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Exportaciones de servicios en España: más allá del turismo

Cuando el consejero delegado de Apple, Tim Cook, presentó los resultados de 2018, destacó el contraste entre las malas perspectivas de la venta de iPhones y la favorable evolución del negocio en el área de servicios y aplicaciones, que será la base de su negocio futuro para hacer frente a la creciente competencia en terminales procedente de Asia. Se sumaba así activamente al fuerte dinamismo del comercio mundial de servicios, según McKinsey uno de los cambios estructurales más importantes acaecidos en la última década dentro del proceso de globalización –junto a la contracción de las cadenas de valor global y a la apertura de nuevos canales comerciales a través de la digitalización.

Esta creciente importancia del comercio de servicios se ha relacionado con el proceso de terciarización y la liberalización del comercio, pero también con otras transformaciones como la servitización de la industria –que desdibuja la tradicional división sectorial de las actividades económicas– y, sobre todo, los avances tecnológicos y digitales –que han facilitado enormemente la comercialización de los servicios.

Comercio y empleo en Europa y España: el papel de las exportaciones de servicios en Modo 5

El empleo sostenido por las exportaciones de bienes y servicios al resto del mundo en la UE creció nada menos que un 67% desde 1995 hasta 2011. El caso español resulta destacable, ya que el crecimiento se duplicó, dando soporte a 1,6 millones de puestos de trabajo en España en 2011. Dada su importancia, en una reciente publicación [1] quisimos explorar dos ideas claves en la composición de las exportaciones de servicios y su contribución al empleo. En primer lugar, la comerciabilidad de los servicios y, en segundo lugar, la “servificación” de las actividades industriales. Se entiende por “servificación” la incorporación de servicios (por ejemplo diseño, software etc.) en la producción de bienes industriales. Esta realidad supone que las exportaciones de bienes industriales incorporan también exportaciones indirectas de servicios, lo que se ha denominado exportaciones de servicios en modo 5, en una referencia directa a los modos tradicionales de suministro del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS).  Del tratamiento específico de los servicios de modo 5 se derivan reflexiones relevantes de política comercial que ayudarían a enmarcar y adaptar la regulación sobre el comercio internacional al creciente cambio tecnológico.

Globalización, cadena de valor y comercio de servicios

El desarrollo económico de un país suele llevar aparejada la transformación de su sistema productivo desde la agricultura a la industria, y desde esta a los servicios. Hoy en día más de dos tercios del PIB y del empleo de los países desarrollados es generado por el sector servicios. Sin embargo, curiosamente, cuando se piensa en el comercio mundial se sigue pensando más en términos de bienes que de servicios. El presidente Trump no está obsesionado con la balanza de bienes y servicios, sino con el déficit comercial bilateral con China, México o Canadá, y cuando muchos ciudadanos se imaginan un acuerdo comercial (NAFTA, TTIP, TPP) suelen identificarlo –aunque no sea así– con bienes, industrias y aranceles.

Alguien podría pensar que es una cuestión puramente cuantitativa: en 2016 el comercio mundial de servicios ascendió a 4,7 billones de dólares, mientras que las exportaciones de bienes ascendieron a 15,46 billones. Pero lo que no todo el mundo sabe es que tras estas cifras se esconde una realidad diferente, en la que los servicios tienen una importancia mucho mayor de la que reflejan las estadísticas.