
En Estados Unidos es habitual que los presidentes entrantes hagan referencia en su discurso de toma de posesión a un antiguo presidente, con el que se identifican o al que usan de modelo. Donald Trump sorprendió homenajeando a William McKinley, el 25º presidente, que gobernó entre 1897 y 1901 y fue asesinado poco antes de terminar su mandato. McKinley, uno de los precursores del marketing político y durante cuyo mandato surgió el concepto de “prensa amarilla”, se hizo famoso por, entre otras cosas, declararle la guerra a España para ocupar las colonias españolas de Cuba y Filipinas (con el pretexto del hundimiento del acorazado Maine, a sabiendas de que había sido un accidente y no un atentado español), por engañar a los filipinos (a los que había prometido la independencia si se rebelaban contra los españoles) y quedarse como potencia ocupante (según él, Filipinas no estaba preparada para la democracia), o por defender el uso masivo de aranceles proteccionistas (se hacía llamar Tariff man, “el hombre arancel”, denominación que Trump ha hecho suya). Todo un referente, vamos.
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