El riesgo de una crisis financiera internacional

La economía global podría haber entrado en una zona de más difícil tránsito que la que ha determinado la senda expansiva de los últimos años. No cabe descartar a corto y medio plazo la ocurrencia de una crisis financiera internacional, que tendría un impacto muy significativo sobre la economía española, dado su alto grado de integración con la economía global.

El primer factor que podría derivar en una crisis financiera internacional es un crack bursátil en Estados Unidos (EEUU), dadas las altas valoraciones alcanzadas en algunos mercados. El índice S&P 500 alcanzó el pasado 12 de abril el nivel de los 2.900 puntos, frente a 1.863 hace exactamente 5 años. Un desplome de las cotizaciones podría tener como detonante eventos tales como un mal dato de la economía, un ciberataque a gran escala, un recrudecimiento de la guerra comercial a escala global, u otros de rango similar. Un crack bursátil en una gran bolsa estadounidense tendría reverberaciones en el resto del mundo, y podría extenderse como un reguero de pólvora hacia otros mercados financieros, provocando pérdidas cuantiosas y llevando a una crisis de la economía real.

Un segundo factor que podría desencadenar una crisis financiera es el hecho de que el mundo se encuentra sensiblemente más endeudado que en el periodo inmediatamente anterior a la crisis subprime (un 160% más), con la consiguiente vulnerabilidad extrema ante cualquier evento que pueda desencadenar una oleada de desconfianza de los inversores institucionales.

En tercer lugar, habría que reseñar el cambio de rumbo de la política monetaria en EEUU. La economía de este país se encuentra en una fase nítidamente alcista, con la mayor expansión desde la segunda guerra mundial, impulsada por los recortes impositivos del presidente y el aumento del gasto público, con el resultado de una tasa de paro que es la más baja desde 1961 (3,7%), y una tasa de inflación que ha repuntado en los últimos meses (2,3%). Este momento del ciclo justifica una política monetaria restrictiva de la Reserva Federal, que ha ejecutado la novena subida de tipos de interés desde diciembre de 2015. Este movimiento está provocando salidas de capitales de los países emergentes hacia EEUU y la consiguiente apreciación del dólar. La consecuencia es el entorpecimiento del avance económico de los emergentes, al endurecerse las condiciones de su financiación exterior, de la que están especialmente necesitados aquellos países con importantes déficits por cuenta corriente. Las dificultades económicas de los países emergentes tienen el potencial de desestabilizar el PIB mundial, al representar el 60% de este, y de paso frenar las expectativas de los grandes inversores internacionales, con el consiguiente deterioro de las valoraciones en los mercados financieros. Un elemento agravante de estos movimientos es la desaceleración del crecimiento económico en China. Aunque más aislado de la economía global, este país se encuentra en fase de menor crecimiento, en parte por la guerra comercial, y en parte por las medidas de restricción del crédito impuestas por el gobierno para combatir la burbuja crediticia y el exceso de endeudamiento. Tratándose de la segunda potencia mundial, que representa el 18% del PIB global, un menor avance de lo esperado en la producción en ese país tiene mucha capacidad de impactar negativamente sobre las expectativas de los inversores, y por lo tanto sobre los mercados financieros internacionales.

La concurrencia de otros factores de riesgo de la economía internacional son elementos agravantes de un escenario precrisis, al introducir unas mayores dosis de incertidumbre y desconfianza en los mercados. Entre estos factores cabe citar el Brexit y la guerra comercial iniciada por el presidente Trump. Esta guerra podría recrudecerse por tres factores: primero, las negociaciones comerciales con China no muestran avances y la fecha límite ha sido prorrogada; segundo, la guerra comercial podría afectar en los próximos meses a las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Europa, tras el anuncio por Estados Unidos de la plena aplicación a Europa de la Ley Helms-Burton por los negocios de aquella en Cuba, y la consiguiente reacción de Europa anunciando represalias comerciales; y, tercero, la apreciación del dólar, junto a la falta de ahorro en Estados Unidos, que están teniendo como consecuencia un empeoramiento de la balanza comercial de ese país, lo que podría reforzar la ofensiva comercial de Trump. Para rematar estos elementos adversos, la Eurozona ha retornado a la atonía en la actividad económico de años pretéritos, con Italia en recesión y Alemania librándose por poco del retroceso económico.

Con el fin de afrontar los efectos perniciosos de una crisis sobre las economías, los gobiernos deberían acometer una serie de actuaciones. La primera sería construir colchones presupuestarios para que la política fiscal pueda disponer de margen para el estímulo fiscal en caso necesario.

La segunda actuación sería la normalización de la política monetaria de los países avanzados. La política monetaria expansiva ha contribuido al endeudamiento de la economía global. La normalización permitiría además ir disponiendo de margen de respuesta ante una nueva crisis, del que actualmente no se dispone.

La tercera actuación debería consistir en preservar intacta la regulación financiera aprobada tras la última gran crisis, sobre todo en lo que se refiere al fortalecimiento del sistema bancario, que se encuentra sensiblemente mejor preparado que en 2008 para afrontar una crisis, dadas las mejoras en la regulación y supervisión financiera.

La cuarta actuación sería avanzar en el logro de una mayor cooperación internacional en las políticas económicas, necesaria puesto que las políticas monetarias y fiscales de un país impactan en las economías de los demás países, por la globalización económica. Esta cooperación sería difícil de improvisar en caso de ocurrir un accidente en la economía financiera y real. Para lograr dicha cooperación, es necesario respetar los modelos de solución multilateral de los problemas globales, que tan trabajosa y convenientemente para el bienestar colectivo han venido aplicándose desde la segunda mitad del siglo XX.

 


Silvia Iranzo es Doctora en Economía y Empresa y Técnico Comercial y Economista del Estado