
La guerra en Ucrania absorbe desde febrero toda la atención mediática, y con razón: es un drama humano y un conflicto de primer orden que afecta a la situación económica mundial por varias vías y multiplica la incertidumbre. Estados Unidos y Europa intentan ayudar a Ucrania mientras evalúan los costes de cortar el suministro energético (si no lo corta Rusia antes) y procuran controlar la elevada inflación sin provocar una peligrosa recesión. Y la escasez de trigo y fertilizantes amenaza con provocar una peligrosa escasez de alimentos. Todo un reto.





