Los necesarios gastos para hacer frente a la crisis generada por la COVID han elevado significativamente los niveles de deuda pública a escala global. Desde los organismos internacionales, la consigna continúa siendo mantener el impulso fiscal hasta que se despeje la incertidumbre asociada a la pandemia y se asiente la recuperación. En paralelo, se han impulsado los debates sobre el marco fiscal post pandemia que pasa por elementos, tanto nacionales (como la calibración y eficiencia del gasto, o la imposición verde y digital), como internacionales (por ejemplo, la imposición mínima global o la lucha contra los paraísos fiscales). La semana pasada abordábamos el debate sobre las nuevas reglas fiscales en la UE, aquí nos centramos en el Marco Común (MC) para el tratamiento de la deuda impulsado por el G20 y el Club de París para los Países de Renta Baja (PRB).
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La respuesta del FMI a la crisis de la COVID-19
La crisis del COVID-19 ha generado una profunda recesión en la economía global, no vista desde la Gran Depresión, que el FMI ha etiquetado como “El Gran Confinamiento”. A lo largo del último mes, el Fondo ha estado perfilando su respuesta a la crisis que ayer quedó ratificada en las Reuniones de Primavera celebradas en formato virtual. La respuesta para la actual fase de contención se centra en tres ejes: ampliación de los préstamos de emergencia, un nuevo préstamo de liquidez y el alivio de la deuda para los países más pobres. El próximo paso será apoyar a los países en la fase de recuperación, lo que pasará por nuevos programas convencionales que sucedan a los de emergencia y por la necesidad de reevaluar el marco macroeconómico tras la crisis.
México: La cuesta del diecisiete
Con el tránsito del año, los traders suelen actualizar la lista de países considerados vulnerables. Es probable que la economía mexicana haya sido de las más evocadas en las salas de contratación durante las navidades. Y es que el nuevo presidente de su principal socio comercial les ha puesto en su punto de mira, amenazándoles con muros, aranceles, deportaciones masivas e incluso bloqueo a las remesas de los emigrantes. El peso mexicano se convirtió de hecho en uno de los más finos indicadores del estado de la contienda electoral estadounidense. Desde el 9 de noviembre ha perdido un 16% de su valor respecto al dólar.