El historiador australiano Christopher Clark, en su excelente Sonámbulos: Cómo Europa fue a la guerra en 1914, nos da la explicación definitiva del origen de la Primera Guerra Mundial, de cuyo armisticio se conmemora ahora el centenario. No fue, como se cree, el asesinato del archiduque Francisco Fernando, un personaje relativamente secundario cuya muerte apenas alteró a los ciudadanos de Viena, como narra Stefan Zweig en El mundo de ayer. El atentado de Sarajevo fue simplemente el detonante de la verdadera causa: una cadena de absurdas y temerarias decisiones políticas en una Europa con unos líderes arrogantes y autoritarios, con ideas preconcebidas sobre el enemigo y con una percepción muy equivocada de lo que podría implicar y durar un nuevo conflicto bélico. La Primera Guerra Mundial la provocó, en suma, la polarización política y los errores de unos líderes “sonámbulos, vigilantes pero incapaces de ver, poseídos por sus sueños, pero ciegos a la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo”.