Narra Cicerón en su libro Contra Verres que pronunciar la frase “soy ciudadano romano” (civis romanus sum) era la forma que tenían los ciudadanos del imperio romano de exigir sus derechos legales. Hacerlo constituía toda una advertencia a quien la escuchara de que la fuerza de Roma vengaría cualquier afrenta o abuso de poder. Por pronunciar esa frase se salvó san Pablo de ser azotado por un centurión, y en ella se basó el orgulloso “Soy berlinés” (ich bin ein Berliner) que pronunció John F. Kennedy en 1963 frente al muro de la vergüenza.
En el fondo, la expresión no es más que la manifestación de orgullo de la pertenencia a un ente que defiende tus derechos y te protege frente a los abusos. Justo lo que intenta hoy, con mayor o menor éxito, la Unión Europea.