No era un buen augurio. A la una de la mañana del lunes 6 de marzo, el Presidente Roosevelt, que había tomado posesión de su cargo apenas treinta y seis horas antes, aprobó la orden 2039, por la que se suspendían con efecto inmediato todas las actividades bancarias. Durante una semana, los ciudadanos estadounidenses no pudieron retirar dinero de sus cuentas ni cobrar cheques. El día 9 de marzo el Congreso aprobó la Ley Bancaria de Emergencia, con disposiciones que trataban de apoyar a los bancos solventes y de facilitar la restructuración y saneamiento de los bancos en dificultades. Cuando, al inicio de la semana siguiente, la mayoría de los bancos volvieron a abrir sus puertas, la sorpresa fue que los depósitos tendieron a superar a las retiradas de fondos.
La rápida estabilización de la grave crisis bancaria fue solo la primera muestra del impulso de la nueva administración para enderezar un sistema económico que estaba desmoronándose. Desde el hundimiento de la bolsa en octubre de 1929, el PIB había caído un tercio y la tasa de paro había llegado al 25% de la población (más de 15 millones de trabajadores según la estimación del Departamento de Trabajo). La quiebra de miles de bancos desencadenó un pánico que provocó una fuerte contracción del crédito, los depósitos y la oferta monetaria. La doctrina del primer Secretario del Tesoro del Presidente Hoover, Andrew Mellon, que consistía en dejar que la economía purgara los excesos de oferta mediante la liquidación general, acabó resultando letal. La deflación se extendió como una plaga, dejando las cosechas sin recoger por falta de demanda, las casas vacías sin propietarios ni inquilinos y las calles llenas de parados tratando de ganarse unos centavos o de encontrar un techo.
En los primeros cien días de la administración Roosevelt, en un clima de emergencia nacional similar al de una guerra, se aprobó un conjunto de leyes con el objetivo de quebrar el proceso deflacionista y sentar las bases para una recuperación de la economía. El Congreso aprobó leyes como la de Recuperación de la Industria Nacional y la de Ajuste Agrícola, tratando de elevar los precios, aumentar el empleo con programas públicos y apoyar a los Estados en su lucha contra la depresión.
Un elemento esencial de este primer embate fue el abandono del patrón oro, pilar indiscutible del orden monetario anterior a la primera guerra mundial. Aunque en su tiempo fue una medida criticada como herética, las investigaciones posteriores concluyen que el abandono del patrón oro fue esencial para la recuperación de la Gran Depresión. Permitió a las autoridades públicas asumir el control de la oferta monetaria y dar la vuelta al proceso deflacionista mediante la expansión del crédito. La política fiscal también tuvo su protagonismo, pero probablemente fue un factor de orden secundario respecto a la recuperación de la soberanía monetaria. El gasto público sobre el PIB más que se dobló (pasando del entorno del 4% hasta llegar al 9%), pero el aumento del déficit fue moderado, gracias al incremento que también se produjo en la recaudación.
Keynes se dirigió al Presidente Roosevelt en una carta abierta el 31 de diciembre de 1933 publicada en el New York Times, en la que refleja con agudeza el momento:
Se ha hecho usted el destinatario de la confianza de todos los que en cada país buscan arreglar los males de nuestra condición a través de la experimentación razonada y dentro del marco del sistema social existente. Si falla, el cambio racional se verá gravemente perjudicado en todo el mundo, dejando a la ortodoxia y a la revolución para que se lo peleen. Pero si tiene éxito, nuevos y más audaces métodos serán probados por doquier y su llegada al poder será entonces el primer capítulo de una nueva era económica.
A pesar de la carta, y del encuentro que ambos personajes tuvieron en mayo de 1934, la influencia del pensamiento de Keynes en el New Deal fue inicialmente mínima. Prueba de ello sería lo que sucedió pocos años más tarde, cuando la administración provocó una nueva recesión por su propósito de restablecer el equilibrio presupuestario.
En cualquier caso, el programa de choque inicial tuvo continuidad durante las siguientes administraciones de Roosevelt, que llegó a ganar hasta cuatro elecciones. Una vez conseguida la estabilización de la economía y la posterior recuperación, el objetivo se amplió para introducir cambios de calado en las instituciones básicas de la economía estadounidense. El New Deal comprendería tanto las medidas iniciales de estabilización como, sobre todo, estas reformas cuyos efectos iban a fijar durante décadas la evolución de la sociedad y la economía de los Estados Unidos.
Un buen ejemplo fue el sistema financiero, en el que la regulación y el esquema institucional básico que se establecieron en los años treinta perduraron sin grandes cambios hasta finales de los noventa. La agencia federal de garantía de depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) se convirtió en la encargada de velar por la estabilidad del sistema bancario y de intervenir de forma temprana para resolver crisis bancarias. También la Ley del Mercado de Valores, la separación entre las actividades bancarias y las de prestación de servicios de inversión e incluso la agencia hipotecaria Fannie Mae son hijas del New Deal.
En un país que en el terreno laboral y social estaba por detrás de la mayoría de las economías de Europa Occidental, la Ley de Seguridad Social y la Ley Nacional de Relaciones Laborales, ambas de 1935, mostraron la voluntad de avanzar en la dirección de un estado social. Se protegió el derecho de sindicación y se fomentó la negociación colectiva, incentivando un aumento de la tasa de afiliación, que pasó de menos del 5% a principios de los años treinta hasta el 15% a finales de los años cuarenta.
El New Deal consiguió levantar a la economía estadounidense de su postración con relativa rapidez. Como se observa en el gráfico, el PIB comenzó a crecer con fuerza en 1934 y lo siguió haciendo el resto de la década con la excepción de 1938.
No obstante, el balance sobre las políticas de aquellos años no es todo de color de rosa. Una corriente revisionista de inspiración neoliberal sostiene que muchas de las medidas intervencionistas del New Deal dificultaron la recuperación de la economía e impidieron un descenso más pronunciado del paro (ver por ejemplo este artículo de Amity Shlaes). El debate arreció en los peores momentos de la crisis, coincidiendo con el programa de estímulo de la primera administración de Obama (en el Senado se celebraron incluso unas comparecencias sobre el tema). Y sin duda no estuvo exento de errores y de improvisaciones. Hubo mucho de experimentación y en algunos casos es muy probable que las medidas para elevar el nivel de precios y reactivar la demanda acabaran afectando negativamente a la producción.
Entonces, ¿por qué puede seguir siendo hoy el New Deal fuente de inspiración? El mundo se volvió a asomar a la depresión en los últimos meses de 2008. La reacción de las autoridades económicas consiguió evitarla esta vez. Pero ocho años después, si algo parece claro es que el capitalismo globalizado de principios del siglo XXI necesita enderezar el rumbo. Y en los países desarrollados el malestar de amplias capas de la población y la evolución reciente de la dinámica política piden a gritos un cambio profundo.
En un momento histórico crítico, el New Deal marcó el camino para civilizar el capitalismo. Y lo hizo con una redefinición de la relación entre el Estado, los ciudadanos y las empresas. Y con una visión revisada del funcionamiento de la economía. La conjunción de ese impulso inicial procedente de EEUU con la revolución keynesiana (recordemos que la Teoría General se publicó en 1936), el consenso político de posguerra a favor del Estado del Bienestar y el esquema de cooperación internacional alumbrado en Bretton Woods sentó las bases para un largo período de prosperidad compartida. En todo este movimiento político, económico y social subyacía además un nuevo enfoque ético, que consideraba nocivo para la sociedad el culto a la acumulación de dinero y sostenía que la plena libertad de los ciudadanos exigía una actuación de los poderes públicos para librarlos de la necesidad, la ignorancia y la enfermedad.
Hoy, sin emergencia pero con urgencia, necesitamos esas nuevas ideas y políticas económicas, esa audacia, ese impulso reformador. En definitiva, ese empeño en seguir civilizando el capitalismo, pero esta vez a escala global.
Mucho se ha escrito y muy discrepantes son las opiniones sobre que causo la gran depresion y si las politicas adoptadas durante los gobiernos de Hoover y Roosvelt fueron acertadas o agravaron el problema.
De todas formas, hay datos de la economia de USA que creo que hay que considerar:
– Gasto del gobierno / PIB en 1929 era del orden del 15%. Ahora creo que ha superado el 40%
– Deuda / PIB en 1929 era del 18%. Ahora ha superado el 100%.
Por lo tanto, suponiendo que las politicas keynesianas que aplico Roosvelt fueron correctas y beneficiosas a medio y largo plazo, lo que parece evidente es que el margen que habia en 1929 era mucho mayor que el que hay ahora. Es decir, tiene que haber un limite a la expansion/politica fiscal, o, lo que es lo mismo, al tamanio del Estado. Cada estimulo fiscal que se adopta supone una reduccion de la distancia finita que existe entre nuesta situacion actual y dicho limite.
Gracias Francisco. Creo que los datos para 1929 son más bajos de lo que señalas y el gasto público sobre el PIB ahora está en el 35%, entre los más bajos de los países desarrollados. Claro que hay límites a la expansión del tamaño del sector público, pero Estados Unidos no parece estar cerca de ese límite (piensa que hay ejemplos de sociedades con alta renta per capita que funcionan con niveles de gasto público superiores al 50%). Las elecciones de esta semana apuntan a un repliegue del sector público, aunque por lo que parece, lo que se va a testar son los límites del déficit y la deuda.
La verdad es que ha sido una sorpresa las elecciones en USA. Si el presidente electo lleva realmente a cabo su programa de infraestructuras (lo dudo mucho, pero veremos…), vamos a ver los limites de la politica fiscal y monetaria. De momento llama la atencion el fortisimo repunte de los tipos de interes de la deuda publica de US en el mercado secundario, tras las elecciones. Estaremos atentos esta semana aver si sigue esta tendencia.
Por cierto, tienes razon el gasto publico / PIB en USA es actualmente un 35%. Supero el 40% en 2009, pero ahora ha bajado, me imagino que por incremento del PIB, no por recorte de gastos.
Dentro de su programa de expansión fiscal, está mejor definida la rebaja generalizada de impuestos directos (que podría suponer perder alrededor de 4,5 billones de dólares de recaudación en una década según las estimaciones de la Tax Foundation) que el programa de inversión en infraestructuras. Será interesante ver cómo pretende obtener recursos para esas inversiones; el Congreso de mayoría republicana ha sido hasta ahora muy reacio a asignar partidas presupuestarias para estos fines.
Sin duda, con las camaras controladas por los republicanos, lo va a tener mucho mas facil bajar impuestos que aumentar gasto. En todo caso, todo esto apunta a subidas de los tipos de interes, que representa un grave peligro para la estabilidad del sistema, debido a la elevada deuda publica y privada. Sin duda un tema a observar con cuidado en los proximos meses. De momento los intereses siguen subiendo fuertemente. El tipo de interes del bono a 10 anios americano ha subido desde las elecciones del 1.85% al 2.35%.