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La segunda reinvención de la política monetaria

La desaparición de Paul Volcker ha coincidido con lo que podría considerarse el fin de la época de dominación monetaria, iniciada con su llegada a la Fed en 1979. Tras años de operar en un entorno de confiada certidumbre, la última década ha estado marcada por la experimentación forzada, bajo el eufemismo de instrumentos no convencionales. Nadie sabe qué será de la política monetaria a partir de ahora. Un pensamiento inquietante si recordamos que ha sido el seguro más eficaz frente a las calamidades que nos han azotado en los últimos años. Podemos tratar de buscar alguna pista en dos piezas recientes que repasan con perspectiva la trayectoria de la política monetaria a ambos lados del Atlántico para sacar lecciones útiles para el futuro. La primera es el discurso de Bernanke ante la Asociación Americana de Economía; la segunda es un monumental artículo de varios economistas del BCE sobre las dos décadas de política monetaria única.

Invertir para transformar

Algo raro le sucede a la economía mundial. El síntoma más elocuente es la extensión de los tipos de interés negativos. En las últimas semanas, eso que parecía una broma para asustar a los ahorradores, el pagar por invertir, ha alcanzado nuevos mercados y plazos cada vez más largos. Más allá de la incertidumbre fabricada por la Casa Blanca, este nuevo hundimiento de los tipos de interés se interpreta como una señal de alerta respecto al crecimiento de la economía global. Y la atención se centra en los bancos centrales que, aleccionados por una década de políticas no convencionales, han reaccionado esta vez con rapidez y ya preparan nuevas salvas con sus escasas reservas de pólvora. No estamos sin embargo ante un giro coyuntural. Se multiplican los signos de que esta situación responde a cambios estructurales con cuyos efectos vamos a tener que lidiar durante años.

¿Y una política de tipos de interés negativos?

Probablemente, el principal debate actual de la macroeconomía se centra en qué tipo de políticas se podrán aplicar para hacer frente a la próxima crisis, en un contexto de elevado endeudamiento público y de tipos de interés en el límite del cero por ciento, lo que limita el margen para desarrollar políticas fiscales y monetarias expansivas. Están surgiendo así propuestas que rompen con los esquemas tradicionales, revolucionarias, entre ellas, la posibilidad de una política monetaria de tipos de interés nominales negativos elevados, del entorno del -4 por ciento. Se trata de una política que nunca se ha aplicado, pero con un alto potencial. No obstante, para poder aplicarla, exigiría una serie de cambios operativos en la política monetaria, principalmente en relación al dinero en efectivo.

El grifo del dólar empieza a cerrarse

La rentabilidad de los bonos del Tesoro americano a diez años ha superado en los últimos días el 3,10%. Es el nivel más alto desde hace siete años. En el verano de 2016 cayó por debajo del 1,5%. En estos dos años, la deuda pública de Estados Unidos se ha abaratado, su precio ha caído, resultando más rentable para los potenciales compradores. A quien haya seguido el debate sobre el estancamiento secular, no le extrañará que esta subida pueda llegar a ser saludable; un síntoma de que estamos dejando definitivamente atrás las rémoras de la crisis. Pero atención, los recuerdos de episodios pasados similares son bastante oscuros: la crisis de la deuda externa a principios de los ochenta, el desplome de los mercados de renta fija en 1994 o el berrinche que sufrieron los emergentes hace justo cinco años cuando la Fed anunció una reducción gradual en sus compras de activos. La pregunta es ¿está preparada la economía mundial para vivir con tipos más altos?

Apuntes sobre estancamiento secular (II): La inversión y el suelo a los tipos de interés

En la entrada anterior relacionamos las tesis sobre el estancamiento secular con la concepción keynesiana ortodoxa de la función de inversión, intrínsecamente inestable y difícilmente estabilizable vía política monetaria. Pero esta no es la única interpretación posible de lo sucedido en los últimos años. Una visión alternativa (y, todo hay que decirlo, mucho más extendida entre la profesión) sostiene que la inversión sí es estabilizable por la política monetaria; lo que sucede es que ésta se ha topado con el límite inferior cero de los tipos de interés, por debajo del cual tiene graves dificultades para inducir impulsos expansivos en la economía.

Apuntes sobre estancamiento secular (I): inversión débil, PIB decaído

“Estancamiento secular”. Es desde luego un nombre rotundo, que de primeras parecería apuntar más a una condena bíblica o una maldición familiar de los Buendía, que a un postulado económico. Una rotundidad, en todo caso, coherente con la potencia de la tesis propuesta por Alvin Hansen en su célebre discurso ante la American Economic Association en 1938: según Hansen, existiría una deficiencia estructural en la demanda privada, que –en ausencia de factores exógenos (por ejemplo aumentos de población), innovación y/o un impulso cada vez mayor desde la inversión pública– tendería a ejercer una presión bajista creciente sobre los niveles de actividad económica.

México: La cuesta del diecisiete

Con el tránsito del año, los traders suelen actualizar la lista de países considerados vulnerables. Es probable que la economía mexicana haya sido de las más evocadas en las salas de contratación durante las navidades. Y es que el nuevo presidente de su principal socio comercial les ha puesto en su punto de mira, amenazándoles con muros, aranceles, deportaciones masivas e incluso bloqueo a las remesas de los emigrantes. El peso mexicano se convirtió de hecho en uno de los más finos indicadores del estado de la contienda electoral estadounidense. Desde el 9 de noviembre ha perdido un 16% de su valor respecto al dólar.

Apuntes sobre estancamiento secular – Prólogo: La coyuntura financiera mundial

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Si “estancamiento secular” fuese una película (difícil de imaginar, pero hágase el esfuerzo), su primera escena bien podría ser la de un grupo de banqueros sentados alrededor de una mesa, discutiendo cómo y a qué coste se pueden almacenar las ingentes cantidades de efectivo necesarias para sustituir sus gravosas inversiones (rendimiento negativo) en deuda pública japonesa o europea; cómo reemplazar, en otras palabras, sus valores financieros “desmaterializados”, con bajísimos costes de depósito y negociación, por montañas de papel (-moneda), con altos costes de depósito (almacenamiento, seguridad) y “negociación” (transporte). Todo ello, con el objetivo de elevar el rendimiento de sus activos financieros hasta… cero.