Esta es la pregunta que nos hacemos desde el 7 de mayo todos aquellos que llevamos euros en el bolsillo. Para empezar a buscar pistas, conviene recordar que no es la primera vez que el nuevo presidente francés trata de alcanzar una entente con Alemania para reforzar la Unión Monetaria. En noviembre de 2014, siendo ministros de economía, Macron y Sigmar Gabriel hicieron público el informe Reformas, inversión y crecimiento: una agenda para Francia, Alemania y Europa, escrito por Henrik Enderlein, director del Delors Institute-Berlin y Jean Pisany-Ferry.
Para salir del marasmo heredado de la crisis el informe proponía un compromiso político de reformas en los dos países. Francia tomaría más medidas para avanzar hacia la flexi-seguridad en el mercado de trabajo, mejorar su competitividad y reformar el Estado. Alemania, con menos urgencia, abordaría su reto demográfico mejorando la tasa de actividad femenina y preparándose para la absorción de inmigrantes, al tiempo que trataría de equilibrar su patrón de crecimiento con mayor peso de la demanda interna. Como segundo pilar, se avanzaban propuestas para reactivar la inversión, con mayores recursos públicos y mecanismos para compartir el riesgo en proyectos privados. Por último, se proponía redescubrir y reinventar el modelo social europeo desde un enfoque común.
Según uno de los asesores del socialdemócrata Gabriel, aquel intento no fraguó por la oposición del centro-derecha, mayoritario en el gobierno. Pero el episodio es significativo porque indica que el presidente francés conoce bien las preocupaciones del gobierno alemán y sabe cuál es el coste que acarrea un fracaso al tratar de convencerle.
El programa con el que Macron ha accedido a la presidencia propone la creación de un presupuesto común del área del euro con tres funciones: financiar las inversiones de largo plazo, proveer asistencia financiera de emergencia y reaccionar ante crisis económicas. La responsabilidad sobre este presupuesto la ejercería un Ministro de Finanzas del euro, sujeto al control de un parlamento formado por los europarlamentarios de los países miembros de la moneda única. Para complementar este esquema, debería establecerse una base común de derechos sociales que fije estándares mínimos en materia de derecho a la formación, a la asistencia sanitaria, salario mínimo y prestación por desempleo, tomando en cuenta los distintos niveles de desarrollo de los miembros.
Confiando en que alguno de los asesores de Macron lea Blog NewDeal o Agenda Pública, nos permitiríamos formularle tres recomendaciones para que estas propuestas encuentren eco en Berlín:
- Empezar por restablecer la confianza. La nefasta gestión de la crisis del euro ha hecho trizas la cohesión política sobre la que siempre se ha asentado el proyecto de integración monetaria. La violación de facto de la cláusula de no apoyo mutuo del Tratado con el préstamo a Grecia en 2010, que fue una condición clave para que Alemania aceptara renunciar al marco, dio paso a una espiral de despropósitos. Se sucedieron así los castigos ejemplarizantes (como el programa de Grecia), las invitaciones irresponsables a la inestabilidad (como la declaración de Dauville de Merkel y Sarkozy) y las resistencias dogmáticas a aplicar los remedios eficaces para acabar con la crisis. Los resultados han sido unas consecuencias sociales devastadoras en muchos países miembros y unas heridas que tardarán en cicatrizars. Alemania debe cerrar esa etapa y reconocer que todos, incluida Grecia, han dado prueba más que suficiente de su voluntad de permanecer en el euro, a pesar del sufrimiento y los sacrificios. Al mismo tiempo, Francia (y el resto de países golpeados por la crisis) debe ganarse la credibilidad del resto del área cumpliendo las normas fiscales y acometiendo las reformas estructurales que ha prometido el presidente.
- Paciencia y método comunitario. Preparar al euro para que no repita en su madurez la crisis existencial de su adolescencia llevará tiempo. Ya hemos superado la fase de los acuerdos in extremis y los parches intergubernamentales rubricados de madrugada. Lo esencial ahora es abrir un debate franco, sosegado y sin tabúes que vuelva a recuperar el espíritu del que nació la moneda única: la voluntad de hacer cosas juntos para crear prosperidad y progreso social. Como suele recomendar Delors, sería deseable volver al método comunitario para estructurar este debate. El marco ya existe, puesto que el Informe de los Cinco Presidentes de junio de 2015 ya avanza un programa cuya segunda etapa, la definitiva en la profundización de la integración, se iniciaría en el segundo semestre de este año. En principio, la Comisión tendría que elaborar un Libro Blanco, asesorada por un grupo de expertos, con propuestas que permitan establecer nuevos criterios de convergencia, cuyo cumplimiento generalizado conduzca a la creación de un mecanismo fiscal de estabilización y un Tesoro del euro.
- Gradualismo pragmático. Hay que zafarse de la camisa de fuerza que ha bloqueado el debate en los últimos años, derivada del temor centroeuropeo a los eurobonos y a una unión de transferencias (donde ellos tendrían que subsidiar permanentemente a los países del sur). Empecemos por conseguir que funcione bien lo que ya hemos decidido poner en común, que es la política monetaria y la supervisión bancaria. Alemania debería vencer sus recelos hacia las propuestas para completar la Unión Bancaria, que pondrían en común el sistema de garantía de depósitos y la financiación de última instancia del fondo único de resolución de bancos. Aquí la responsabilidad ya es federal, de manera que la financiación también debe serlo en cumplimiento del principio de consistencia entre obligaciones y responsabilidades. Después hablemos de crecimiento y de inversión, estudiando fórmulas para conseguir que la política fiscal del conjunto del área sea la adecuada para el elevado volumen de recursos ociosos que todavía tenemos. Y de manera natural llegaremos al presupuesto común y al posible mecanismo de respuesta a las crisis, que de manera lógica debería pasar por la conversión del Mecanismo Europeo de Estabilidad en una institución común. Para financiar el activo (el nuevo gasto) habrá que plantearse la emisión de deuda federal, quizá empezando por la deuda a corto plazo, que no debería costarle mucho más a Alemania y sería la pieza que falta para asegurar que la política monetaria única no vuelva a romperse. Este nuevo nivel fiscal federal tendría que tener una fuente de ingresos, basada en cesiones de ingresos públicos nacionales y/o en tributos propios. Para este último caso se podrían contemplar el impuesto sobre las transacciones financieras y un impuesto sobre la riqueza. Todo este proceso avanzaría al ritmo que permitiera la recuperación de la confianza entre los miembros.
Los primeros escarceos permiten albergar un cauto optimismo. Macron ha dicho que su prioridad es la reforma en Francia y que no piensa pecar de impaciencia. El ciclo está de su parte por ahora y parece haber olvidado aquella defensa que hizo de las transferencias entre países dentro del área en una entrevista desafortunada (¡hay que hacerle ver a Alemania que no queremos su dinero!). También es una buena noticia la contribución de España al debate, con propuestas que según lo reflejado en la prensa, son ambiciosas y coherentes. El gobierno alemán se ha mostrado prudente y menos cerrado que de costumbre. Si vuelve a ganar Merkel, esperemos que se dé cuenta de que en este tiempo de Trump y de Brexit, no habrá mejor oportunidad de que la Unión Monetaria se consolide como un proyecto de prosperidad y estabilidad para todos.
Como dice el prólogo del Informe de los Cinco Presidentes, después de muchos años de crisis, los gobiernos y las instituciones europeas deben demostrar a los ciudadanos y a los mercados que el área euro hará algo más que sobrevivir. Tienen que ver que florecerá.
En colaboración con Agenda Pública, publicado el 25 de mayo de 2017
Todas esas medidas van en la dirección correcta, pero al final del proceso vamos a tener un «Ministro Europeo de Asuntos Exteriores», un «Ministro Europeo de Finanzas»… y ningún presidente.
El paso lógico a todas estas medidas es crear un Gobierno Europeo legitimado democráticamente para defenderlas, ponerlas en marcha y llevar la iniciativa. Quizás el fracaso de la anterior Constitución Europea coarte a los países miembros, pero si van a poner todo esto en marcha va siendo hora de culminar el proceso de integración.
Hola J.E. Tenemos ya en cierta medida un gobierno europeo que es la Comisión. Se puede argumentar que tiene que mejorar en legitimidad y que todavía no es como un gobierno nacional, pero es un embrión evolucionado. Aquí lo importante es ponernos de acuerdo sobre qué le falta a la unión monetaria para funcionar mejor, salvaguardar la estabilidad y favorecer el crecimiento y el progreso social. Si queremos hacer más cosas en común (con un presupuesto y sus mecanismos de financiación), entonces, como dices, habrá que establecer mecanismos de control democrático adecuados.
Gracias por la entrada.
Precisamente Jean Tirole estuvo ayer en Barcelona y comentó brevemente la situación europea. Se mostró como un convencido de ceder más soberanía nacional en favor de la UE.
Ve difícil que Alemania acepte utilizar prestaciones por desempleo a nivel europeo con semejantes asimetrías en la tasa de desempleo. Tirole pidió por tanto reformas estructurales en el mercado de trabajo.
Pero sí ve factible completar la unión bancaria. Señaló que, pese al pesimismo imperante sobre la integración europea, la unión bancaria ha avanzado muy rápido y se puede considerar un relativo éxito. A diferencia del mercado de trabajo, las reglas de juego para los bancos sí son similares en los distintos Estados Miembros.