La precaria situación de la economía mundial ha multiplicado las llamadas al activismo fiscal. Hasta los propios banqueros centrales están convencidos de que esta vez no será suficiente con sus diezmados arsenales para conjurar los riesgos, despejar el horizonte para empresas y familias y evitar que la recesión industrial y comercial se convierta en una recesión general. En los últimos días parece que se oyen notas de activismo fiscal procedentes de los más obvios destinatarios de esas arengas. El gobierno alemán ha presentado su plan para alcanzar los objetivos de cambio climático; el presupuesto elaborado por el gobierno holandés ha adoptado un tono expansivo, mientras en Corea la política fiscal está consumando un giro para apoyar a la economía, atenazada por la desaceleración china y por el conflicto con Japón. ¿Estamos ante los primeros compases de una expansión fiscal coordinada como la que impulsó el G20 en 2009?
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La ineficacia de la política monetaria, 40 años después
El cónclave anual de banqueros centrales en las montañas de Wyoming ha estado este año marcado por la melancolía. Solía ser la ocasión para grandes discursos, animadas discusiones y disquisiciones que fijaban la agenda para la vuelta al cole de los economistas y financieros. El título esta vez (Los desafíos de la política monetaria) y la revisión en marcha de la estrategia de la Reserva Federal habían generado expectativas, pero durante el fin de semana del 23 al 25 de agosto apenas se habló de política monetaria en la prensa y en las redes sociales. La tormenta de tuits del inquilino de la Casa Blanca y el G7 eclipsaron los mensajes de Jackson Hole. Por si fuera poco, Larry Summers se marcó un hilo de tuits en los que argumentaba de manera convincente por qué hemos llegado al declive de los bancos centrales (publicado también en forma de artículo junto a Anna Stansbury). Echando un jarro de agua fría a las expectativas generadas por los nuevos espasmos expansivos de la Fed y de otros bancos centrales, se pedía nada menos que una admisión de impotencia que acabara con estos años de omnipotencia monetaria y cediera el paso a la política fiscal.
Invertir para transformar
Algo raro le sucede a la economía mundial. El síntoma más elocuente es la extensión de los tipos de interés negativos. En las últimas semanas, eso que parecía una broma para asustar a los ahorradores, el pagar por invertir, ha alcanzado nuevos mercados y plazos cada vez más largos. Más allá de la incertidumbre fabricada por la Casa Blanca, este nuevo hundimiento de los tipos de interés se interpreta como una señal de alerta respecto al crecimiento de la economía global. Y la atención se centra en los bancos centrales que, aleccionados por una década de políticas no convencionales, han reaccionado esta vez con rapidez y ya preparan nuevas salvas con sus escasas reservas de pólvora. No estamos sin embargo ante un giro coyuntural. Se multiplican los signos de que esta situación responde a cambios estructurales con cuyos efectos vamos a tener que lidiar durante años.
Más cerca de la revolución
Las nuevas muestras de fragilidad de la economía mundial y su reflejo en el nivel de los tipos de interés a largo plazo han reavivado el debate sobre el alcance de los cambios en las políticas macroeconómicas tras la crisis. Hace dieciocho meses glosábamos el debate entre evolución y revolución entre Olivier Blanchard y Larry Summers en la clausura de la cuarta Conferencia sobre este tema en el Instituto Peterson. Pues bien, coincidiendo con la publicación de las aportaciones de aquella conferencia en forma de libro, los dos popes de la macro oficial han escrito una entrada en Voxeu en forma de epílogo actualizado. Subrayan como punto de partida que la Gran Depresión y la inflación de los años setenta provocaron cambios en el pensamiento macroeconómico de una profundidad mucho mayor a la que se observa tras la crisis reciente. Y repasan lo acontecido desde el otoño de 2017 y cómo puede influir en las visiones ligeramente distintas que sostenían entonces.
Estancamiento secular: Epílogo
Hace ya más de un año que comenzamos esta serie de entradas sobre estancamiento secular, y que concluimos hoy. Desde entonces, la coyuntura económica mundial ha mejorado notablemente, de manera bastante generalizada por países y áreas, disipando en buena medida el pesimismo anteriormente reinante. Sin embargo, haríamos bien en tomarnos con cautela esta recuperación, dado que estamos ante una fase alcista del ciclo económico mundial con unas peculiaridades muy llamativas y sin precedentes en la historia reciente.
Apuntes sobre estancamiento secular (X): Política fiscal-monetaria o «Helicopter money»
En la entrada anterior vimos que la política monetaria no convencional apareció como resultado de las limitaciones del enfoque tradicional de política monetaria, con una contribución sustancial para evitar la catástrofe, pero capacidad limitada para restaurar el dinamismo de la demanda agregada en un plazo razonable de tiempo. El prolongado periodo de estancamiento económico, y la aparente incapacidad de la política económica para recuperar la normalidad, dio alas a la idea del helicopter money o “dinero tirado desde helicópteros”. Una versión aérea, atribuida a Milton Friedman, de los célebres párrafos de la Teoría General de Keynes, donde éste recomendaba, ante situaciones de estancamiento persistente, ocultar billetes en minas abandonadas, para que su hallazgo y posterior gasto impulsasen la economía.
Apuntes sobre estancamiento secular (IX): Implicaciones de política monetaria
Mencionábamos en una entrada anterior que en coyunturas económicas de crecimiento reducido, inflación cercana a cero, tipos de interés muy bajos y expectativas decaídas –recuérdese que hablamos de los últimos años, no sólo de los últimos meses–, la política monetaria tradicional sería probablemente inefectiva. Y eso es exactamente lo que hemos visto en tiempos recientes, acentuado por la falta de apoyo de la política fiscal. No es de extrañar, por tanto, que en este contexto hayan aparecido instrumentos de política monetaria no convencionales.
Apuntes sobre estancamiento secular (VIII): Implicaciones de política fiscal
El cuadro macroeconómico descrito en entradas anteriores hace a priori muy recomendable la utilización de la política fiscal. Ante la atonía o reducción de la demanda agregada, y su falta de respuesta a la política monetaria tradicional, un instrumento como este, capaz de elevar el nivel de gasto de manera directa, es –según los cánones económicos– el ideal. ¿Por qué?
Apuntes sobre estancamiento secular (VII): Otros factores depresores de la demanda
Vistos ya los cuatro grandes factores que podrían estar deprimiendo la demanda agregada (demografía, tecnología, factores financieros, desigualdad), pasamos a revisar algunos otros, tratados de forma más breve pero no necesariamente menos importantes, como la posibilidad de que la globalización haya agotado sus efectos expansivos, el papel de los conflictos bélicos en la demanda agregada o la consolidación de nuevos modelos laborales.
Apuntes sobre estancamiento secular (VI): la distribución de la renta como depresor de la demanda
En entradas previas se han repasado algunas causas probables del menor crecimiento mundial en los últimos años/décadas: la demografía (aquí), los avances tecnológicos (aquí) y la crisis financiera (aquí). De carácter estructural y proyección en el medio-largo plazo, en el caso de las dos primeras, y por tanto más estrechamente vinculadas a las tesis de estancamiento secular; de naturaleza más coyuntural y enfocada en el corto-medio plazo, en lo referido a la crisis financiera, sugiriendo potencialmente un bache temporal en el crecimiento de los países desarrollados, que se podría superar en cuanto las consecuencias de la crisis terminasen de digerirse.
Otra causa frecuentemente mencionada de la ralentización de la economía mundial es la creciente desigualdad en la distribución de la renta, que dada la mayor propensión al ahorro de los grupos sociales más pudientes generaría un lastre sobre la demanda agregada.