Cuando en 1954 el escritor Josep Pla llegó a Nueva York y lo llevaron a pasear por Manhattan, se quedó maravillado por la fastuosa iluminación nocturna de las calles y no se resistió a preguntar: “Y todo esto, ¿quién lo paga?”.
La Unión Europea está embarcada en un ambicioso y costoso proceso de transformación estructural: necesita llevar a cabo una compleja transición hacia una economía digital y sin emisiones netas, aumentar su autonomía estratégica con el desarrollo de tecnologías propias, asegurar su suministro de energía y garantizar su defensa ante amenazas externas. La pregunta es: y todo eso, ¿quién lo paga? Todas esas transformaciones requieren mucho, mucho dinero, y Europa no lo tiene. Y no porque no exista ahorro, sino porque este no se canaliza adecuadamente.