Desde el primer préstamo a Grecia en mayo de 2010, que derogó de facto la cláusula de no ayuda mutua del Tratado, caló en la opinión pública de los países centroeuropeos la idea de que ellos pagarían por los desmanes de los países rescatados. Aunque, claro, no se trataba solo de una añagaza de la prensa amarilla o una obsesión de los partidos de extrema derecha. La percepción de que, en la crisis del euro, los contribuyentes de los países virtuosos y prudentes han acarreado con el coste de financiar a los países con excesos de gasto público o de deuda privada sigue hasta hoy siendo parte central del debate político. Para muestra reciente, la de Dijsselbloem, quien tras subrayar la solidaridad del Norte, sostuvo que no era de recibo gastarse el dinero en mujeres y copas para luego pedir dinero al vecino. ¿Qué tal si hacemos unos numeritos para ver si tienen razón?