En una entrada anterior se planteaban los trilemas en “política económica”. El punto de partida de los trilemas son los valores, que determinan los principios y objetivos que deben regir la “política”, donde la parte “económica” de la ecuación aporta el camino más apropiado para alcanzar esos objetivos. En las democracias occidentales, el principal marco de referencia de los valores lo proporciona el lema de la revolución francesa: libertad-igualdad-solidaridad (fraternidad), que constituyen entre sí un trilema, en el sentido de que pueden entrar en conflicto en su desarrollo, lo que exige buscar un equilibrio apropiado entre los tres. Los valores cambian en el tiempo y con ellos las recomendaciones de política económica. En 2020, la pandemia ha introducido un cambio fundamental en los valores porque ha supuesto una renuncia a parte de nuestra libertad por una mayor solidaridad, en este caso, por el interés y la obligación compartida de la salud pública. Aprovechemos este cambio para asentar una economía con más solidaridad.
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La solidaridad bien entendida
El término “solidaridad” viene del latín solidus, que quiere decir, sólido, firme, compacto. El término latino viene a su vez de la raíz indoeuropea *sol, con el sentido de “entero”, y de él se han derivado otros términos que expresan esa relación de unidad, como sólido, soldar o soldado.
Sólo hay pues solidaridad entre iguales, entendida como el apoyo a aquellos que han corrido peor suerte que uno mismo. La ayuda desde la superioridad no es solidaridad, sino caridad, del latín caritas (favor, benevolencia), la concesión que hace el poderoso frente al débil. A menudo, sin embargo, estos términos se entremezclan.