Exportaciones de servicios en España: más allá del turismo

Cuando el consejero delegado de Apple, Tim Cook, presentó los resultados de 2018, destacó el contraste entre las malas perspectivas de la venta de iPhones y la favorable evolución del negocio en el área de servicios y aplicaciones, que será la base de su negocio futuro para hacer frente a la creciente competencia en terminales procedente de Asia. Se sumaba así activamente al fuerte dinamismo del comercio mundial de servicios, según McKinsey uno de los cambios estructurales más importantes acaecidos en la última década dentro del proceso de globalización –junto a la contracción de las cadenas de valor global y a la apertura de nuevos canales comerciales a través de la digitalización.

Esta creciente importancia del comercio de servicios se ha relacionado con el proceso de terciarización y la liberalización del comercio, pero también con otras transformaciones como la servitización de la industria –que desdibuja la tradicional división sectorial de las actividades económicas– y, sobre todo, los avances tecnológicos y digitales –que han facilitado enormemente la comercialización de los servicios.

De acuerdo con la OMC, durante la última década el valor de las exportaciones mundiales de servicios registró un crecimiento del 50% –frente al 26,5% de las exportaciones de mercancías– y se concentró, principalmente, en las economías más avanzadas y en algunos países emergentes, como China, India o Brasil. En ese mismo periodo, las exportaciones de servicios no turísticos aumentaron a un ritmo aún superior, un 64%, lideradas por las exportaciones de servicios a empresas y de servicios informáticos y telecomunicaciones.

España no ha sido ajena a este dinamismo del comercio de servicios, cuya balanza ha permitido financiar gran parte del déficit comercial de bienes. Aunque tradicionalmente se ha debido al buen comportamiento de la rúbrica de turismo y viajes, desde 2008 la balanza de servicios no turísticos viene registrando saldos positivos y crecientes, contribuyendo así de manera decisiva a la generación de capacidad de financiación en la economía española. En 2017, las exportaciones españolas de servicios representaban el 10,6% del PIB, de los que 5,4 puntos corresponderían a los servicios no turísticos.

Este flujo de servicios de España al exterior es, además, mayor que el registrado en la balanza de pagos. Como se explicaba en este blog la balanza de pagos no computa los servicios incorporados en las exportaciones de manufacturas a modo de inputs –en lo que se conoce como modo 5 de suministro de servicios–. De hecho, según los datos de la base TiVA de la OCDE, las exportaciones de manufacturas españolas incorporan más servicios domésticos que las exportaciones alemanas o las exportaciones de la UE-28 (un 46,6% del valor añadido del total de las exportaciones españolas, frente al 37,2% en el caso alemán o al 42,7% en el comunitario).

Dentro de las exportaciones españolas de servicios no turísticos –más de la mitad de las cuales van dirigidas a la UE, mayoritariamente al Reino Unido, Francia y Alemania–destacan los servicios a empresas, los transportes y los servicios de informática y telecomunicaciones. Los servicios a empresas son los más dinámicos, gracias a su nivel de sofisticación, su mayor contenido tecnológico y su elevada productividad media. Entre ellos destacan los servicios de ingeniería, investigación de mercado y consultoría.

Sensible a esta realidad, en enero de 2019 el Consejo Económico y Social de España aprobó un Informe sobre la exportación de servicios no turísticos en España con la intención de valorar en qué medida su evolución responde a un cambio estructural en la actividad productiva española, así como para definir propuestas que contribuyan a consolidar esta tendencia a medio plazo, dada su aportación al valor añadido y al empleo, su incidencia positiva en la competitividad de la economía, y su posible efecto arrastre sobre el conjunto de la actividad.

El CES señala que el mantenimiento de las exportaciones durante la fase alcista del ciclo –que demuestra que las empresas se habrían dirigido al mercado exterior de manera estratégica, con vocación de permanencia, para mejorar sus ventas y diversificar sus mercados– podría ser un indicio de ese cambio estructural.

El informe constata, además, que España resulta más competitiva en los mercados internacionales de servicios que en los de bienes –con una cuota de mercado mundial del 2,6% frente al 1,8%, respectivamente–. A pesar de ello, la cuota de mercado española en servicios está retrocediendo como resultado del empuje de las exportaciones estadounidenses, chinas e irlandesas (estas últimas, gracias a que Irlanda es sede de grandes empresas tecnológicas).

Lógicamente, las empresas españolas responsables del crecimiento de las exportaciones de servicios no turísticos pertenecen principalmente al sector terciario. Sin embargo, el sector industrial exporta un 12% del total, e incluso lidera las exportaciones de servicios de transformación de bienes, de mantenimiento y reparación y de I+D, seguramente gracias a su mayor intensidad en I+D y a su creciente servitización.

Es importante destacar que las empresas españolas no parecen, a priori, estar muy condicionadas por su tamaño a la hora de exportar servicios no turísticos. El informe indica la existencia de pequeñas y medianas empresas que han logrado ser competitivas en los mercados internacionales. Para determinados servicios, las empresas de tamaño mediano son las que más exportan; además, las microempresas responden de una parte importante de las exportaciones de servicios personales, culturales y recreativos y de los de propiedad intelectual.

En comparación con las empresas de servicios no exportadoras, las exportadoras presentan una productividad y un gasto de personal medio superiores, y mayores tasas de inversión en intangibles, I+D y publicidad –aspectos muy relacionados con la capacidad competitiva de las empresas.

La competitividad de las exportaciones de servicios no turísticos no viene tan determinada por precios y costes como por otros factores, lo que confirma la Paradoja de Kaldor para el comercio internacional. Aspectos como la diferenciación del servicio, la innovación y el progreso tecnológico y la calidad del capital humano permiten ganancias de competitividad sostenidas en el tiempo, otorgando un carácter multidimensional a la misma.

En cuanto al empleo, el informe constata que las ramas más exportadoras de servicios no turísticos son las de mayor dinamismo en cuanto a la generación de empleo, concentrándose, además, en ocupaciones que requieren una elevada cualificación profesional para su desempeño. No obstante, muestran una presencia comparativamente menor de mujeres y una temporalidad que se puede considerar elevada. Esto último resultaría paradójico dado el alto peso de empleo muy cualificado, pero estaría relacionado con el uso frecuente de contratos por proyecto, fundamentalmente en las actividades de I+D.

En cuanto a las recomendaciones de política económica, el CES propone en su informe, por un lado, tener en cuenta la perspectiva de género en las medidas orientadas a la promoción de la exportación de servicios no turísticos; y, por otro, asegurar programas de financiación más estables, con fórmulas plurianuales para mejorar la continuidad de los investigadores al margen de su vinculación a cada proyecto concreto; esto impulsaría, además, la I+D+i en España y favorecería la atracción y retención de talento.

Asimismo, respecto al establecimiento de una estrategia específica para fomentar la exportación de servicios no turísticos, el CES entiende que resulta esencial impulsar los factores que inciden positivamente en su competitividad, como la innovación y la promoción de las cualificaciones y competencias del capital humano, sobre todo en las relacionadas con la digitalización. Dicha estrategia debería ser estable en el medio y largo plazo y estar sujeta a mecanismos adecuados de evaluación que garanticen su eficiencia y continuidad en el tiempo. Las medidas necesitarían ser muy precisas en su articulación sectorial, atendiendo a la elevada heterogeneidad de las actividades de servicios y a las dificultades concretas a las se enfrentan en el momento de exportar.

Por último el CES recuerda que, en este ámbito, el diálogo social y la participación de los interlocutores sociales contribuyen decisiva y positivamente al diseño de los mecanismos necesarios para la adaptación a un entorno internacional cada vez más competitivo.