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El Nobel de Economía y el salario mínimo

La Academia sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens. A Card, por sus “contribuciones empíricas en el campo de la economía del trabajo” y a Angrist y a Imbens por sus “contribuciones metodológicas en el análisis de las relaciones causales”. Todos ellos han hecho importantes aportaciones en el ámbito de los denominados experimentos naturales en Economía.

Recordando a Williamson

A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, en la universidad de Carnegie Mellon en Pittsburgh trabajaba un grupo de economistas cuyas trayectorias iban a condicionar la historia de la economía de la última parte del siglo. En el programa conjunto de economía y teoría de la organización de la Escuela de Organización Industrial, caracterizado por el enfoque interdisciplinar, daba clase Herbert Simon, el padre de la racionalidad limitada, un enfoque que pretendía integrar en la economía la toma de decisiones tal y como se produce en la realidad. En reacción a esa visión escéptica, John Muth desarrolló la hipótesis de expectativas racionales, que formalizaba la racionalidad y la adaptaba al entorno de modelos dinámicos y estocásticos. Las dos concepciones de la racionalidad dieron lugar a una gran bifurcación. Oliver Williamson, un alumno de Simon que se convirtió en el padre de la Nueva Economía Institucional, nos dejó el 21 de mayo a los 87 años.

Paul Romer, un Nobel poco convencional

Paul Romer es un economista polémico y poco convencional. Su formación bebe tanto de la Universidad de Chicago como del MIT, pero no se identifica con la orientación liberal no con el nuevo keynesianismo, y su actividad académica se ha desarrollado en instituciones como las escuelas de negocios de Stanford y la Universidad de Nueva York o la Universidad de Rochester, instituciones lejos de la élite universitaria en Economía. Abandonó temprano el campo académico pasando al terreno del sector privado para crear APLIA, una empresa de formación económica on-line. Posteriormente se involucró en proyectos de desarrollo y se incorporó al Banco Mundial como Economista Jefe y Vicepresidente hasta enero de 2018.

Y William Nordhaus vio la luz

William D. Nordhaus, profesor de la Universidad de Yale y premio Nobel de Economía en 2018, es una curiosa mezcla de pensador original, científico, ciudadano comprometido y consumado deportista (fue capitán del equipo de esquí de la universidad de Yale). Su trayectoria profesional se ha dirigido principalmente a temas relacionados con el medio ambiente, el agotamiento de recursos y la crisis energética. El desarrollo del trabajo que inició en los 1970 para incorporar el medioambiente en las Cuentas Nacionales le ha llevado además a convertirse en una autoridad reconocida en el ámbito del cambio climático. Como señala la Academia Sueca de Ciencias, sus modelos explican cómo las economías de mercado interactúan con el medioambiente arrojando luz sobre los límites del crecimiento.

Myrdal: la actualidad del economista moral

En 1954 el Tribunal Supremo de Estados Unidos adoptó una de sus decisiones más trascendentes del siglo XX, la de Brown contra el Consejo de Educación, que declaró inconstitucional la segregación en la educación pública. En la sentencia, los jueces introdujeron como elemento determinante el daño psicológico irreversible que podría causar a los niños la separación por razas, apoyándolo en la investigación reciente en ciencias sociales. En esa famosa nota al pie número 11, el último de los trabajos citados era An American Dilemma, publicado por el economista sueco Gunnar Myrdal diez años antes. Encontré uno de sus últimos libros publicados (Against the stream, 1972) en una librería de segunda mano del Eastern Market en Washington D.C. y me ha llamado la atención lo pertinentes que son sus preocupaciones para los debates actuales.

La era “post-factual” y la responsabilidad de los economistas

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Durante el banquete posterior a la entrega del premio Nobel de Economía, el galardonado se levantó y comenzó su discurso. Lo primero que dijo es que, si le hubieran preguntado, él nunca habría recomendado la creación de un premio Nobel para esta disciplina. Al principio el público rió, pensando que hablaba en broma. Pero se fijaron bien y comprobaron que no estaba sonriendo. Entonces, para relajar un poco el ambiente, nuestro protagonista siguió diciendo que en primer lugar temía que un premio de estas características tendiera a acentuar los vaivenes de las “modas científicas”, pero en este sentido estaba tranquilo porque en esta ocasión se lo habían dado a él, y él no estaba de moda. Luego, sin embargo, se puso de nuevo serio y advirtió que su segundo motivo de preocupación era más grave: el premio Nobel de economía, dijo, “confiere a un individuo una autoridad que en Economía nadie debería poseer.”