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La invasión de Ucrania bajo Trump

Noviembre de 2021. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al cumplirse un año de su reelección, anuncia que Estados Unidos abandonará la OTAN en los próximos años. La noticia cae como una bomba entre los aliados europeos, aunque no puede decirse que no se veía venir: Michael Bolton, exasesor de seguridad de Trump, ya había advertido en sus memorias que Trump había estado a punto de anunciarlo en una cumbre de 2018, y que probablemente lo haría en un segundo mandato. A fin de cuentas, Trump había calificado a menudo a la OTAN de institución “obsoleta”, y criticaba abiertamente a sus socios europeos por no cumplir el compromiso de invertir en defensa el 2% de su PIB antes de 2024 (como se acordó en la Cumbre de Gales de 2014). “Muchos países nos deben una enorme cantidad de dinero desde hace muchos años” –decía– “y por lo que a mí respecta son unos morosos, porque Estados Unidos ha tenido que pagar por ellos”.

Hay cosas que no empezaron con Trump

Las elecciones estadounidenses son un permanente recordatorio de que la interpretación de la realidad de Estados Unidos es más compleja que lo que se piensa, o al menos de lo que podemos percibir a través de las encuestas y análisis habituales. Y esta complejidad no se aplica sólo a la política, sino también a las relaciones económicas y comerciales.

Así, hay muchos que confían en que una victoria del candidato demócrata, Joe Biden, suponga un giro copernicano en las relaciones económicas y estratégicas con Europa, sin reparar en que hay ámbitos en los que Trump no ha supuesto más que la manifestación exagerada y aspaventosa de corrientes estructurales muy profundas que llevan décadas germinando.

Cuenta atrás para las elecciones en EEUU

El próximo martes 3 de noviembre se celebran las elecciones en EEUU. Están en juego la presidencia y la mayoría en el Senado –en la Cámara de Representantes parece clara la mayoría demócrata–. Las diferencias en política económica entre demócratas y republicanos son sustantivas, incluidas en tres áreas que tendrán un gran impacto a escala global, con los demócratas más favorables a: la lucha contra el cambio climático, la defensa de una mayor fiscalidad a las empresas (y más progresiva) y un mayor impulso del multilateralismo –además de la defensa de avanzar hacia una esquema de sanidad más público, con impacto, sobre todo, doméstico–. Estamos ya en la cuenta atrás de un proceso electoral que ha durado más de un año desde los primeros debates en las elecciones primarias del partido demócrata, de junio del año pasado.

El galimatías jurídico potencial de las elecciones de EEUU

En una entrada anterior se abordaba cómo las elecciones en EEUU se podían ver afectadas por el sesgo de disponibilidad, en virtud del cual, los acontecimientos más recientes tienen un mayor peso en nuestra toma de decisiones. La sucesión de acontecimientos sigue siendo vertiginosa. En tan sólo las dos últimas semanas: la información sobre la declaración de la renta de Trump (habría pagado 750$ en 2017) y sobre la de Biden (casi 300.000$, en 2019); la presentación formal de la nueva candidata al Tribunal Supremo, Amy Coney Barrett; las crecientes sombras sembradas por los republicanos sobre el voto por correo y su eventual no reconocimiento (lo que abre un amplio frente de disputas legales sobre estos votos); el muy criticado primer debate presidencial; la disputa entre la Cámara de Representantes y el ejecutivo sobre el nuevo paquete de estímulo fiscal en un momento en el que la recuperación de la economía ha perdido fuerza; la hospitalización de Trump con COVID-19 y el foco de contagio en la Casa Blanca (todavía en el período de incubación, con más posibles afectados).

Elecciones en EEUU y el sesgo de disponibilidad

El próximo 3 de noviembre se celebran las elecciones presidenciales y al Congreso de EEUU. Las encuestas favorecen claramente a los demócratas, incluida la posibilidad de alcanzar sendas mayorías, tanto en el Senado, como en la Cámara de representantes, por primera vez desde 2011. Ahora bien, las seis semanas que quedan hasta las elecciones pueden ser mucho tiempo para afectar el voto de los electores indecisos o persuadibles e inclinar la balanza en los principales estados en contienda, especialmente, en el actual contexto de elevada polarización, multiplicidad de dimensiones que afectan a la decisión de los electores y de rápida sucesión de acontecimientos. En este contexto, los electores pueden ser más susceptibles a lo que la economía conductual define como el sesgo de disponibilidad, en virtud del cual, los acontecimientos más recientes tienen un mayor peso en nuestra toma de decisiones.

El riesgo de desacoplamiento entre EEUU y China

La semana pasada EEUU y China firmaron la fase uno de su acuerdo económico y comercial bilateral. En general, el acuerdo ha sido interpretado como un paso que permite frenar la escalada de tensión entre las dos superpotencias, una tregua en un año de período electoral en EEUU, pero que no resuelve los principales conflictos bilaterales que quedan relegados a una fase dos del acuerdo, sin un calendario claro. Al contrario, la percepción mayoritaria es que la estrategia de confrontación impulsada por la administración Trump gana peso político en Washington y también en Pekín, de forma que la economía mundial se enfrente a un creciente riesgo de “desacoplamiento” entre ambos países ‒decoupling, elegida como una de las palabras del año en 2019 por el Financial Times‒, que se manifiesta en múltiples frentes, incluyendo los ámbitos geopolítico, comercial, tecnológico o multilateral.

Conflicto Airbus-Boeing: con Trump hemos topado

Tras el anuncio de la autorización de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para imponer medidas compensatorias a la UE por valor de 7.500 millones de dólares, el presidente Trump ha revindicado su idea de que Estados Unidos era injustamente tratado en sus relaciones comerciales, anotándose además el resultado de un proceso iniciado hace quince años, a raíz de una disputa entre Boeing y Airbus. Se trata del contencioso más largo en la historia de la OMC, y el que ha generado medidas compensatorias de mayor alcance. La instrumentación de estas medidas anunciada por la Administración Trump trasciende ampliamente el ámbito de la aviación civil y puede tener graves consecuencias para las relaciones entre la UE  y  EE.UU.

Trump contra México: cuatro errores y una provocación

El gran compositor y cantante mexicano José Alfredo Jiménez relataba en una de sus más famosas rancheras la historia de un borracho que llegaba –borracho, claro– a una cantina pidiendo cinco tequilas, y cómo el cantinero se lo llevaba a otro bar, donde decidían apostar a ver quién bebía más, hasta que se enzarzaban en una absurda discusión que terminaba a balazos.

Del mismo modo, el presidente Trump, ebrio de popularidad, ha aparecido pidiendo un 5% de aranceles a partir del próximo 10 de junio a todos los productos provenientes de México, como medida de presión para frenar la inmigración ilegal. Por ahora el presidente mexicano se lo ha llevado a otra cantina para negociar, pero no hay que descartar que la cosa acabe mal, no solo para ellos, sino para la economía mundial.

La guerra tecnológica emplea artillería pesada

En el último artículo explicábamos la batalla del 5G como parte de la guerra tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China. Desde entonces, Trump ha hecho dos cosas: en primer lugar, ha aprobado una Orden Ejecutiva prohibiendo cualquier transacción de tecnologías de la información y comunicaciones con empresas sujetas al control o jurisdicción “de un adversario extranjero” que para el Secretario de Comercio suponga “una amenaza a la seguridad nacional”; y en segundo lugar, ha puesto nombres y apellidos a esa amenaza al incluir a Huawei y setenta empresas asociadas a la lista negra de entidades (“Entity List”) cuyos componentes no se pueden adquirir sin autorización previa.

La bicoca del arancel

El inquilino de la Casa Blanca ha vuelto a darse un atracón de aranceles. Frente a la expectativa de que las negociaciones de los últimos cuatro meses terminarían en un acuerdo con China, el presidente decidió elevar el tipo de los aranceles aplicados sobre 200.000 millones de importaciones desde el 10% al 25%. Así, el arancel medio sobre las importaciones chinas ha subido hasta el 18%; si se llegara a consumar la amenaza de extender este mismo tipo arancelario al resto de las importaciones chinas (aproximadamente 300.000 millones de dólares, entre los que destacan los bienes de consumo), el arancel medio llegaría al 28%, un nivel muy próximo al del infausto arancel Smoot-Hawley de 1930. Resulta difícil evaluar las consecuencias económicas de esta nueva escalada (China ha vuelto a responder subiendo los aranceles a 60.000 millones de exportaciones de EEUU). La furia arancelaria de 2018 no truncó la buena marcha de la economía estadounidense; pero ya sabemos que los efectos de los impuestos pueden no ser lineales. ¿Qué cabe esperar?