Recuerdo una viñeta de Forges en la que los Reyes Magos acarreaban un enorme saco de carbón destinado a los preclaros economistas. Una buena forma de redimirnos sería ayudar a que la gente fuera un poco más feliz, cumpliendo así los deseos repetidos durante estos días. Que la economía pueda contribuir a la felicidad les sonará a muchos como una inocentada. Pues no. Un grupo de idealistas se reunieron hace tres semanas en la London School of Economics para pulsar el estado de la Ciencia de la Felicidad.