa
La tecnología ha dejado obsoleto –entre otras muchas cosas– el sistema tributario internacional. En el viejo mundo analógico, la relación entre actividad internacional de una empresa y tributación estaba vinculada a un concepto físico, el del establecimiento permanente. ¿Pero qué ocurre en un mundo digital, donde la obtención de datos o los medios digitales ya no son auxiliares al negocio, sino el propio negocio? ¿Dónde se genera el valor –y por tanto el beneficio y la recaudación fiscal– de la publicidad de un producto alemán mostrada a través del algoritmo estadounidense de Google con servidores situados en Irlanda vista por un residente fiscal español de vacaciones en Francia?
Inteligencia, dame el sesgo exacto de las preguntas
En 1981 los psicólogos Kahneman y Tversky seleccionaron a dos grupos y les plantearon el siguiente problema: “imaginen que Estados Unidos se está preparando para un brote de una rara enfermedad asiática que se espera que mate a 600 personas, y que se han propuesto dos programas alternativos para combatirla”. A partir de esta premisa, a un primer grupo se le dio a elegir entre el Programa A, con el que se salvarían 200 personas, y el B, con el que habría 1/3 de probabilidades de salvar a 600 personas y 2/3 de que no se salvara nadie. Al segundo grupo se le planteó la disyuntiva entre el programa C, con el que morirían 400 personas, y el D, con el que habría 1/3 de probabilidades de que no muriera nadie y 2/3 de que murieran 600 personas.
El comercio moderno y la devaluación devaluada
El presidente de Estados Unidos Harry Truman dijo una vez que quería solo economistas mancos, porque todos los que tenía le decían siempre “on the one hand” (por un lado) y “on the other hand” (por otro). Si aún viviera se daría cuenta de que la economía moderna, cada vez más integrada a nivel mundial, tiene cada vez menos economistas mancos, y los que lo son es porque generalmente se resisten a considerar las derivadas cada vez más complejas de cada medida de política económica.
Esta complejidad se manifiesta especialmente en el ámbito del comercio internacional y sus precios relativos.
Machado, los sesgos cognitivos y el soberanismo
Pocos días después de la muerte de Antonio Machado el 22 de febrero de 1939, su hermano José encontró en un bolsillo del viejo gabán del poeta un papel con tres anotaciones que reflejan muy bien la forma sesgada que tiene el ser humano de ver e interpretar el pasado. Entonces nadie hablaba aún de los sesgos cognitivos –es decir, de los fallos de nuestra mente que nos llevan a alterar la percepción de la realidad y nos alejan del perfecto ser racional que nunca fuimos–, pero ya se sabe que, como decía Robert Graves, los verdaderos poetas poseen una intuición especial.