La Nochebuena del 25 de diciembre de 2016 el presidente de la Unión Europea, el del Consejo Europeo, la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y los veintiocho líderes de la Unión Europea se fueron a dormir tranquilos, después de cenar con sus familias. Unas horas más tarde comenzaron a agitarse sobresaltados en sus camas. Cuando se quisieron dar cuenta, se encontraban todos juntos sentados en una sala del edificio Justus Lipsius. La luz era más bien tenue. Pensaron por un momento que se iba a celebrar un Consejo, pero al mirarse unos a otros descubrieron que estaban todos en pijama. En ese momento apareció ante ellos un anciano de ojos claros y breve bigote blanco. Juncker no tardó en reconocer a su distinguido compatriota: “¡Es Robert Schuman!” –exclamó– “Pero… ¿qué hace aquí?”.
El fantasma de Schuman se dirigió a los líderes para anunciarles la inmediata visita de tres fantasmas, que les darían la oportunidad de salvarse. “¿Salvarnos de qué?“ –gritaba un joven presidente, mientras otros se miraban asombrados y todos intentaban en vano hacer funcionar sus teléfonos móviles.
El primer fantasma, el de las Navidades pasadas, era calvo y sonriente. Hollande creyó reconocer en él a Jean Monnet. Trasladó en volandas a los treinta y uno a la Universidad de Zurich de 1946, donde vieron a un Winston Churchill que hablaba a una audiencia entregada: “Si Europa estuviera alguna vez unida compartiendo su herencia común, no habría límites a la felicidad, la prosperidad y la gloria de sus gentes. La edad oscura aún puede volver. Pero hay un remedio, y es crear la Familia Europea y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, en seguridad y en libertad… Debemos construir unos Estados Unidos de Europa”. Mientras resonaban aún los aplausos el fantasma les hizo sobrevolar otros escenarios: la creación del Consejo de Europa en la Haya en 1949 bajo los principios de democracia, derechos humanos e imperio de la ley, el Discurso de Schuman del 9 de mayo de 1950: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho…”, la firma del Convenio de Derechos Humanos europeos en noviembre de 1950, la primera Asamblea Parlamentaria Europea en 1958… Tusk se dirigió al fantasma, entre sorprendido y fascinado: “Es increíble. La gente está verdaderamente ilusionada”. El fantasma sonrió, pero les devolvió enseguida a Bruselas.
Vino entonces el fantasma de las Navidades presentes, que tenía un rostro más adusto y el pelo peinado hacia atrás. Merkel no lo dudó ni un momento: era Konrad Adenauer. Les llevó a Frankfurt, donde la gente compraba regalos, comía, bebía y celebraba alegremente la Navidad. Luego les dirigió a Portugal, donde una familia con todos sus miembros desempleados compartía una humilde cena sin árbol y sin regalos, pero aun así cantaban y reían felices. Hubieran querido quedarse un poco más de tiempo allí porque les gustaba el ambiente, pero el fantasma les trasladó enseguida a un campo de refugiados sirios en Grecia. Algún miembro del Consejo comentó que probablemente no celebraban nada porque no eran cristianos, pero otro le apuntó enseguida que, más allá de que los sirios no son todos musulmanes, simplemente no había nada que celebrar. Como algunos jefes de Gobierno protestaron, el fantasma les sacó de allí enseguida, pero les llevó a Alepo, frente a un niño herido en un bombardeo que, envuelto en una capa de polvo y sangre, tenía la mirada perdida. “¿Por qué no llora?”–preguntó al fantasma uno de los presidentes, visiblemente afectado. El fantasma le respondió sin mirarle: “Porque hace tiempo que sabe que su llanto es inútil”. “¿Sobrevivirá? –preguntó otro. “No lo creo, a menos que la Unión Europea se implique activamente”–respondió el fantasma. Todos miraron entonces a Mogherini, quien se encogió de hombros diciendo: “¿Por qué me miráis? ¡Pero si yo ni siquiera soy miembro de pleno derecho del Consejo…!”. Cuando miraron entonces al fantasma, éste ya no estaba y todos estaban de nuevo en el Justus Lipsius.
Apareció finalmente ante ellos el tercer fantasma, también cariacontecido, de labios gruesos y ojos penetrantes tras unas finas gafas redondas. Gentiloni no creía lo que veía: era el mismísimo Alcide De Gasperi, quien les trasladó a la Europa de 2040. Los miembros del Consejo Europeo no daban crédito: en las navidades de ese año predominaban los gobiernos populistas, algunos de corte fascista y otros comunistas. En algunos países los musulmanes habían sido confinados en campos de detención, como los japoneses en Estados Unidos tras Pearl Harbor. En otros los inmigrantes llevaban un humillante identificador en su ropa. La estética de los uniformes estaba de nuevo de moda entre los jóvenes. Las televisiones mostraban a líderes que gritaban y exaltaban a unas masas enardecidas. “Conozco bien el fascismo y cómo se engendra” –musitó De Gasperi– “y también conozco este ambiente, y sé cómo termina”. La pobreza inundaba las ciudades. Los líderes de 2016 ardían en deseos de saber más, y preguntaron a un profesor universitario qué había pasado. Éste les contó que, mientras en Europa crecían los nacionalismos y las economías se hundían, China y otros países asiáticos habían emergido como grandes potencias. “Es una pena” –dijo. “Los políticos, enfrentados a la globalización, en vez de promover la educación para intentar salvar a los trabajadores, promovieron el proteccionismo para intentar salvar trabajos que no tenían futuro. Algunos gobiernos obligaron por ley a las empresas a relocalizarse en Europa, pero las que no quebraron sustituyeron a los trabajadores por robots, de modo que no se consiguió nada”. “¿Qué pasó con el euro?” –preguntó Juncker. “Desapareció. Fue justo después de la Gran Crisis de la Deuda Soberana de los años 20. Las economías europeas, empobrecidas y con sus nuevas monedas, ni siquiera pudieron salvar sus sistemas nacionales de protección social. La Economía del bienestar europeo ha dado paso a la Economía del malestar, en el que se culpa a los extranjeros de todo lo que pasa”.
Los dirigentes europeos sufrieron un ataque de ansiedad, y varios de ellos se arrodillaron ante el fantasma de las Navidades futuras, tirándole de la sábana y suplicándole: “¡No puede ser, no puede ser!”. Un presidente más sereno se acercó y le preguntó al oído: “¿Es esto lo que va a pasar?”. El fantasma, viendo que por fin había entendido, posó una mano sobre su hombro y le dijo: “No. Esto es lo que podría pasar”. Al presidente se le iluminó el rostro: “Entonces, aún estamos a tiempo, ¿no?”.
En ese momento todos despertaron. Algunos, de la angustia, se habían caído de sus camas. Otros se encontraron con el rostro de sus parejas, preocupadas: “Estabas dando gritos en sueños, diciendo que había que hacer algo”.
Al día siguiente se convocó para enero de 2017 un Consejo Europeo extraordinario para profundizar en la integración europea mediante la creación de un sistema fiscal y de protección social europeo, un sistema de mutualización de deuda soberana, una política de defensa europea, una política de inmigración europea, una política de competitividad europea y otras medidas. Viendo a todos sus líderes tan ilusionados, las sociedades terminaron por contagiarse del nuevo espíritu de cooperación. Poco a poco los populismos fueron perdiendo vigor. La nueva política de defensa y seguridad común resultó efectiva para terminar con la crisis siria, y los refugiados que no volvieron a sus países se integraron sin muchos problemas. Las políticas de competitividad mejoraron sustancialmente las economías. La Unión Europea se convirtió de nuevo en un modelo internacional de prosperidad, tolerancia y respeto a la ley y a los derechos humanos.
Feliz Navidad a todos.
Fantástico, Enrique. Clarividente. Tendrás que hacer otro en breve con La Cantante Calva.
Feliz Navidad.
Me ha encantado tu cUEnto. ¡¡Felicidades!!
¡Qué bueno! Ojala tuvieran de verdad esa pesadilla de tu cUEnto todos los lideres y responsables de a UE, así quizas podría mucha más gente confiar en ellos y en el futuro.
Buenísimo Enrique. Lo que daría yo por ver a todos esos líderes ilusionados…. ¡felices fiestas y los mejores deseos (de los de tu sueño!!) para el 2017.
Enrique ¡ojalá te lean nuestros líderes! Feliz 2017 y 18 y así hasta el 2040.
A veces los cuentos se hacen realidad. Ojalá con este sea así.
Gracias
Excelente articulo! Inspirador! Feliz 2017 a todos!
Lo he leido con retraso, me ha parecido estupendo
Gracias, Rosa