El Reino Unido después de Boris Johnson

El próximo lunes 5 de septiembre el partido conservador del Reino Unido elegirá a su nuevo líder y, por tanto, primer ministro del país. Al final la disputa se ha quedado entre Liz Truss y Rishi Sunak, con clara ventaja para la primera. La semana que viene el Reino Unido sustituirá a Boris Johnson, pero quien anhele una vuelta a la racionalidad y al pragmatismo británico puede esperar sentado.

Liz Truss, actual ministra de Exteriores y antigua ministra de Comercio, aparece como favorita en todas las encuestas. Es una conservadora del ala dura, admiradora de Margaret Thatcher (hasta el punto de aparecer en varias fotos con atuendos similares a los de ella). En 2016 se opuso al Brexit porque decía que no quería “que sus hijas necesitaran visados para poder trabajar en Europa”, porque crearía “costosas barreras comerciales” y porque “ser parte de la UE ayuda a proteger el medio ambiente”. Un año después, sin embargo, vio la luz y dijo que los problemas del Brexit no eran tales y que “veía también las oportunidades”. En la campaña por su elección en estos días ha insistido en que haber defendido la permanencia del Reino Unido en la UE “fue un error” y que “está dispuesta a asumir que estaba equivocada”, lo que ha terminado por ganarle el importante apoyo del European Research Group (los defensores más recalcitrantes del Brexit dentro del partido). Respecto al Protocolo de Irlanda, ya ha dicho que la ley que lo puentea es “tan necesaria como legal“, y que las vías de negociación con la UE se han agotado. De hecho, se ha mostrado dispuesta a invocar el artículo 16 del Protocolo (la suspensión unilateral del mismo) nada más ser nombrada. La fe del converso, ya se sabe.

Pero no es que Rishi Sunak, antiguo ministro de Economía, sea mucho mejor en este sentido. Él, por lo menos, es consecuente: votó Leave en 2016 y ahora no tiene demostrar nada a nadie. Sin embargo, en un lamentable vídeo promocional proponía crear en sus primeros cien días un “Departamento de Implementación del Brexit” del que sólo se veía una trituradora de papeles por la que pasaba la legislación europea. Quién sabe, quizás entre esos papeles había alguna Directiva sobre residuos que habría evitado el serio problema de contaminación de las playas británicas por los vertidos de empresas, cuyo control estricto se rechazó durante la tramitación de la nueva ley medioambiental de noviembre de 2021.

De todos modos, el Brexit no será el único problema con el que tenga que lidiar el próximo líder británico. En Escocia, donde Sunak adelanta ligeramente a Truss en las encuestas, siguen empeñados en celebrar un segundo referéndum de independencia, al considerar que el de 2014 se basó en la premisa falsa de que la pertenencia al Reino Unido era la garantía para Escocia de su permanencia en la UE. Aquí tanto Sunak como Truss se aferran a la idea de que el referéndum de entonces era de los de “una vez por generación”, y han manifestado su rechazo a autorizarlo de nuevo (recordemos que en el Reino Unido la celebración de este tipo de referendos tan solo requiere aprobación gubernamental). Nicola Sturgeon, la ministra principal de Escocia, ha optado por tirarse a la piscina y ha anunciado la fecha del nuevo referéndum, el 19 de octubre de 2023, si es preciso convocándolo a través de la Asamblea Autónoma escocesa (para lo cual consultará previamente al Tribunal Supremo).

Por otro lado, en Irlanda del Norte sigue subiendo de forma lenta pero progresiva el apoyo a una posible reunificación con la república de Irlanda. En una reciente encuesta, el 39% de los norirlandeses aseguró que votaría por la unidad si hubiera referéndum mañana, frente a un 41% que respalda el statu quo actual. Pero quizás el dato más relevante es que un 57% de los jóvenes entre 18 y 24 votaría hoy por la reunificación, frente a tan sólo un 35% que preferiría permanecer en el Reino Unido. En este caso, recordemos, el referéndum no es una potestad del gobierno británico (como en el caso de Escocia), sino una obligación impuesta por los Acuerdos de Viernes Santo en el caso de que haya indicios de una preferencia por la reunificación.

Estos escenarios son inconcebibles para Truss y Sunak, que insisten en que los políticos deben ocuparse de los “problemas reales” de los ciudadanos. Y tienen razón: la inflación en el Reino Unido, según distintas previsiones, podría alcanzar entre el 14% y el 19% en enero de 2023, y las perspectivas de crecimiento del PIB para ese año (un magro 0,5%) son, según el FMI, las peores del G7. Vienen tiempos difíciles para toda Europa, y más para un Reino Unido mermado en sus relaciones comerciales con la Unión Europea.

Por lo que respecta a la política exterior, hay que reconocer que Truss ha marcado una agenda muy clara y valiente en favor de Ucrania, apoyando su refuerzo militar e incluso proponiendo la expropiación de activos rusos en el Reino Unido para su redistribución entre las víctimas de la invasión. También la previsible futura primera ministra ha mantenido una actitud muy firme frente a China, y ha anunciado su intención de recalificar a China como “amenaza” (desde la denominación actual de “competidor sistémico” incluido en el último Informe de política exterior, en el que optaba por una cierta involucración con China y permanecer abiertos al comercio y la inversión). Aquí va incluso más allá que la propia administración Biden, cuyo secretario de Estado Antony Blinken calificó en mayo a China como “el desafío a largo plazo más serio para el orden internacional”, pero reservó el término de “amenaza” solo para Rusia.

Truss aspira a ser la nueva Margaret Thatcher del Reino Unido, pero para ello debería recordar que la Dama de Hierro podía ser muy crítica con la Unión Europea, pero sabía distinguir muy bien entre aliados y enemigos. En el mundo de las relaciones internacionales no se puede a alienar a todo el mundo al mismo tiempo, y una “Global Britain” enfrentada abiertamente a Rusia y a China debería buscar el apoyo de la Unión Europea, en vez de continuar la absurda línea de enfrentamiento de su predecesor. No necesitamos una premier británica anclada en el Brexit, sino lista para afrontar, en estrecha cooperación con sus aliados, el frío y peligroso otoño que se avecina.

 


Este artículo fue publicado originalmente en vozpopuli.com (ver artículo original)