Tras meses de expectación, Mario Draghi presentó el pasado 9 de septiembre su informe “El futuro de la competitividad de Europa”. Para ser un hombre de pocas palabras, entregar un documento de casi 400 páginas podría parecer raro, pero al leerlo se explica el motivo: hay mucho trigo y poca paja. Sin duda, mucho trabajo detrás.
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Europa se está quedando atrás
A finales de los años 90 del siglo pasado la Unión Europea decidió profundizar su mercado único y al mismo tiempo crear el euro, con considerable éxito. Pero entonces competía con otras potencias y sus empresas se encontraban en la frontera tecnológica. Dos décadas y varias crisis después, las empresas de Estados Unidos lideran la tecnología mundial y las empresas europeas se están quedando atrás, tanto en inversión en capital como en investigación y desarrollo y productividad. Entre 1995 y 2007, el crecimiento del PIB por habitante en Estados Unidos fue muy superior al de la zona euro, y cuando llegó la crisis financiera de 2008 Europa había acumulado una pérdida de productividad del 20%.
Regular por regular, mal
¿Creían que el Brexit había terminado? Pues no, aún colea. El 1 de febrero el gobierno británico lanzará la primera etapa de su nueva política de control en frontera de productos vegetales y animales importados de la Unión Europea. Estos controles los habían pospuesto ya cinco veces desde que entrara en vigor el Acuerdo de Comercio y Cooperación entre la UE y el Reino Unido en enero de 2021, debido al miedo a que espolearan la inflación. Pero alguna vez había que empezar: desde ahora los productos animales y vegetales europeos requerirán un certificado sanitario (al igual que los que la UE exige en frontera a los productos británicos) y mucho papeleo adicional. En una fase posterior, a partir del 1 de mayo, comenzarán las inspecciones físicas (aunque no se sabe de dónde van a sacar los muchos inspectores necesarios para lograrlo).
Fondos UE de la generación anterior
En un viejo chiste de El Roto, un hombre con un cigarrillo en la boca decía: “Compre tabaco, es bueno para Hacienda” y añadía después: “pero no lo fume, es malo para Sanidad”. Con las ayudas de Estado en la Unión Europea parece repetirse la escena, ya que algunos países le dicen a la Comisión: “Flexibilice las ayudas de Estado, son buenas para la política industrial”, pero añaden: “pero no las autorice, son malas para el Mercado Único”.
Algunas verdades sobre la competitividad empresarial
El crecimiento del comercio mundial –que tiende a moverse acompasado con la inversión– se está reduciendo a medida que avanza el año. Hasta cierto punto, es comprensible: ni el comercio ni la inversión son amigos de la incertidumbre, y precisamente de incertidumbre viene este otoño bastante cargado. Aunque hay algunos factores puramente económicos, como la ralentización del sector del automóvil en Alemania, o los aún inciertos efectos de la enorme masa de bonos con tipos negativos, gran parte de las incógnitas tienen que ver con la política, y tienen nombre y apellidos: la guerra comercial y tecnológica de Donald Trump (y la reacción de Xi Jingpin), la posible caída de Mauricio Macri, o el brexit de Boris Johnson. En el fondo, decisiones políticas transformadas en riesgo económico.
En este contexto, las exportaciones españolas –que por el momento resisten, sobre todo gracias a la pujanza de los servicios comerciales distintos del turismo– pronto acusarán la ralentización del crecimiento mundial. Entonces se comenzará a hablar de nuevo, como siempre, de la competitividad de las exportaciones españolas, y creo que es un buen momento para recordar algunas evidencias que no siempre se reflejan adecuadamente en los análisis.
Exportaciones de servicios en España: más allá del turismo
Cuando el consejero delegado de Apple, Tim Cook, presentó los resultados de 2018, destacó el contraste entre las malas perspectivas de la venta de iPhones y la favorable evolución del negocio en el área de servicios y aplicaciones, que será la base de su negocio futuro para hacer frente a la creciente competencia en terminales procedente de Asia. Se sumaba así activamente al fuerte dinamismo del comercio mundial de servicios, según McKinsey uno de los cambios estructurales más importantes acaecidos en la última década dentro del proceso de globalización –junto a la contracción de las cadenas de valor global y a la apertura de nuevos canales comerciales a través de la digitalización.
Esta creciente importancia del comercio de servicios se ha relacionado con el proceso de terciarización y la liberalización del comercio, pero también con otras transformaciones como la servitización de la industria –que desdibuja la tradicional división sectorial de las actividades económicas– y, sobre todo, los avances tecnológicos y digitales –que han facilitado enormemente la comercialización de los servicios.
El comercio moderno y la devaluación devaluada
El presidente de Estados Unidos Harry Truman dijo una vez que quería solo economistas mancos, porque todos los que tenía le decían siempre “on the one hand” (por un lado) y “on the other hand” (por otro). Si aún viviera se daría cuenta de que la economía moderna, cada vez más integrada a nivel mundial, tiene cada vez menos economistas mancos, y los que lo son es porque generalmente se resisten a considerar las derivadas cada vez más complejas de cada medida de política económica.
Esta complejidad se manifiesta especialmente en el ámbito del comercio internacional y sus precios relativos.
¿Dónde está el Coste del Capital Unitario?
Siempre que se habla de la competitividad de una economía se dice que hay que ligar los salarios a la productividad, o que hay que mantener el coste laboral unitario. Tiene sentido: unos costes laborales que aumenten sistemáticamente por encima de la productividad terminarán por encarecer el producto o comerse el beneficio y hacer el negocio no sólo poco competitivo, sino ruinoso. Pero como todo en economía, los matices son muy importantes y cuando hablamos del coste laboral unitario hay que saber bien de qué estamos hablando (y de qué no).