En 1954 el Tribunal Supremo de Estados Unidos adoptó una de sus decisiones más trascendentes del siglo XX, la de Brown contra el Consejo de Educación, que declaró inconstitucional la segregación en la educación pública. En la sentencia, los jueces introdujeron como elemento determinante el daño psicológico irreversible que podría causar a los niños la separación por razas, apoyándolo en la investigación reciente en ciencias sociales. En esa famosa nota al pie número 11, el último de los trabajos citados era An American Dilemma, publicado por el economista sueco Gunnar Myrdal diez años antes. Encontré uno de sus últimos libros publicados (Against the stream, 1972) en una librería de segunda mano del Eastern Market en Washington D.C. y me ha llamado la atención lo pertinentes que son sus preocupaciones para los debates actuales.
Myrdal estudió derecho antes de descubrir la economía de la mano de Gustav Cassel en Estocolmo. Durante unos años fue un teórico puro y su tesis se dedicó al efecto de las expectativas sobre la teoría de determinación de los precios. Pero como a otros coetáneos, la experiencia de los años treinta le marcó y lo acabó convirtiendo en un institucionalista.
Poco después de que el Partido Socialdemócrata sueco ganara las elecciones en 1932, inspiró la aplicación de una política presupuestaria anticíclica, tres años antes de que Keynes publicara su Teoría General. No es que tuviera particular presciencia; los economistas suecos ya estaban familiarizados con el análisis de Wicksell sobre los efectos macroeconómicos de la desviación del tipo de interés respecto a su nivel natural. Se implicó de lleno en la construcción del estado del bienestar sueco después de la guerra, fue ministro de comercio y miembro del consejo del banco central. Después pasó una década como director ejecutivo de la comisión económica de las Naciones Unidas para Europa en Ginebra y su interés fue desplazándose cada vez más hacia los problemas del desarrollo. En su monumental obra An Asian drama (con el familiar subtítulo de Una investigación sobre la pobreza de las naciones) resultado de diez años de investigación, trató de desentrañar las causas del atraso relativo del sur del continente.
Su análisis de los problemas sociales y las posibles reformas políticas para abordarlos le llevó a defender una metodología consciente de las limitaciones y sesgos a los que se enfrentan las ciencias sociales. Era escéptico sobre la existencia de la economía como ciencia neutral y objetiva. Ya en una de sus primeras obras, analizó cómo las doctrinas políticas y los intereses dominantes en cada época habían condicionado la evolución de la teoría económica. Su reproche principal a la economía establecida era que “…pretendiendo aplicar un razonamiento estricto, preciso y riguroso, se da a menudo una falta de cuidado sobre los supuestos y los conceptos utilizados, que en muchas ocasiones no son ni lógicamente consistentes ni adecuados a la realidad”.
Distinguió entre hipótesis sobre la realidad, cuyo acercamiento a la verdad es contrastable y los juicios de valor subjetivos determinados por la tradición y el entorno. Sobre estos últimos consideró que se emplean no solo para la reflexión normativa sobre políticas sino también en el trabajo positivo sobre el estudio de la realidad. Es imprescindible por tanto que el economista los explicite y sea consciente de ellos. Esta aproximación le situaba más cerca de la economía política clásica que de sus antecedentes inmediatos neoclásicos. Y en la política le sucedió otro tanto: le inspiraban más los primeros socialistas utópicos que el marxismo.
El hilo conductor del quehacer profesional de Myrdal fue la preocupación por la igualdad. En Suecia, contribuyó a poner en práctica un conjunto de reformas centradas en la infancia, la salud, la educación y la vivienda, que ponían el énfasis en aprovechar las capacidades de todos los ciudadanos, no mediante transferencias monetarias sino a través de bienes preferentes (cuyo consumo es accesible a todos). A su juicio, estas intervenciones eran productivas para la economía porque conseguían elevar la productividad. Se fue construyendo así un modelo exitoso en lo económico y en lo social en el que la producción de bienes y servicios quedaba en gran medida en manos de capital privado, pero sujeta a un grado de intervención muy alto para facilitar la igualdad mediante la socialización del consumo.
Myrdal no encontraba razones para que los valores morales sobre los que se sustentó el Estado del Bienestar se quedaran en la frontera. La dignidad de la persona humana, la igualdad de oportunidades y el socorro frente a las necesidades sobrevenidas obligaban a trasladar los esfuerzos de reforma a los países en desarrollo. La tarea era ingente porque desde la descolonización y con algunas excepciones, la tendencia apuntaba a una ampliación de la brecha entre las élites y el resto de la población. Sostuvo que era necesario reducir esta desigualdad como condición para impulsar un proceso exitoso de desarrollo. Y había que hacerlo de nuevo afrontando la desnutrición y el analfabetismo para poder avanzar en productividad.
Su contribución teórica más conocida fue probablemente la concepción del desarrollo como un proceso de causación acumulativa. Este término un tanto abstruso apunta a una dinámica de desequilibrio en la que el funcionamiento autónomo del mercado no es estabilizador sino amplificador (en estos casos se habla de un sistema con retroalimentación positiva). Por ejemplo, las diferencias entre regiones dentro de un país en desarrollo tenderán a aumentar por la acción de la acumulación, los movimientos de capital y los desplazamientos de trabajo y conocimiento.
El camino al desarrollo tenía que pasar por tanto por una estrategia pública que consiguiera impulsar ese proceso de causación en una senda virtuosa. La mayor dificultad es que muchos estados de países en desarrollo son débiles y no tienen la capacidad institucional ni política para instrumentar estos cambios.
Aunque defendió las bondades de la integración económica, se alineó con algunas de las tesis estructuralistas sobre la necesidad de cambiar las condiciones en las que los países en desarrollo participaban en los intercambios comerciales y los movimientos de capital.
El intento de llegar a explicaciones holísticas de problemas como el desarrollo limitaron en algunos casos las posibilidades de encontrar soluciones factibles de política económica. Por ejemplo, hay quien criticó su análisis de las dificultades para el desarrollo en Asia por ceñirse a la crítica: de las estadísticas, de las instituciones, de la ayuda… pero sin formular recomendaciones coherentes para abordar los problemas (aunque quizá en perspectiva, la vía pragmática de apertura dirigida que defendió no le ha ido tan mal a varios países de la región).
En 1974 recibió el Premio Nobel de economía, que compartió nada menos que con Hayek. La Academia Sueca hizo gala en esta ocasión de un notable gusto para los maridajes inesperados. Eran dos figuras antagónicas en su filosofía política pero que compartían posiblemente más cosas de las que podía parecer (en lo metodológico e incluso en algunos valores liberales humanistas).
Su discurso de recepción del premio no fue de los más brillantes. Y es muy posible que en perspectiva minusvalorara las posibilidades que la inserción en la economía global ofrecía a los países en desarrollo. Pero sus méritos y, sobre todo, sus contribuciones como economista político a la comprensión y solución de los problemas sociales fueron extraordinarias. El sentido crítico, la atención a las instituciones, la pasión por la igualdad de oportunidades y la defensa de la su compatibilidad con el progreso económico son todas virtudes para que los economistas podamos afrontar los desafíos de este tiempo.
Muy bien Gonzalo, gran reflexion. Leer el Asian Drama es duro por lo largo y detallado que es. Se necesita tiempo y mucha reflexion. Pero lo recominedo. Noto que tuvo muy poca relevancia en Asia. Sigo en ingles…….
The assessment of the Asian Drama was not, however, unanimous, for two main reasons. First, some commentators, both in the West and in part of Asia, thought that he was overly pessimistic as he took a very static view of development and traditional societies. Second, the book was more an analysis of what was wrong in these countries, and a debunking of conventional views about development (he deemed irrelevant, for example, the notions of income, industrialization, urbanization or unemployment, as valid constructs to analyze development), than a set of proposals and solutions. Myrdal disapproved Communism (as well as uncontrolled laissez- faire market) but acknowledged that it would grow increasingly influential as a model for development. Ultimately, he proposed for these countries a rather Western, social-democratic vision.
Consequently, the reality was that Myrdal’s work did not have much influence among policy makers (not even in India where much of the book focused), partly because the book felt short on practical policy suggestions, and because by the time Myrdal published his opus magnum, other parts of Asia were already on a fast-growth track. First and foremost was Japan (although this country was not part of the Asian Drama), which after the post-war chaos (1945-49) and the recovery (1950-59), entered a decade (1960-69) of very rapid growth, when income doubled. It did so by implementing a growth model that would deliver the highest growth rates that humanity had ever experienced. Versions of this model were also implemented by a small group of economies shortly afterwards: South Korea, Singapore, Taiwain, and Hong Kong, and also by Indonesia, Malaysia and Thailand. Not all Asian countries, however, implemented this model and their growth rates have been significantly lower, leading to divergence within the region. The mid-1960s saw the third revolution of agriculture in the form of the Green Revolution. This had a profound impact on Asia, similar to that of the agricultural revolution in Europe during the 17th and 18th centuries.
Gracias, Jesús. Cuando estaba indagando sobre Asian Drama me acordé de tí y supuse que habrías leído el libro y tendrías una opinión formada sobre él. También me pregunté si la experiencia posterior de rápido desarrollo de varias economías asiáticas no cuestionaron en la práctica algunas de sus ideas sobre la dificultad de desarrollarse con una estrategia orientada a la exportación.