Había un comerciante en Bagdad que envió a su sirviente al mercado a por provisiones. Éste volvió al poco tiempo, pálido y tembloroso, diciendo que alguien le había empujado en el mercado y que, al volverse, resultó ser la Muerte, con mirada amenazante. El sirviente pidió entonces prestado un caballo para huir a Samarra, una ciudad lejana donde la Muerte no pudiera encontrarle, y salió al galope tan rápido como pudo. Bajó entonces el comerciante al mercado, donde distinguió a la Muerte entre la multitud y se acercó a preguntarle: “¿Por qué amenazaste a mi criado esta mañana?” La Muerte le contestó: “Mi gesto no era de amenaza, sino de sorpresa, porque no esperaba verlo en Bagdad. Tenía una cita con él esta noche en Samarra”.
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Oberturas fiscales
La precaria situación de la economía mundial ha multiplicado las llamadas al activismo fiscal. Hasta los propios banqueros centrales están convencidos de que esta vez no será suficiente con sus diezmados arsenales para conjurar los riesgos, despejar el horizonte para empresas y familias y evitar que la recesión industrial y comercial se convierta en una recesión general. En los últimos días parece que se oyen notas de activismo fiscal procedentes de los más obvios destinatarios de esas arengas. El gobierno alemán ha presentado su plan para alcanzar los objetivos de cambio climático; el presupuesto elaborado por el gobierno holandés ha adoptado un tono expansivo, mientras en Corea la política fiscal está consumando un giro para apoyar a la economía, atenazada por la desaceleración china y por el conflicto con Japón. ¿Estamos ante los primeros compases de una expansión fiscal coordinada como la que impulsó el G20 en 2009?
Paraísos fiscales en la UE: un terreno de juego desequilibrado
Durante el debate de los cabezas de lista candidatos a la presidencia de la Comisión Europea, los moderadores les plantearon una pregunta interesante: “¿Qué países de la Unión Europea son paraísos fiscales y cómo se cambia su comportamiento para asegurar que Amazon pague los mismos impuestos que el librero de al lado?” Los candidatos no evadieron –nunca mejor dicho– la pregunta, pero no entraron en detalles, más allá de un brindis al sol (“Un paraíso fiscal es para mí donde se pagan los impuestos que corresponden”, dijo Vestager) y una propuesta de establecer un impuesto de sociedades mínimo del 18% (Timmermans). La respuesta, sin embargo, era clara: hay paraísos fiscales europeos (y no lo son necesariamente por su bajo tipo de gravamen); y no solo se puede conseguir que las empresas paguen lo que deben, sino que en ese empeño se juega la UE bastante de su credibilidad frente a los ciudadanos.