Autor: Enrique Feás

Hacia un nuevo paradigma de la empresa (I): la Bolsa o la vida

Durante mucho tiempo la teoría económica consideraba que el objetivo de una empresa era maximizar su beneficio. A partir de los años 70 dos influyentes artículos de Milton Friedman y de Jensen y Meckling pasaron a considerar a los directivos de las empresas como meros agentes por cuenta de los accionistas, con intereses a veces dispares. Este nuevo enfoque –que ha sido el que ha predominado en la universidad y escuelas de negocios desde entonces– fue impulsado en el ámbito empresarial por el consejero delegado de General Electric, Jack Welch, cuyo discurso de 1981 en Nueva York (“Crecer rápido en una economía de crecimiento lento”) marcó el cambio de paradigma: lo que debían maximizar las empresas no era su beneficio, sino el valor (o la riqueza) para sus accionistas.

Sin embargo, muchos años después, en marzo de 2009 –en medio de la Gran Recesión–, el propio Welch criticó cómo se había aplicado su concepto, y señaló que la obsesión por los beneficios trimestrales y el incremento del precio de las acciones era “la idea más tonta del mundo”, y que una empresa se debía a sus empleados, sus clientes y sus productos. ¿Qué pasó para que cambiara de opinión?

La política comercial en la era Trump

La incertidumbre y la precipitación han marcado los primeros pasos de la política comercial en la era Trump: órdenes ejecutivas, mensajes confusos luego matizados, mezcla de churras (reforma impositiva con ajustes en frontera, aranceles) con merinas (financiación del muro con México) y escasa argumentación económica. No obstante, quizás ya es momento de hacer unas primeras reflexiones sobre las líneas maestras de la política comercial apuntadas por el presidente Trump y su principal asesor en materia comercial, Peter Navarro –catedrático de la Universidad de California y director del nuevo Consejo Nacional de Comercio–, conocido por sus polémicos libro y documental en los que denuncia el perjuicio que China ha causado a la industria nacional.

¿Un mundo sin dinero en efectivo?

En los últimos años el gobierno de España ha ido reduciendo el límite máximo de pagos en efectivo, de 2.500 en 2012 a 1.000 euros en 2016. En mayo de 2016 el Banco Central Europeo anunció que dejaría de emitir billetes de 500 euros. En noviembre de ese mismo año la India eliminó drásticamente (y de forma un poco caótica) sus billetes de alta denominación. El objetivo de estas medidas ha sido, como es sabido, reducir las posibilidades de fraude que proporciona el pago en metálico. Pero más allá de la lucha contra el fraude, algunos economistas han venido defendiendo la posibilidad de un mundo sin apenas efectivo. ¿Cuáles serían las ventajas e inconvenientes de esta decisión?

El sesgo de supervivencia y el análisis económico

Abraham Wald fue un matemático húngaro experto en análisis estadístico y econométrico, geometría y teoría de la decisión. En 1931 se doctoró en Matemáticas por la Universidad de Viena bajo los auspicios de Karl Menger (el hijo del famoso economista), pero pese a su brillantez nunca le dejaron acceder a un puesto universitario: era judío, y el gobierno austríaco pro-nazi de entonces no lo permitía. En 1938, temiendo por su vida, emigró a Estados Unidos, aprovechando una invitación de la Comisión Cowles para la Investigación Económica (cuna de numerosos premios Nobel de Economía). Un día, en plena Segunda Guerra Mundial, recibió una visita inesperada de unos representantes del servicio de análisis del ministerio de Defensa para pedirle consejo. En la reunión le enseñaron un gráfico parecido al que encabeza esta entrada.

Un cUEnto de Navidad

La Nochebuena del 25 de diciembre de 2016 el presidente de la Unión Europea, el del Consejo Europeo, la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y los veintiocho líderes de la Unión Europea se fueron a dormir tranquilos, después de cenar con sus familias. Unas horas más tarde comenzaron a agitarse sobresaltados en sus camas. Cuando se quisieron dar cuenta, se encontraban todos juntos sentados en una sala del edificio Justus Lipsius. La luz era más bien tenue. Pensaron por un momento que se iba a celebrar un Consejo, pero al mirarse unos a otros descubrieron que estaban todos en pijama. En ese momento apareció ante ellos un anciano de ojos claros y breve bigote blanco. Juncker no tardó en reconocer a su distinguido compatriota: “¡Es Robert Schuman!” –exclamó– “Pero… ¿qué hace aquí?”.

La Gran Convergencia: guía para entender la globalización

En tiempos de posverdad, neoproteccionismo y neopopulismo resultan imprescindibles los libros que aporten ideas, explicaciones y datos contrastables al debate sobre la globalización. The Great Convergence: Information Technology and the New Globalization, de Richard Baldwin (Harvard University Press, noviembre de 2016; no existe aún edición en español), es por suerte uno de ellos, y además uno de los mejores que se han escrito sobre el tema en los últimos años. No es de extrañar por tanto que haya sido seleccionado como uno de los libros del año 2016 por el Economist y por el Financial Times.

Uber y sus lecciones sobre la globalización

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Los economistas tenemos a menudo la mala costumbre de analizar los fenómenos económicos centrándonos sólo en el momento inicial y en el momento final, descuidando la dinámica del ajuste y a los ganadores y perdedores en el trayecto. El ámbito del comercio internacional es uno de esos fenómenos: la teoría económica defiende, en un raro caso de unanimidad, que el comercio internacional es generalmente beneficioso, aunque sería más apropiado afirmar simplemente que el proteccionismo es una política generalmente perjudicial (como quizás los estadounidenses, y por extensión el resto del mundo, tengamos pronto ocasión de comprobar). Pero los procesos de liberalización comercial generan en el camino ganadores y perdedores y fuertes debates sociales que no siempre se analizan bien pero que es preciso conocer y afrontar. El caso de la expansión internacional de Uber nos proporciona un buen ejemplo del que podemos extraer interesantes lecciones.

La segunda muerte de Eleanor Roosevelt

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Un día la futura primera dama estadounidense tuvo conocimiento de que su marido, el futuro presidente, la engañaba. Su vida cambió para siempre en ese instante: aunque al principio pensó en divorciarse, finalmente lo reconsideró y de forma fría y pragmática decidió permanecer a su lado, pero con una condición: abandonaría el papel de esposa abnegada y desarrollaría una intensa actividad pública con una agenda política propia. No estamos hablando de Hillary Clinton, sino de Eleanor Roosevelt.

Algunos mitos sobre la sanidad privada

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En estos últimos años de restricciones presupuestarias ha resurgido el debate de la privatización sanitaria. El concepto es complejo, porque una cosa es la provisión de servicios sanitarios (quién ofrece el aseguramiento y la cartera de servicios sanitarios y los financia) y otra la producción de servicios sanitarios (quién gestiona el seguro, los hospitales y sus servicios accesorios o quién contrata a los profesionales sanitarios), lo que da lugar a distintas combinaciones y modelos público-privados muy distintos. En cualquier caso, siempre que se ha hablado de privatización (con distintas implicaciones), el debate económico ha brillado por su ausencia. Los argumentos que se han esgrimido en favor de la privatización rara vez se han documentado con datos y han sido sustituidos por actos de fe. ¿Qué mitos existen respecto a la sanidad privada?

Imposición y tecnología

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En las últimas décadas el desarrollo de las nuevas tecnologías ha favorecido el análisis exhaustivo de datos masivos (el Big Data, en terminología popularizada a finales de los noventa por John Mashey) por parte tanto de la Administración como de las empresas privadas, en especial las tecnológicas. Por lo que respecta a la Administración, tan importante es que se le exija que no utilice mal la información que posee como que aproveche la que posee en beneficio del ciudadano, especialmente cuando podría generar importantes ahorros y eficiencias.

Uno de los usos en los que los datos en poder de la Administración podrían comportar grandes ventajas sería en el ámbito tributario, donde la ausencia de una medición efectiva individualizada de la capacidad de pago de los contribuyentes impide un sistema fiscal no sólo más justo, sino también más eficiente en forma de una mayor recaudación.