Europa necesita dinero

Cuando en 1954 el escritor Josep Pla llegó a Nueva York y lo llevaron a pasear por Manhattan, se quedó maravillado por la fastuosa iluminación nocturna de las calles y no se resistió a preguntar: “Y todo esto, ¿quién lo paga?”.

La Unión Europea está embarcada en un ambicioso y costoso proceso de transformación estructural: necesita llevar a cabo una compleja transición hacia una economía digital y sin emisiones netas, aumentar su autonomía estratégica con el desarrollo de tecnologías propias, asegurar su suministro de energía y garantizar su defensa ante amenazas externas. La pregunta es: y todo eso, ¿quién lo paga? Todas esas transformaciones requieren mucho, mucho dinero, y Europa no lo tiene. Y no porque no exista ahorro, sino porque este no se canaliza adecuadamente.

La hora de reformar los tratados europeos

Hubo un tiempo en que la Unión Europea revisaba sus tratados cada pocos años. La tendencia comenzó en 1986, con el Acta Única Europea, cuando los Estados miembros repararon en que el supuesto mercado único era una farsa, lleno de obstáculos a la libre circulación de bienes, servicios y personas. Se tomaron entonces medidas valientes, ampliando la votación por mayoría cualificada en el Consejo para muchos asuntos y dando más peso al Parlamento.

Sanciones que funcionen

Han pasado ya cuatrocientos días desde el inicio de la invasión de Ucrania. Hace unos meses escribíamos que las sanciones clave para terminar la guerra eran las tecnológicas, porque, aunque Rusia pudiese seguir recibiendo ingresos (preferiblemente, cada vez menos), sin tecnología jamás podría ganar la guerra.

Reformar las instituciones financieras multilaterales

El Banco Mundial ha vuelto a la actualidad reciente por la inesperada dimisión de su presidente, David Malpass (que dejará su cargo en junio 2023) y por la nominación por Estados Unidos de Ajay Banga para sucederle en el puesto. Pero no sólo por eso: desde hace unos años, la comunidad internacional viene pidiendo a los bancos multilaterales de desarrollo que incrementen significativamente sus inversiones en sostenibilidad y que apoyen a los países en su lucha contra el cambio climático. La última vez, en noviembre de 2022, durante la COP27 (la Conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático) de Sharm el-Sheikh.