La economía española tiene una intensidad en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) por debajo de los países de nuestro entorno. La I+D+i constituye un elemento central para el aumento de la productividad y el crecimiento a largo plazo, cuyo impacto queda englobado en el cajón de sastre que compone la productividad total de los factores (PTF, aquella ligada a factores distintos del trabajo y el capital). España arrastra un problema de baja PTF en la que también influyen otros elementos cuya debilidad analizábamos en otras entradas, como la calidad de las instituciones o la educación. Aquí se sintetizan algunos de los principales elementos de la fragilidad de la I+D+i en España, que suelen publicarse recurrentemente en distintos informes internacionales.
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De corregir el mercado a orientarlo
Como hemos abordado en otras entradas (aquí o aquí), economistas bien conocidos están planteando nuevos desarrollos teóricos que cuestionan parte de los cimientos del análisis económico neoclásico, tratando de proponer un nuevo marco teórico y dando lugar a nuevas recomendaciones de política económica. Varios de estos desarrollos se presentan en foros académicos de primera línea con especial incidencia entre los gestores de política económica, entre ellos, en la conferencia insignia del BCE, su foro de banca central, que viene celebrándose desde 2014 en Sintra, Portugal, y que este año (finales de junio pasado) ha estado dedicado a la inversión y al crecimiento en economías avanzadas. Destacan dos aportaciones que apuntan en la dirección de un sector público más activo que intervenga para orientar el mercado (más allá de corregir sus fallos): la alerta de Ben Bernanke de que el crecimiento puede no ser suficiente y la aportación de Mariana Mazzucato sobre el papel central de la financiación pública para la innovación y la creación de nuevos mercados.