El simposio de política económica de Jackson Hole organizado por la Reserva Federal de Kansas City los finales de agosto marca el inicio del curso escolar para los banqueros centrales y ministros de economía. Este año, el tema central ha sido el fomento de una economía global dinámica, con varias sesiones centradas en la necesidad de medir mejor el impacto de la globalización y de compensar sus efectos. Probablemente, la mejor síntesis la ha dado Mario Draghi en su discurso, en el que señala que los gestores de política económica deben afrontar tres retos principales ante la globalización, debe ser: justa, segura y equitativa.
Los principales gestores de la política económica ponen cada vez un mayor foco en corregir el modelo de globalización en un contexto de cuestionamiento por parte de la opinión pública que se ha traducido en un creciente peso de los partidos políticos que abogan por revertirla y en resultados electorales rupturistas, notablemente, el Brexit o la victoria de Trump en EEUU. En Jackson Hole se ha debatido sobre varios elementos entre los que han destacado los aspectos equitativos de la globalización. No son necesariamente novedosos, pero su importancia reside en el foro en el que se plantean. Resulta ilustrativo agruparlos aprovechando los principios planteados por Draghi.
Globalización justa, planteada en términos de unas reglas de juego y unos estándares comunes para la globalización. Aquí, lo más destacable ha sido la defensa cerrada por parte de Janet Yellen y Mario Draghi de la regulación financiera internacional desarrollada en respuesta a la crisis y de los organismos internacionales que la promueven, principalmente, el FSB y el Comité de Basilea. Ante la amenaza del retroceso del péndulo hacia la desregulación financiera, sobre todo por parte de la administración Trump, los presidentes de los dos principales bancos centrales dejan claro que si una lección ha quedado clara de la crisis es que la necesidad de una fuerte y coordinada regulación financiera internacional. Esto lo dicen en el mismo foro en el que en 2005 se despreciaron las alertas (de las pocas antes del estallido de la crisis) del entonces economista jefe del FMI, Raghuram Rajan, sobre los incentivos erróneos de los agentes y la excesiva acumulación de riesgos en el sistema financiero. Parece mentira que haya que reiterarlo una década después del inicio de la crisis financiera internacional.
Más allá del sistema financiero, también destaca el acento que ha puesto Draghi en otras dos áreas: (i) la necesidad de reforzar la coordinación de políticas fiscales, para evitar la evasión fiscal y una destructiva competencia de la imposición a la baja, cuestionando incluso que en Europa este tipo de coordinación esté limitada por la exigencia de unanimidad en la toma de decisiones; y (ii) la importancia de converger en estándares laborales y sociales (¿vuelve el dumping social?).
Globalización segura, en el sentido de protección ante shocks internacionales, por ejemplo, los que originaron los flujos de capital en la crisis financiera internacional. De nuevo aquí el argumento pasa porque la apertura, en este caso financiera y de movimientos de capitales, debe ir acompañada de una coordinación de las regulaciones y estándares en el correspondiente sector (financiero, industrial, agrícola, biotecnológico, etc). La regulación y supervisión financiera desarrollada en respuesta a la crisis ha hecho que los mercados financieros sean más seguros. Seguramente, este principio también exige políticas de compensación entre países ante shocks que en muchos casos son de naturaleza exógena. Aquí, la vía son organismos multilaterales más potentes y mejor dotados de recursos.
Globalización equitativa. Este ha sido uno de los temas más tratados en el simposio con distintas sesiones dedicadas a mejorar la comprensión de los efectos de la globalización y el tipo de políticas necesarias para compensar a los perdedores. Nina Pavenik (Dartmouth) ofrece un buen análisis de los principales elementos a debate, sintetizando:
(i) No se cuestiona la mayor, la apertura comercial es en conjunto beneficiosa (mejora el bienestar global por vía de mayor eficiencia y variedad de productos), más aun, no es el factor determinante para explicar el crecimiento de la desigualdad. En este sentido, Catherine Mann, economista jefe de la OCDE, ha presentado una serie de interesantes gráficos sobre las nuevas tendencias en el comercio internacional, incluyendo una descomposición de los factores explicativos de la pérdida de empleo en la industria, fundamentalmente explicada por la tecnología y los cambios en las preferencias de los consumidores, más que por el comercio.
(ii) Aunque relativamente poco significativo, el impacto de la apertura comercial sobre la desigualdad suele concentrarse geográficamente en aquellas regiones especializadas en industrias que compiten con las importaciones y en trabajadores de formación media. Es además muy duradero por las dificultades de reconversión regional y la imperfecta movilidad interregional de los trabajadores, con un consiguiente efecto intergeneracional. El problema se agrava en situaciones en las que prima la fiscalidad local, como en EEUU, porque se deprimen las finanzas públicas locales o de la región y no pueden financiar políticas compensatorias (transferencias, educación, políticas activas de empleo, infraestructuras locales, etc).
(iii) Aunque en teoría se podrían diseñar mecanismos de transferencias entre ganadores y perdedores, en la práctica, los esquemas redistributivos en vigor no son suficientemente compensadores, por ejemplo, para EEUU se ha estimado que las transferencias solo cubren en torno a un 10% de las pérdidas de renta por la competencia de importaciones. El proteccionismo no es la solución, hay que evitar el riesgo de regresión, pero es necesario revisar las políticas compensatorias reforzando las que prestan atención directa a los trabajadores y a las regiones que pierden. Aquí, es fácil hacer una aplicación directa al caso de la UE, donde no bastan esquemas nacionales. La tradición es larga con los fondos estructurales, pero hace falta un presupuesto más potente que incluya también esquemas comunitarios de protección de trabajadores (seguro de desempleo europeo) para compensar a los perdedores del mayor y más intenso proceso de integración internacional.
El curso empieza con buenas intenciones, ahora hace falta adoptarlas.