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Brexit: cinco años, cinco lecciones

Hace cinco años que David Cameron, el entonces primer ministro del Reino Unido, decidió lanzar un órdago a los euroescépticos de su partido y convocó un referéndum de salida de la Unión Europea, convencido de que lo ganaría. Pero los referéndums, ya se sabe, los carga el diablo, y el supuesto fin de una batalla se convirtió en el principio de otra mucho más larga y cruenta que aún no ha terminado. Cameron se marchó canturreando para dedicarse a otros negocios –en los que ha tenido aún menos éxito, si cabe–, pero todos estamos todavía pagando los efectos de su irresponsabilidad.

Quizás es un buen momento para sacar algunas lecciones.

La cuarta palanca del Plan de Recuperación

“Dadme una palanca y moveré el mundo”. Probablemente con esa idea se presentó el pasado 13 de abril una versión ampliada del documento “España Puede”, base del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia español. Dicho Plan, que formalmente sigue pendiente de aprobación definitiva y remisión a Bruselas antes de 30 de abril, consta de “diez políticas palanca que determinan la evolución futura del país”.

Hamilton y la última bala de la Unión Europea

En el excelente musical histórico “Hamilton” –compuesto y protagonizado por Lin-Manuel Miranda– el personaje principal, Alexander Hamilton, se pasa el tiempo insistiendo en que “no va a desperdiciar su bala”, es decir, que no va a desaprovechar su oportunidad de convertirse en uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. Y lo consigue: como primer secretario del Tesoro estadounidense, logra convertir la confederación americana en una verdadera república federal al asumir la deuda de los estados. Pero años después, en 1804, con la República ya consolidada y tras una serie de desgracias personales, se ve obligado a batirse en duelo con el vicepresidente Aaron Burr. Burr era la antítesis de Hamilton: un político envidioso que, por miedo a cometer errores, jamás hizo nada relevante. En el duelo, Hamilton decide disparar al aire y desperdiciar su bala (esta vez, literalmente), lo que le cuesta la vida.

Arranca el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia

El pasado 19 de febrero entró en vigor el Reglamento de la Unión Europea sobre el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Este instrumento es el principal componente del Plan de Recuperación con el que el Consejo Europeo decidió en julio pasado responder al impacto económico y social de la pandemia (para hacerse una idea del conjunto de instrumentos y sus cifras, recomiendo esto de Feás y Steinberg). Tras el debate en el Parlamento Europeo y el acuerdo con el Consejo para su aprobación formal, este texto (no excesivamente prolijo para la envergadura de lo que regula) contiene el detalle de ese primer intento de estímulo fiscal común que aborda la Unión Europea. Aunque la mayoría de los elementos del Mecanismo ya eran conocidos desde que la Comisión presentó la propuesta (y se han comentado aquí), conviene repasar cómo queda el marco en el que España y el resto de Estados Miembros va a tener que desenvolverse para ejecutar su propio Plan.

Lo que sabemos, y lo que no, del Plan de Recuperación

Los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea disponen de apenas tres meses más para presentar a la Comisión Europea su Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, condición necesaria para poder tener acceso a los fondos europeos. Aparentemente, el borrador del Plan de España está muy avanzado, y desde nuestro anterior artículo, en el que planteábamos diversas cuestiones sobre su diseño y gobernanza, muchas cosas se han aclarado. Otras, por el contrario, siguen siendo una incógnita.

No, el Brexit no ha terminado

Después de la firma del Acuerdo de Comercio y Cooperación entre la Unión Europea y el Reino Unido, muchos creen que el Brexit se ha terminado. ¡Qué más quisiéramos! Desde luego, muchas cuestiones se han aclarado, los análisis sobre los posibles tipos de acuerdo han quedado en papel mojado y la famosa escalera de Barnier ya está acumulando polvo, pero me temo que seguiremos hablando del Brexit durante bastante tiempo. Yo, personalmente, escribiré un poco menos, pero sólo porque lo que sí ha desaparecido es la sensación de urgencia y de máxima actualidad. Adiós a las fechas límite, las votaciones agónicas en el Parlamento británico (“Order!”) y las amenazas de salida sin acuerdo. En ese sentido, no nos viene mal a todos un poco de tranquilidad.

Dicho esto, el verdadero análisis del Brexit empieza ahora. Hasta hace un par de semanas, todo eran teorías y predicciones. Desde el uno de enero estamos en el terreno de los datos, en el momento de comprobar los costes efectivos (estáticos y dinámicos) de la desintegración económica, es decir, la creación de barreras al comercio y a la circulación de factores a partir de una situación de plena libertad. Bienvenidos a la realidad del Brexit.

Un triste acuerdo para el Brexit económico

La Unión Europea y el Reino Unido han firmado un Acuerdo de Comercio y Cooperación que marcará el futuro de la relación económica bilateral en los próximos años. Si el Acuerdo de Retirada fue el marco jurídico para el Brexit político, este el marco jurídico para el Brexit económico.

El acuerdo es, sin embargo, de mínimos. Y no porque sea un mal acuerdo comercial, ya que incluye pesca y productos agrícolas (algo realmente infrecuente en acuerdos de libre comercio), además de comercio digital y algunos aspectos secundarios de servicios. Sería un buen acuerdo… si ahora mismo no tuviéramos ninguna relación con el Reino Unido. Pero no es el caso: es un acuerdo de mínimos porque el salto que va desde ser miembro de pleno derecho del mercado único a compartir un régimen preferencial sin aranceles mejorado es un salto de gigante. Pero hacia atrás.