Muy pocas veces en el ámbito de la Economía uno puede hacer predicciones con cierto grado de certidumbre. Una de ellas fue hace años, cuando aseguramos que el Brexit era una pésima idea económica, ya que ningún país puede sustituir una plena integración en un mercado único durante cuarenta años por un simple acuerdo de libre comercio. Otra la adelantamos hace pocas semanas, al comenzar el presidente de Estados Unidos su guerra arancelaria, cuando afirmamos que era un suicidio económico y que “si las instituciones no son capaces de imponer cordura a Trump, serán los mercados, hartos de la incertidumbre, los que se encarguen de hacerlo”. Eso es precisamente lo que acaba de ocurrir.
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Es la incertidumbre, estúpido
El mejor resumen de la política comercial de Trump lo hizo en la red X el economista Justin Wolfers: “Los aranceles van a ser activados/desactivados/pausados, y serán selectivos/universales, se aplicarán a nuestros aliados/enemigos/todos, con carácter inmediato/pronto/más adelante. Se mantendrán a corto/largo plazo porque son una política útil/herramienta de presión, y resolverán nuestro problema con el fentanilo/ el déficit comercial/la producción/los ingresos”. Es decir, un auténtico caos.
Trump y la competitividad
Poco después de publicar mi último artículo, el presidente Trump impuso aranceles del 25% a México y a Canadá y del 10% a China (curiosa la diferenciación: más aranceles a los socios que a los adversarios). No conviene dejarse engañar: la lucha contra la inmigración ilegal y el fentanilo no eran más que burdas excusas tras las cuales no se sabe si se escondía una mera demostración de fuerza, un intento de forzar una renegociación del acuerdo de libre comercio con México y Canadá (USMCA), o simplemente una prueba a ver qué pasaba. La reacción de los afectados fue muy distinta: Canadá anunció la imposición de aranceles equivalentes y restricciones a minerales estratégicos, mientras que México (más vulnerable) sugirió una negociación. Tampoco conviene dejarse engañar por el anuncio al día siguiente de la suspensión de la subida arancelaria durante un mes: lo hizo a cambio de ridículos anuncios de un mayor control en frontera (controles que, por otro lado, ya estaban previstos), es decir, con otra burda excusa. Con posterioridad ha anunciado un arancel generalizado (que, por primera vez, afecta a la Unión Europea) del 25% sobre el aluminio y el acero, así como el estudio de incrementar los ya existentes contra automóviles, productos farmacéuticos y chips informáticos. El hombre-arancel amenaza de nuevo.
El hombre-arancel
En Estados Unidos es habitual que los presidentes entrantes hagan referencia en su discurso de toma de posesión a un antiguo presidente, con el que se identifican o al que usan de modelo. Donald Trump sorprendió homenajeando a William McKinley, el 25º presidente, que gobernó entre 1897 y 1901 y fue asesinado poco antes de terminar su mandato. McKinley, uno de los precursores del marketing político y durante cuyo mandato surgió el concepto de “prensa amarilla”, se hizo famoso por, entre otras cosas, declararle la guerra a España para ocupar las colonias españolas de Cuba y Filipinas (con el pretexto del hundimiento del acorazado Maine, a sabiendas de que había sido un accidente y no un atentado español), por engañar a los filipinos (a los que había prometido la independencia si se rebelaban contra los españoles) y quedarse como potencia ocupante (según él, Filipinas no estaba preparada para la democracia), o por defender el uso masivo de aranceles proteccionistas (se hacía llamar Tariff man, “el hombre arancel”, denominación que Trump ha hecho suya). Todo un referente, vamos.
India y la grandeza insatisfecha
El G20, el foro multilateral compuesto por 19 países más la Unión Europea –y al que se pronto se unirá otro bloque, la Unión Africana–, ha celebrado su cumbre anual en Nueva Delhi, en medio de un escenario geopolítico convulso. La organización de la reunión de los grandes líderes mundiales ha elevado el perfil político de India, un país que aspira a liderar el “Sur Global” y hacer sombra a China. Esto, sin embargo, no será fácil.
Es hora de que el Acuerdo de Mercosur cruce la línea de meta
La política comercial de la UE como palanca de desarrollo
¿Un arancel europeo al carbono?
La presidenta electa de la Comisión, Ursula von der Leyen, tiene una ambiciosa agenda en cambio climático, y ha encomendado al futuro Comisario de Comercio, el irlandés Paul Hogan, “el diseño e introducción, en colaboración con el Comisario de Economía, de un arancel sobre las importaciones de carbono que sea plenamente compatible con las reglas OMC”. Todo un desafío.
La bicoca del arancel
El inquilino de la Casa Blanca ha vuelto a darse un atracón de aranceles. Frente a la expectativa de que las negociaciones de los últimos cuatro meses terminarían en un acuerdo con China, el presidente decidió elevar el tipo de los aranceles aplicados sobre 200.000 millones de importaciones desde el 10% al 25%. Así, el arancel medio sobre las importaciones chinas ha subido hasta el 18%; si se llegara a consumar la amenaza de extender este mismo tipo arancelario al resto de las importaciones chinas (aproximadamente 300.000 millones de dólares, entre los que destacan los bienes de consumo), el arancel medio llegaría al 28%, un nivel muy próximo al del infausto arancel Smoot-Hawley de 1930. Resulta difícil evaluar las consecuencias económicas de esta nueva escalada (China ha vuelto a responder subiendo los aranceles a 60.000 millones de exportaciones de EEUU). La furia arancelaria de 2018 no truncó la buena marcha de la economía estadounidense; pero ya sabemos que los efectos de los impuestos pueden no ser lineales. ¿Qué cabe esperar?
Comercio y empleo en Europa y España: el papel de las exportaciones de servicios en Modo 5
El empleo sostenido por las exportaciones de bienes y servicios al resto del mundo en la UE creció nada menos que un 67% desde 1995 hasta 2011. El caso español resulta destacable, ya que el crecimiento se duplicó, dando soporte a 1,6 millones de puestos de trabajo en España en 2011. Dada su importancia, en una reciente publicación [1] quisimos explorar dos ideas claves en la composición de las exportaciones de servicios y su contribución al empleo. En primer lugar, la comerciabilidad de los servicios y, en segundo lugar, la “servificación” de las actividades industriales. Se entiende por “servificación” la incorporación de servicios (por ejemplo diseño, software etc.) en la producción de bienes industriales. Esta realidad supone que las exportaciones de bienes industriales incorporan también exportaciones indirectas de servicios, lo que se ha denominado exportaciones de servicios en modo 5, en una referencia directa a los modos tradicionales de suministro del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS). Del tratamiento específico de los servicios de modo 5 se derivan reflexiones relevantes de política comercial que ayudarían a enmarcar y adaptar la regulación sobre el comercio internacional al creciente cambio tecnológico.