Las noticias de turbulencias financieras no nos abandonan. Durante el verano los mercados emergentes han sufrido tormenta, que ha llegado a huracán en Argentina y en Turquía. La prima de riesgo de la deuda pública italiana ha superado los 300 puntos básicos, un nivel que nos devuelve los efluvios de los años peligrosos del euro. En Estados Unidos, la reciente corrección bursátil y la discusión sobre el ritmo de subidas de tipos de interés de la Fed dejan entrever una preocupación muy extendida sobre si la economía aguantará una normalización monetaria, aun siendo moderada y gradual. ¿Estamos a salvo de la inestabilidad financiera? Pues no del todo, y no, no es por esa montaña de deuda sobre la que nos advierten de manera periódica.
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¿Qué hemos aprendido sobre la inestabilidad financiera? (III): Del velo a la soga
Una de las metáforas más poderosas de la historia de la economía es la del dinero como un velo. Se ideó para desmontar la irrefrenable tendencia a equiparar el dinero con la riqueza. Aunque parezca que el dinero es lo que mueve el mundo, rezaba, en la economía es un complemento, un adorno que no afecta a sus mecanismos de funcionamiento, que deben observarse mirando a través de él. Las finanzas, íntimamente ligadas al dinero, acabaron formando también parte del velo. Sin embargo, con la inestabilidad el velo se convierte en una soga que acaba asfixiando a la economía, generando costes sociales onerosos. El primer paso de un análisis normativo de la inestabilidad pasa por evaluar estos costes, para después encontrar instrumentos que los contengan.
¿Qué hemos aprendido sobre la inestabilidad financiera? (II): Los modelos
Los banqueros centrales se mesaban sus escasos cabellos. Incluso tras conocerse ya la ola de fallidos en las hipotecas basura y el estrangulamiento de liquidez en los mercados, los modelos no les advirtieron de la debacle. Las sofisticadas herramientas para representar el funcionamiento agregado de las economías no estaban preparadas para ese fenómeno endógeno, contagioso y no lineal que esbozamos en la primera entrada de esta serie. En estos diez años se ha trabajado intensamente para paliar esta carencia, con resultados muy notables que conviene repasar, porque afectan a las posibilidades de prevenir crisis futuras.
¿Qué hemos aprendido sobre la inestabilidad financiera? (I)
Fue el sueño de cualquier anticapitalista: Wall Street mordiendo el polvo. Tanto drama produjo aquel septiembre de hace diez años que llegó a acuñar un nuevo género cinematográfico: el thriller económico. En Too Big to Fail, el telefilme que produjo HBO, se muestra a William Hurt, que interpreta al secretario del Tesoro, esbozando una sonrisa cuando le informan de que la quiebra de Lehman Brothers se había digerido sin descalabros durante las primeras horas. Fue el fugaz momento de gloria de los apóstoles del riesgo moral, que pensaban que la crisis se acabaría cuando se dejara caer a un pez gordo. Los meses que siguieron pusieron a la economía mundial al borde de una nueva depresión; consiguió que quedara en Gran Recesión, pero el desorden en las finanzas ha seguido condicionando no solo la macroeconomía, sino en gran medida también la política. Esta vuelta al cole es por tanto un buen momento para recapitular sobre lo que hemos aprendido respecto a la inestabilidad financiera: su naturaleza y causas, sus consecuencias y las implicaciones normativas.
Nostalgia de aquel BIS
Durante los primeros años del siglo, en los que la crisis se iba fraguando ante la complacencia general, todas las instituciones financieras internacionales andaban en la inopia. ¿Todas? No. Un pequeño grupo de economistas irreductibles, parapetado en Basilea, alertaba de los peligros que acechaban tras la apariencia de estabilidad y gran moderación. Mientras en Washington D.C. el departamento monetario y de mercado de capitales del FMI, siempre cercano a los susurros de la banca de inversión, alababa la titulización, los informes anuales del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés), trataban de destilar a Minsky y a Hayek para recomendar activismo contra los desequilibrios futuros. Hace unas semanas, el venerable banco de bancos publicó un nuevo informe anual, en el que se evalúan algunos de los progresos realizados en los últimos años y se analizan nuevos desafíos.
Fintech: el nuevo marco tecnológico de las finanzas
Fintech o FinTech (abreviación del inglés Financial Technology) se aplica con carácter general al uso de tecnologías de la comunicación y la información en la provisión de servicios financieros. Su definición es amplia y engloba tres elementos principales interrelacionados, que resulta útil distinguir: (i) la fintech como tecnología, es decir, nuevos procesos tecnológicos aplicados a los servicios financieros; (ii) los nuevos productos y servicios financieros derivados de estos y (iii) las fintech, empresas de servicios financieros que ofrecen estos productos con nuevos modelos de negocio.
En sí, la aplicación de nueva tecnología forma parte del crecimiento natural de las empresas –piénsese en los ordenadores, los cajeros automáticos o las tarjetas de crédito–. La novedad aquí es la proliferación de nuevas aplicaciones tecnológicas y, sobre todo, su potencial para modificar los agentes que actúan en el sistema financiero, con la posible entrada de pequeñas startups, pero también de grandes empresas tecnológicas, las techfin, con las consiguientes implicaciones para la regulación y la supervisión financiera –donde entran en juego las regtech, sucumbiendo ya al abuso del anglicismo abreviado en este sector–.
La cojera de la Unión Bancaria
Han pasado casi dos años desde que la Comisión Europea presentara su propuesta de reglamento para la creación gradual de un fondo de garantía de depósitos para el área euro. La idea era empezar con tres años de reaseguro parcial de los fondos nacionales por parte del fondo europeo para después instaurar una fase de co-aseguro de cuatro años con porcentajes crecientes hasta llegar al cien por cien. La negociación política de la propuesta en el Consejo ha embarrancado, dado que un grupo de países liderado por Alemania se opone a este enfoque. En su reciente Comunicación, la Comisión avanza algunas opciones para reducir la ambición del proyecto, tratando así de facilitar un acuerdo político en 2018.
Jackson Hole: una globalización justa, segura y equitativa
El simposio de política económica de Jackson Hole organizado por la Reserva Federal de Kansas City los finales de agosto marca el inicio del curso escolar para los banqueros centrales y ministros de economía. Este año, el tema central ha sido el fomento de una economía global dinámica, con varias sesiones centradas en la necesidad de medir mejor el impacto de la globalización y de compensar sus efectos. Probablemente, la mejor síntesis la ha dado Mario Draghi en su discurso, en el que señala que los gestores de política económica deben afrontar tres retos principales ante la globalización, debe ser: justa, segura y equitativa.
Lecciones de aquel verano
Hace justo diez años que empezó lo malo. Hasta aquel julio de 2007, las hipotecas subprime no habían pasado de ser la preocupación de moda en el mundillo financiero. No quitaban el sueño a casi nadie. Pero a raíz de la suspensión de los reembolsos de dos fondos de inversión de un banco francés en Estados Unidos, los mercados interbancarios sufrieron una abrupta dislocación, que paralizó el circuito de financiación sobre el que se venía apoyando la concesión de hipotecas de alto riesgo. Unas semanas más tarde, cayó la primera víctima de forma aparatosa, con la primera fuga de depósitos en un banco británico desde la época victoriana. Conviene rememorar aquellos tres primeros meses de la crisis y reflexionar sobre algunas de las lecciones que no deberíamos olvidar.