Autor: Enrique Feás

Y mientras, al otro extremo del mundo…

La guerra en Ucrania absorbe desde febrero toda la atención mediática, y con razón: es un drama humano y un conflicto de primer orden que afecta a la situación económica mundial por varias vías y multiplica la incertidumbre. Estados Unidos y Europa intentan ayudar a Ucrania mientras evalúan los costes de cortar el suministro energético (si no lo corta Rusia antes) y procuran controlar la elevada inflación sin provocar una peligrosa recesión. Y la escasez de trigo y fertilizantes amenaza con provocar una peligrosa escasez de alimentos. Todo un reto.

Reformarse o morir

Hace casi dos años, poco después de la aprobación por el Consejo Europeo de los fondos Next Generation EU, decíamos en esta misma columna que, aunque España tenía que gastar lo que fuera necesario para salir de la crisis, “la sensación de que la reforma fiscal ya no corre prisa” era muy peligrosa. Insistíamos entonces en la urgencia de diseñar inmediatamente “una reforma fiscal integral que garantice una senda razonable para las cuentas públicas cuando los flujos de fondos europeos desaparezcan”, y en la necesidad de “asegurar la sostenibilidad de las pensiones” o “revisar las ineficiencias del sistema tributario”. Concluíamos, finalmente, en que era una “cuestión de credibilidad: los mercados deben estar convencidos de que hay una senda de sostenibilidad clara ya pensada y lista para aplicar a medida que se recupere la economía”.

La guerra de Ucrania y el orden económico internacional

Al igual que la gripe de 1918 fue oscurecida por la I Guerra Mundial, la pandemia de COVID-19 va a ser eclipsada por la invasión de Ucrania. Y ahora, como entonces, el conflicto tendrá un impacto considerable sobre el diseño del sistema económico internacional, principalmente en cuatro grandes ámbitos: el sistema internacional de pagos, el uso de monedas de reserva, la cotización de energía y materias primas y las instituciones económicas y financieras internacionales.

La invasión de Ucrania bajo Trump

Noviembre de 2021. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al cumplirse un año de su reelección, anuncia que Estados Unidos abandonará la OTAN en los próximos años. La noticia cae como una bomba entre los aliados europeos, aunque no puede decirse que no se veía venir: Michael Bolton, exasesor de seguridad de Trump, ya había advertido en sus memorias que Trump había estado a punto de anunciarlo en una cumbre de 2018, y que probablemente lo haría en un segundo mandato. A fin de cuentas, Trump había calificado a menudo a la OTAN de institución “obsoleta”, y criticaba abiertamente a sus socios europeos por no cumplir el compromiso de invertir en defensa el 2% de su PIB antes de 2024 (como se acordó en la Cumbre de Gales de 2014). “Muchos países nos deben una enorme cantidad de dinero desde hace muchos años” –decía– “y por lo que a mí respecta son unos morosos, porque Estados Unidos ha tenido que pagar por ellos”.

Invadir Europa en primavera

En 2015 Garry Kaspárov, excampeón del mundo de ajedrez, publicó un libro titulado “El invierno se acerca” (Winter Is Coming), en el que advertía del progresivo descenso de Rusia hacia un peligroso autoritarismo. El libro, que llevaba por subtítulo “Por qué hay que frenar a Vladimir Putin y a los enemigos del mundo libre”, pasó relativamente desapercibido en Europa  y ni siquiera se tradujo al español. El pasado 24 de febrero, horas después de que las tropas rusas entraran en Ucrania, Kaspárov publicó un tuit de reflexión a modo de Casandra desconsolada: “No puedes evitar la batalla contra el mal: tan sólo puedes retrasarla mientras va subiendo el precio”.

Indicadores de presión sobre la oferta

Hace apenas cinco años los principales debates en economía giraban en torno al estancamiento secular y sus causas, el peligro de la deflación y el riesgo de tipos de interés negativos. Hoy, qué ironía, la inflación se ha convertido en uno de nuestros principales dolores de cabeza y, con ella, el efecto de posibles subidas de tipos de interés sobre los mercados financieros internacionales.

Las tres lagunas del Plan de Recuperación

El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España entra en 2022 con muchos proyectos sobre el papel, pero con un grado de ejecución bastante bajo. Es de esperar que poco a poco alcance velocidad de crucero, aunque ésta siempre vendrá limitada por algunos cuellos de botella: es mucho dinero que gestionar en muy poco tiempo.

La Unión Europea necesita nuevas reglas fiscales

La eurozona, como cualquier unión monetaria, necesita reglas fiscales para evitar que los desequilibrios presupuestarios de un país terminen afectando a los demás o a la propia estabilidad del euro. Las reglas actuales, válidas para toda la UE, hace mucho que no funcionan. Ahora mismo están suspendidas por la pandemia, pero pronto habrá que reactivarlas y pueden pasar dos cosas: o la Comisión no las aplica y su prestigio se hunde, o las aplica estrictamente y entonces lo que se hunde es la economía europea. Urge, pues, reformarlas cuanto antes.

Todo lo que era sólido

El ser humano predice muy mal. Sus sesgos cognitivos le hacen otorgar mucho mayor peso a los eventos recientes que a los más lejanos, y tiende a creer que las situaciones son más estables de lo que son. Se confía, pero se equivoca: en el vertiginoso mundo actual, pocas cosas hay más ilusorias que una proyección lineal de cualquier variable.

ABBA, Carl Sagan y el calentamiento global

En 2017 Benny Andersson y Björn Ulvaeus, una pareja de genios de la música pop –sólo comparable a la de John Lennon y Paul McCartney respecto a la música rock– decidieron sumarse al resto de miembros de ABBA (Agnetha Fältskog y Frida Lyngstad) en un atrevido proyecto: crear, con ayuda de la productora de George Lucas, avatares tecnológicos del grupo para actuar en un escenario en Londres construido especialmente para la ocasión.