«Skin in the game», de NassimTaleb

Nassim Taleb, polémico y cáustico ensayista, ha presentado una nueva entrega de la serie de libros que engloba bajo el nombre de Incerto (incertidumbre en latín). Este nuevo libro, Skin in the game, viene a añadirse a anteriores aportaciones: Fooled by randomness, El cisne negro y Antifrágil. En España se ha publicado recientemente El lecho de Procusto, una recopilación de los aforismos filosóficos que Nassim Taleb suele insertar en sus libros. El cisne negro alcanzo un notable éxito y le dio a conocer al gran público, dando nombre a la ocurrencia de acontecimientos de baja probabilidad y graves consecuencias.

Debe reconocerse la originalidad e interés de las aportaciones de Nassim Taleb, pero al mismo tiempo abusa de las descalificaciones arrogantes y destempladas hacia otros pensadores o colectivos. Particularmente en Skin in the game el equilibrio entre originalidad y descalificación se ha inclinado del lado de esta última.

La idea que se plantea en Skin in the game –que podríamos traducir como dejarse la piel en el juego–, es sencilla: en un sistema social, debe existir simetría en la toma de decisiones que implican riesgos, de forma que el responsable o responsables deben asumir en alguna medida las consecuencias. Quienes no toman riesgos no deben estar involucrados en la toma de decisiones.

Desde este planteamiento, el primer objeto de sus descalificaciones es la burocracia, a la que que considera una construcción cuya finalidad es aislar una persona de las consecuencias de sus acciones.   Así, señala que las trágicas consecuencias de la invasión de Irak en modo alguno han afectado a los asesores o funcionarios que las recomendaron, sobre los que Taleb –haciendo uso de su vena sarcástica– comenta que “continúan su trabajo desde el confort de su casa suburbana, térmicamente regulada, con garaje para dos vehículos, una pequeña área de hierba libre de pesticidas para que jueguen sus sobreprotegidos 2,2 hijos”.

Esta asimetría puede presentarse en el sector privado. Es el caso de Robert Rubin, que fue secretario del Tesoro, que consiguió 120 millones de dólares de Citibank antes de 2008 cuando este banco tuvo que ser rescatado a expensas de los contribuyentes. Para Taleb no es el mercado responsable de esta asimetría, sino el gobierno a través del mecanismo de rescate bancario.

Por otra parte, el mecanismo de transferencia de riesgos tiene graves consecuencias en la dinámica del sistema, al no desplazar a los causantes de los problemas, quienes mantienen su posición hasta que se produce una implosión por acumulación de errores. Se bloquea así la adaptación del sistema, que debería proceder por eliminación de las partes no funcionales.

Los economistas no salen bien parados en las críticas que Taleb va dejando caer a lo largo del libro. Sirvan de muestra algunos de sus comentarios:  “…desde el punto de vista científico, la Macroeconomía y la Economía financiera quedarían por debajo de la Astrología”; “ los economistas han perdido contacto con la realidad desarrollando modelos teóricos que son evaluados por sus propios colegas entrando en un ritual de publicaciones que se autoalimenta con referencias cruzadas”; “… saber economía no significa saber algo sobre la economía real, sino más bien teorías la mayoría de las cuales son porquería producida por economistas”

Economistas que gozan de reconocido prestigio, como Piketty, Krugman o Stiglitz son objeto de comentarios poco favorables. Cuestiona el trabajo de Piketty porque utiliza un concepto estático de desigualdad. Al analizar la evolución en el tiempo del porcentaje de riqueza que detenta el 1% de la población, se ignoran los cambios en las personas que integran dicho porcentaje, es decir las entradas y salidas. Para Taleb la desigualdad debe ser dinámica o ergódica tomando en cuenta el ciclo vital. Habría perfecta ergodicidad cuando el porcentaje del ciclo de vida bajo las condiciones de las diferentes clases sociales fuera equivalente a lo que dicha clase social representa en una sección transversal de la economía.  Por el contrario, no habría ergodicidad cuando las personas que integran las diferentes clases sociales fueran siempre las mismas. Es decir, no habría movilidad entre clases sociales. A este respecto, Taleb indica que, al contrario que la desigualdad estática, la desigualdad ergódica es menor en Estados Unidos que en Europa dada la mayor movilidad entre clases sociales. Incidentalmente debe señalarse que la idea de mayor movilidad social en Estados Unidos aparece cuestionada por la denominada curva del Gran Gatsby (que veíamos aquí).

La crítica a Piketty no se limita a que haya utilizado medidas estáticas de desigualdad, sino que denuncia también la existencia de errores en el razonamiento que llevan a sobrevalorar el aumento de la desigualdad. Sin embargo, ignorando sus fundamentadas observaciones, los economistas han cerrado filas en defensa del trabajo de Piketty.

Destaca Taleb la importancia de la escala en el funcionamiento de los sistemas. Tomando como referencia el trabajo clásico de sobre la Tragedia de los Comunes –donde se pone en evidencia como la explotación colectiva de un recurso lleva a su agotamiento mientras que la privatización permitiría su conservación–, Taleb señala que la privatización no sería siempre la única alternativa posible, porque los estudios empíricos demuestran que la forma más eficaz de explotación depende del tamaño del sistema. A medida que crece el numero de participantes al incrementarse las interacciones, varía el comportamiento del sistema. De ahí que en la organización social las normas de funcionamiento serán distintas a diferentes niveles de integración. La descentralización sería el criterio para afrontar este problema.

Skin in the game permite reforzar la antifragilidad del sistema. Este concepto, desarrollado en su anterior trabajo, significa la capacidad del sistema para salir reforzado en bajo condiciones adversas. Va más allá del concepto de resiliencia, que supone la capacidad de resistir condiciones adversas, pero sin afectar la estructura del sistema. La antifragilidad viene a la mente en la evolución darwiniana, que en condiciones adversas permite reforzar la supervivencia por eliminación de los no adaptados. Skin in the game permitiría apartar aquellos agentes cuyas decisiones tienen efectos negativos en el sistema.

Para demostrar la prevalencia y ubicuidad del concepto de skin in the game, Taleb se embarca en digresiones a veces extensas sobre temas tan variados como el papel de las minorías, los efectos nocivos del universalismo, la teología cristiana, el comportamiento de los médicos, la confusión de los historiadores, el prestigio de Aníbal, la difusión de genes y de lenguajes, la distribución del paganismo o el criterio para definir la racionalidad. Este amplio recorrido probablemente debilita el concepto, porque en algunos casos las conexiones que establece resultan un tanto forzadas. En el caso de la teología cristiana, Taleb considera que los Padres de la Iglesia insistieron en defender   la doble naturaleza de Jesucristo para dotar a su figura de un componente skin in the game: una naturaleza exclusivamente divina –y como tal ajena al sufrimiento– habría dejado sin valor su sacrificio, y con una naturaleza exclusivamente humana su sacrificio no hubiera tenido capacidad redentora.

En resumen, Taleb es extremista en sus planteamientos: por una parte, el concepto de skin in the game –a semejanza del bálsamo de Fierabrás– permitiría explicar todos los males, y por otra, quienes no comparten su visión son calificados como intelectuales idiotas. Con todo, aporta e ideas y perspectivas novedosas y, aunque sus comentarios tienden a la caricatura, contienen un punto de verdad. Por citar el caso de los economistas, debe reconocerse su tendencia a desarrollar modelos teóricos pretendidamente objetivos, pero ajenos a la realidad existente.