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La trampa del crecimiento económico

En el debate sobre desigualdad y crecimiento hay dos mantras comunes: “primero crecer y después distribuir” (el famoso efecto goteo cercano a las tesis liberales) y “el crecimiento es condición necesaria, pero no suficiente para distribuir” (cercano a tesis más socialdemócratas). Creo, sin embargo que los dos pecan de un mismo problema. En ambos, el crecimiento económico aparece como algo positivo en sí mismo, y la desigualdad tiene un tratamiento subsidiario, en el sentido de que aparece como un condicionante a tener en cuenta únicamente en cuanto pueda afectar al crecimiento. Entre crecimiento y distribución no cabe la idea de una relación secuencial; es una relación de simultaneidad. (Me sumo así al debate abordado por este blog en estas entradas: 1, 2, y 3)

Desigualdad, evidencia empírica y política económica

En las últimas semanas ha habido un interesante debate sobre desigualdad, crecimiento y bienestar en prensa y blogs, fundamentalmente entre los economistas Juan Ramón Rallo y Manuel Hidalgo (con Romero, López, Díaz y Barragué), en esta secuencia: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8, complementados desde nuestro blog con este artículo y este otro.

Las discusiones han sido intensas. El problema es que la economía está llena de matices y no siempre estos se perciben en las discusiones. Por eso creemos que es bueno intentar contribuir al debate y hacer un balance de lo que hoy en día podemos considerar hechos estilizados en el ámbito de la desigualdad de rentas y el crecimiento (dejamos fuera el ámbito de la relación entre desigualdad y felicidad por no alargar el post), para después hacer unas reflexiones sobre el propio debate, la evidencia empírica y la política económica.

Combatir la pobreza reduciendo la desigualdad

Durante muchos años el análisis de la distribución de la renta y de la desigualdad tuvo un carácter secundario dentro la teoría económica, y generalmente se estudiaba dentro de las teorías del desarrollo, es decir, en el marco de comparaciones entre países. La convicción general de que para poder redistribuir la riqueza había que generarla primero hizo que el análisis del crecimiento y sus determinantes acaparara gran parte de la atención académica.

Pero los tiempos cambian, y hoy en día el estudio de la desigualdad es uno de los ámbitos de investigación económica más pujantes. Autores como Thomas Piketty o Branko Milanovic –dignos herederos del gran Tony Atkinson– aparecen hoy en las listas de economistas más influyentes y sus libros en las listas de los más vendidos.

No obstante, aún son muchas las voces que defienden que lo importante no es combatir la desigualdad, sino terminar con la pobreza. Los argumentos empleados, sin embargo, suelen adolecer de tres errores: confundir la desigualdad a nivel internacional con la desigualdad interna o intranacional, subestimar la relación entre desigualdad y crecimiento y sobreestimar la relación entre redistribución y crecimiento.