El Premio Nobel de Economía que se arruinó en Bolsa

En 1997 la Academia sueca concedió el premio Nobel de Economía a Myron Scholes y Robert C. Merton por “un nuevo método para determinar el valor de los derivados”. Merton escribió que, antes de la teoría de la cartera, las finanzas eran “una colección de anécdotas, reglas de oro y manipulación de datos contables”. La teoría de la cartera –basada en los trabajos pioneros de otro premio nobel, Harry Markowitz– permitía “la evolución posterior de este popurrí conceptual a una teoría económica rigurosa”.

Merton y Scholes habían fundado tres años antes –junto con John Meriwether, antiguo vicepresidente de Salomon Brothers– un fondo de inversión libre de carácter especulativo, Long Term Capital Management o LTCM, con sede en Greenwich (Connecticut), que utilizaba estrategias de arbitraje combinadas con un elevado apalancamiento y que obtuvo elevados rendimientos en los primeros años. Todo el mundo les consideraba unos genios. Pero en 1998, a raíz de la crisis financiera rusa, sus modelos de riesgo se fueron al garete: el fondo perdió 4.600 millones de dólares en menos de cuatro meses, provocando la intervención de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el rescate por otras entidades financieras y el cierre a comienzos de 2000.

Apuntes sobre estancamiento secular (VI): la distribución de la renta como depresor de la demanda

En entradas previas se han repasado algunas causas probables del menor crecimiento mundial en los últimos años/décadas: la demografía (aquí), los avances tecnológicos (aquí) y la crisis financiera (aquí). De carácter estructural y proyección en el medio-largo plazo, en el caso de las dos primeras, y por tanto más estrechamente vinculadas a las tesis de estancamiento secular; de naturaleza más coyuntural y enfocada en el corto-medio plazo, en lo referido a la crisis financiera, sugiriendo potencialmente un bache temporal en el crecimiento de los países desarrollados, que se podría superar en cuanto las consecuencias de la crisis terminasen de digerirse.

Otra causa frecuentemente mencionada de la ralentización de la economía mundial es la creciente desigualdad en la distribución de la renta, que dada la mayor propensión al ahorro de los grupos sociales más pudientes generaría un lastre sobre la demanda agregada.

De corregir el mercado a orientarlo

Como hemos abordado en otras entradas (aquí o aquí), economistas bien conocidos están planteando nuevos desarrollos teóricos que cuestionan parte de los cimientos del análisis económico neoclásico, tratando de proponer un nuevo marco teórico y dando lugar a nuevas recomendaciones de política económica. Varios de estos desarrollos se presentan en foros académicos de primera línea con especial incidencia entre los gestores de política económica, entre ellos, en la conferencia insignia del BCE, su foro de banca central, que viene celebrándose desde 2014 en Sintra, Portugal, y que este año (finales de junio pasado) ha estado dedicado a la inversión y al crecimiento en economías avanzadas. Destacan dos aportaciones que apuntan en la dirección de un sector público más activo que intervenga para orientar el mercado (más allá de corregir sus fallos): la alerta de Ben Bernanke de que el crecimiento puede no ser suficiente y la aportación de Mariana Mazzucato sobre el papel central de la financiación pública para la innovación y la creación de nuevos mercados.

El mito de la generosidad centroeuropea

Desde el primer préstamo a Grecia en mayo de 2010, que derogó de facto la cláusula de no ayuda mutua del Tratado, caló en la opinión pública de los países centroeuropeos la idea de que ellos pagarían por los desmanes de los países rescatados. Aunque, claro, no se trataba solo de una añagaza de la prensa amarilla o una obsesión de los partidos de extrema derecha. La percepción de que, en la crisis del euro, los contribuyentes de los países virtuosos y prudentes han acarreado con el coste de financiar a los países con excesos de gasto público o de deuda privada sigue hasta hoy siendo parte central del debate político. Para muestra reciente, la de Dijsselbloem, quien tras subrayar la solidaridad del Norte, sostuvo que no era de recibo gastarse el dinero en mujeres y copas para luego pedir dinero al vecino. ¿Qué tal si hacemos unos numeritos para ver si tienen razón?

Schuman, Europa y el mundo de ayer

La Primera Guerra Mundial se cerró en falso. El Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, establecía no solo la asunción de la culpabilidad de Alemania en la Guerra, sino también el pago de unas elevadísimas reparaciones. Además, el Tratado –una auténtica “Paz cartaginesa”, en palabras de Keynes– estipulaba que la región alemana del Sarre sería administrada por la Sociedad de Naciones, quien cedió a Francia su explotación económica durante 15 años.

Pocos años después, el impago de reparaciones por parte de una república alemana de Weimar en plena hiperinflación fue respondido con una ocupación por tropas belgas y francesas de la región alemana del Ruhr entre 1923 y 1925. La sensación de humillación, unida a la crisis económica, generaron un caldo de cultivo óptimo para la llegada al poder de Hitler.

El Índice de Gini en España en cinco gráficos

La crisis ha tenido un importante impacto sobre el crecimiento de la desigualdad en España. Una lectura de distintos indicadores del índice de Gini dibuja una economía en la que ha crecido la desigualdad de la renta disponible desde 2007 como consecuencia del desempleo, pero también de la mayor dispersión salarial en el nuevo empleo creado y de una estructura de transferencias sociales que es especialmente poco efectiva en la corrección de la desigualdad si se compara con los países de nuestro entorno. Como nota positiva, nuestra desigualdad es relativamente menor cuando se mide en términos de riqueza.

Lecciones de aquel verano

Hace justo diez años que empezó lo malo. Hasta aquel julio de 2007, las hipotecas subprime no habían pasado de ser la preocupación de moda en el mundillo financiero. No quitaban el sueño a casi nadie. Pero a raíz de la suspensión de los reembolsos de dos fondos de inversión de un banco francés en Estados Unidos, los mercados interbancarios sufrieron una abrupta dislocación, que paralizó el circuito de financiación sobre el que se venía apoyando la concesión de hipotecas de alto riesgo. Unas semanas más tarde, cayó la primera víctima de forma aparatosa, con la primera fuga de depósitos en un banco británico desde la época victoriana. Conviene rememorar aquellos tres primeros meses de la crisis y reflexionar sobre algunas de las lecciones que no deberíamos olvidar.