Autor: Gonzalo García Andrés

Coronabonos, una mutualización excepcional

¿Seguro que ha dicho eso? Los periodistas buscaban fuentes que pudieran corroborar el rumor de que Ángela Merkel se había mostrado abierta a discutir la emisión conjunta de deuda durante la teleconferencia del Consejo Europeo del pasado 17 de marzo. Según las informaciones que se publicaron después, cuando el primer ministro italiano planteó la necesidad de emitir eurobonos para responder a la pandemia (o coronabonos), la Canciller alemana no se negó de plano e incluso pareció admitir que su ministro de Finanzas participaría en la discusión. Holanda, cuyo gobierno ha venido siendo el más beligerante contra cualquier capacidad fiscal común en el área euro, también parece dispuesta a hablar, aunque preferiría considerar antes otras cuestiones. Tras la decisión del Consejo de Gobierno del BCE de lanzar la Pandemic Emergency Purchase Program, un programa de compra de activos por 750.000 millones (el 6% del PIB del área), las expectativas de que la pandemia pueda convertirse en el momento Hamilton de la unión monetaria se han disparado.

La política económica ante la epidemia de COVID-19

En tan solo tres semanas, la extensión de la epidemia de COVID-19 se ha convertido en una amenaza para la estabilidad económica y financiera global. La incidencia ha bajado de manera sostenida en China, tras la aplicación de medidas drásticas que han supuesto una paralización de la actividad económica durante varias semanas. Pero el desarrollo de focos de contagio comunitario en Corea del Sur, Italia e Irán y el rápido aumento de casos en otras economías europeas y en Estados Unidos ha producido un pánico en los mercados financieros que ha hecho saltar todas las alarmas. La Reserva Federal bajó la semana pasada los tipos de interés en una reunión extraordinaria y otros países han adoptado medidas monetarias, financieras y fiscales. No obstante, la sensación es que, más allá de los esfuerzos sanitarios, urge una respuesta de política económica contundente, coordinada y creíble.

La segunda reinvención de la política monetaria

La desaparición de Paul Volcker ha coincidido con lo que podría considerarse el fin de la época de dominación monetaria, iniciada con su llegada a la Fed en 1979. Tras años de operar en un entorno de confiada certidumbre, la última década ha estado marcada por la experimentación forzada, bajo el eufemismo de instrumentos no convencionales. Nadie sabe qué será de la política monetaria a partir de ahora. Un pensamiento inquietante si recordamos que ha sido el seguro más eficaz frente a las calamidades que nos han azotado en los últimos años. Podemos tratar de buscar alguna pista en dos piezas recientes que repasan con perspectiva la trayectoria de la política monetaria a ambos lados del Atlántico para sacar lecciones útiles para el futuro. La primera es el discurso de Bernanke ante la Asociación Americana de Economía; la segunda es un monumental artículo de varios economistas del BCE sobre las dos décadas de política monetaria única.

Retos económicos de la legislatura

Los últimos cuatro años en España han estado marcados por los avatares políticos. Cuatro elecciones generales, ascenso y caída de nuevos partidos y líderes políticos, quimeras y frustraciones a cuenta de Cataluña…En política económica, el balance de este período es muy pobre. El PIB ha crecido a una tasa media del 2,6%, se ha creado empleo a buen ritmo y se ha reducido la tasa de paro. Frente a este entorno favorable, los gobiernos sucesivos, en minoría y/o en funciones, no han conseguido impulsar cambios de calado. En casos como el de las pensiones, algunos aspectos de las reformas que se habían adoptado se han suprimido al evidenciarse como políticamente insostenibles. No se sabe cuánto durará la legislatura que ahora se abre; pero por el bien de todos, este período de abulia debería tocar a su fin. Si hay alguna certeza en este año que ahora empieza es que las políticas económicas son más necesarias que nunca.

El malestar latinoamericano

El año que está a punto de acabar va a ser el peor para la economía mundial desde la crisis financiera. Al hacer el recuento de las áreas más damnificadas, llama la atención el pobre desempeño económico de América Latina. Se sabía de la situación calamitosa de la economía venezolana y se temía que Argentina volviera a descender a los infiernos de la crisis cambiaria por su incapacidad para mantener la estabilidad monetaria. Lo que resulta más sorprendente es la atonía de México, o las dificultades de Brasil para dar por superada su recesión. Las protestas que en estas últimas semanas y meses han estallado en Chile, en Bolivia y en Colombia apuntan a que existen corrientes de insatisfacción social de fondo, que van más allá de la coyuntura macroeconómica. Pero como elemento de juicio para empezar a entender lo que está ocurriendo puede ser útil caracterizar la situación económica con un poco de perspectiva.

¿Debe preocuparnos la automatización?

La conversación económica de este otoño sigue marcada por la evaluación de los daños de la guerra comercial y la Brexitología. Pero hay otros debates que tratan de arrojar luz sobre la naturaleza e implicaciones normativas de las transformaciones que nos afectarán, más allá de las veleidades de repliegue nacional actuales. Una de las cuestiones más trascendentes es el impacto del cambio tecnológico de la robótica y la inteligencia artificial (IA) sobre el empleo, los salarios según el nivel de la cualificación y la desigualdad. A finales de septiembre se celebró en Toronto una conferencia del National Bureau of Economic Research (NBER) sobre Economía de la IA. Unos días antes, el Grupo de Trabajo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) sobre el Trabajo del Futuro publicó un informe con los resultados preliminares de su investigación. Se trata de un buen avance de cuál es el marco de análisis y la evidencia en este estadio preliminar del proceso.

Oberturas fiscales

La precaria situación de la economía mundial ha multiplicado las llamadas al activismo fiscal. Hasta los propios banqueros centrales están convencidos de que esta vez no será suficiente con sus diezmados arsenales para conjurar los riesgos, despejar el horizonte para empresas y familias y evitar que la recesión industrial y comercial se convierta en una recesión general. En los últimos días parece que se oyen notas de activismo fiscal procedentes de los más obvios destinatarios de esas arengas. El gobierno alemán ha presentado su plan para alcanzar los objetivos de cambio climático; el presupuesto elaborado por el gobierno holandés ha adoptado un tono expansivo, mientras en Corea la política fiscal está consumando un giro para apoyar a la economía, atenazada por la desaceleración china y por el conflicto con Japón. ¿Estamos ante los primeros compases de una expansión fiscal coordinada como la que impulsó el G20 en 2009?

La ineficacia de la política monetaria, 40 años después

El cónclave anual de banqueros centrales en las montañas de Wyoming ha estado este año marcado por la melancolía. Solía ser la ocasión para grandes discursos, animadas discusiones y disquisiciones que fijaban la agenda para la vuelta al cole de los economistas y financieros. El título esta vez (Los desafíos de la política monetaria) y la revisión en marcha de la estrategia de la Reserva Federal habían generado expectativas, pero durante el fin de semana del 23 al 25 de agosto apenas se habló de política monetaria en la prensa y en las redes sociales. La tormenta de tuits del inquilino de la Casa Blanca y el G7 eclipsaron los mensajes de Jackson Hole. Por si fuera poco, Larry Summers se marcó un hilo de tuits en los que argumentaba de manera convincente por qué hemos llegado al declive de los bancos centrales (publicado también en forma de artículo junto a Anna Stansbury). Echando un jarro de agua fría a las expectativas generadas por los nuevos espasmos expansivos de la Fed y de otros bancos centrales, se pedía nada menos que una admisión de impotencia que acabara con estos años de omnipotencia monetaria y cediera el paso a la política fiscal.

Invertir para transformar

Algo raro le sucede a la economía mundial. El síntoma más elocuente es la extensión de los tipos de interés negativos. En las últimas semanas, eso que parecía una broma para asustar a los ahorradores, el pagar por invertir, ha alcanzado nuevos mercados y plazos cada vez más largos. Más allá de la incertidumbre fabricada por la Casa Blanca, este nuevo hundimiento de los tipos de interés se interpreta como una señal de alerta respecto al crecimiento de la economía global. Y la atención se centra en los bancos centrales que, aleccionados por una década de políticas no convencionales, han reaccionado esta vez con rapidez y ya preparan nuevas salvas con sus escasas reservas de pólvora. No estamos sin embargo ante un giro coyuntural. Se multiplican los signos de que esta situación responde a cambios estructurales con cuyos efectos vamos a tener que lidiar durante años.

El embrión del presupuesto euro y la urgencia italiana

Los documentos acordados en el Eurogrupo y refrendados por el Consejo Europeo en su reunión del 21 de junio sobre la reforma del euro han sido saludados por un coro de lamentos. Aunque ha habido ministros que han hablado de una mini-revolución, la mayoría de economistas que siguen el tema se han lamentado del corto alcance de las medidas acordadas. No hay grandes novedades ni en las líneas básicas del Instrumento Presupuestario para la Convergencia y la Competitividad (BICC) ni en el borrador de acuerdo modificado para el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Algunos han llegado a concluir que, para este resultado, mejor no haberse molestado, sobre todo cuando los últimos acontecimientos confirman que la necesidad de una política fiscal del euro es acuciante. No es que disienta de esta interpretación, pero ofrecería otra: a corto plazo, la zona euro se la juega en Italia, no en el presupuesto.