El problema no es la Ley D’Hondt, son las circunscripciones (II): Cataluña y España

El problema de la falta de proporcionalidad del sistema electoral en España está sobre todo relacionado con el diseño de las circunscripciones electorales provinciales y no con la ley D’Hondt, que es un método de distribución de escaños proporcional. También afecta la exigencia de un mínimo del 3 por ciento del voto para participar en el reparto de escaños en cada circunscripción, que, en todo caso, constituye una barrera para evitar la multiplicación de partidos en el Congreso (se puede debatir si reducir el límite). En una entrada anterior se veía el funcionamiento del método D’Hondt comparándolo con otros métodos de distribución de escaños y utilizando el ejemplo de un resultado del tipo “partido de tenis”. Aquí se refleja el problema de las circunscripciones provinciales a partir de los resultados de las elecciones generales de 2016 y viendo los casos de Cataluña y de España.

Cataluña, un ejemplo paradigmático

El cuadro 1 recoge los resultados de las elecciones generales al Congreso de los Diputados de 2016 en Cataluña que constituye un caso paradigmático del problema de las circunscripciones provinciales en nuestro sistema electoral.

En efecto, como se observa en la tabla a), en el conjunto de Cataluña, el PSC-PSOE obtiene más votos (558.033) que CDC (481.839) y, sin embargo, obtiene un escaño menos, 7 del PSC, frente a 8 de CDC. El problema está en las asignaciones de escaños entre las circunscripciones provinciales (tabla b). El coste de un escaño en términos de censo en Barcelona son 128.119 votos, un 72% más de lo que cuestan en Lleida, 74.535 votos. El problema del PSC-PSOE es que obtiene pocos votos en Girona y Lleida (donde los escaños son más baratos), y los concentra en Barcelona y Tarragona (donde son más caros).

En la parte derecha de la tabla a) se simulan los resultados para los métodos D’Hondt y de resto mayor en el caso de que Cataluña fuera una circunscripción única y no se impusiera la barrera mínima del 3% de los votos. La circunscripción única autonómica corregiría la proporcionalidad en la asignación de escaños y el método del resto mayor daría entrada a PACMA (en el método D’Hondt quedaría fuera del reparto en favor de CDC).

En España, sólo el paso a una circunscripción autonómica (sin cambiar nada más) corregiría la mayor parte del problema de la proporcionalidad

El cuadro 2 recoge los resultados electorales en España en las elecciones generales de 2016 y el reparto de escaños que se produciría distinguiendo entre dos tipos de circunscripciones, autonómica y nacional única, y dos tipos de métodos, D’Hondt y resto mayor (excluyendo también en todos los casos la barrera del 3% mínimo de votos). El cuadro 3 recoge el coste que han tenido los escaños en las elecciones de 2016 en las distintas CCAA en términos de votos censados y de votos efectivos (en este caso no se incluye la abstención).

Resulta interesante observar cómo el simple paso de circunscripciones provinciales a autonómicas resolvería la mayor parte del problema de proporcionalidad, aunque se mantuviera el reparto desigual de escaños entre CCAA (cuadro 4, y sin perjuicio de que este sea también un problema a resolver). Esto se observa comparando los resultados entre las columnas de circunscripción autonómica y nacional única, que dan resultados de reparto de escaños muy similares con una diferencia principal, que en el caso de la circunscripción nacional entrarían nuevos partidos en el reparto (los que figuran por debajo de PACMA en el cuadro).

La razón es que los partidos actualmente representados en el Congreso de los Diputados tienen una distribución del voto entre CCAA que es un buen reflejo de distribución nacional, incluido el peso de los partidos regionalistas y con la excepción de PACMA, que es un partido especialmente penalizado por la dispersión de su voto, como lo ha sido siempre IU.

Otra diferencia interesante es la comparación entre los métodos de D’Hondt y de resto mayor. El método de resto mayor beneficia a los partidos más pequeños (con porcentaje de voto inferior al 0,22%), tanto más cuanto mayor es la circunscripción, lo que incidiría en una multiplicación de partidos con representación parlamentaria.

Una alerta final: no me he propuesto más que reivindicar el frecuente e injustamente denostado método D’Hondt frente al verdadero problema de nuestro sistema electoral, las circunscripciones. Por supuesto, el debate sobre el sistema electoral es mucho más amplio y, además de la proporcionalidad, incluye elementos como la importancia de favorecer la gobernabilidad y evitar la proliferación de partidos o la necesidad de equilibrar la representación territorial y la de los ciudadanos (lo que llevaría al debate aún más amplio sobre las dos cámaras del parlamento español, Congreso y Senado).