En la entrada anterior, estar feliz y ser feliz, veíamos la diferencia entre la felicidad “evaluada” (ser), es decir, el relato que hacemos sobre nuestra vida, y la “experimentada” (estar), referida a la frecuencia e intensidad de las sensaciones (como alegría, estrés, tristeza, afecto) que vivimos en el día a día. Desde la perspectiva de la felicidad experimentada, el objetivo debería ser maximizar la cantidad de nuestras experiencias futuras positivas. Sin embargo, en la práctica, la evaluada es la que domina en nuestra toma de decisiones sobrevalorando elementos como el nivel de renta, que a nivel agregado se puede extrapolar en una sobrevaloración del crecimiento del PIB como objetivo de política económica.
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Y William Nordhaus vio la luz
William D. Nordhaus, profesor de la Universidad de Yale y premio Nobel de Economía en 2018, es una curiosa mezcla de pensador original, científico, ciudadano comprometido y consumado deportista (fue capitán del equipo de esquí de la universidad de Yale). Su trayectoria profesional se ha dirigido principalmente a temas relacionados con el medio ambiente, el agotamiento de recursos y la crisis energética. El desarrollo del trabajo que inició en los 1970 para incorporar el medioambiente en las Cuentas Nacionales le ha llevado además a convertirse en una autoridad reconocida en el ámbito del cambio climático. Como señala la Academia Sueca de Ciencias, sus modelos explican cómo las economías de mercado interactúan con el medioambiente arrojando luz sobre los límites del crecimiento.
Apuntes sobre estancamiento secular (IV): Factores depresores de la demanda: los avances tecnológicos
Además de la demografía, que analizábamos en la entrada anterior de esta serie sobre el estancamiento secular, el progreso tecnológico también está teniendo un sesgo depresor de la demanda agregada en tiempos recientes. Esto es particularmente atribuible a la incidencia conjunta de dos variables: la digitalización de información y la interconexión generalizada de buena parte del planeta a través de Internet.
Próspero año y felicidad
Recuerdo una viñeta de Forges en la que los Reyes Magos acarreaban un enorme saco de carbón destinado a los preclaros economistas. Una buena forma de redimirnos sería ayudar a que la gente fuera un poco más feliz, cumpliendo así los deseos repetidos durante estos días. Que la economía pueda contribuir a la felicidad les sonará a muchos como una inocentada. Pues no. Un grupo de idealistas se reunieron hace tres semanas en la London School of Economics para pulsar el estado de la Ciencia de la Felicidad.
Desmitificar el PIB
El crecimiento del PIB es un indicador útil en sus propios términos, pero no es ni el más revelador ni el más importante a la hora de valorar la situación económica de un país. Existe abundante literatura sobre las limitaciones y carencias del PIB como indicador de bienestar, el problema es que ni siquiera es un buen reflejo de lo que teóricamente trata de medir: el valor durante un período de tiempo de la producción de bienes y servicios finales o, en otros términos, el valor añadido.