Capital e Ideología, de Thomas Piketty (I)

A finales del pasado año se ha publicado la edición en castellano de Capital e Ideología de Thomas Piketty, obra editada originalmente en francés en 2019. Se trata de una continuación de su anterior trabajo –El Capital en el siglo XXI– que tuvo una notable repercusión, y nos da la ocasión para repasar la interesante narrativa de Piketty fundamentada en una larga visión histórica de la evolución de las desigualdades.

En efecto, el libro nos introduce en una historia de la desigualdad entendida como un concepto multidimensional que no puede caracterizarse mediante indicadores sintéticos tipo índice de Gini. Ya en la introducción expone las limitaciones de este tipo indicadores, recurriendo a la denominada curva del elefante de Lakner y Milanovic.

La curva de Piketty (ver gráfico) nos ofrece una imagen del crecimiento de la renta media por adulto entre 1980 y 2018 para cada percentil de su distribución mundial en ambas fechas. Si la distribución de la renta se hubiera mantenido estable en términos relativos, la representación sería una recta horizontal: la renta media de todos los percentiles habría crecido al mismo ritmo. Sin embargo, rentas intermedias –donde se encontrarían las clases medías y populares de los países desarrollados (percentiles 50 a 90)– se han visto relativamente menos favorecidas, tanto respecto al 50% de los habitantes del mundo con menor renta y muy especialmente respecto al 1% más rico.

Fuente: Piketty (2020), F0.5.pdf (ens.fr)

En una primera aproximación, el proceso de mundialización en el período 1980-2018 podría valorarse positivamente. Todos los percentiles registran un crecimiento en el período considerado, lo que representa una mejora en el sentido de Pareto o incluso según el más estricto criterio de John Rawls, dada la positiva evolución en el caso de las rentas más bajas. Sin embargo, la perspectiva varía si se tiene en cuenta lo que Piketty califica como el paquidérmico beneficio para el 1% de la población que ha acaparado el 27% del crecimiento mundial del periodo, profundizando en la brecha de la desigualdad.

En todo caso, indicadores tipo índice de Gini no proporcionan una adecuada descripción de la realidad al consolidar en un único indicador impactos de distinto alcance podría dar a entender un crecimiento equilibrado. En su lugar es necesario, seguir el curso de los diferentes deciles y percentiles en las distribuciones de renta y patrimonio, para poder identificar cómo se ven afectados los distintos grupos sociales. Este el enfoque de Piketty, y no es tarea menor dada la cobertura temporal de su trabajo –desde la Edad media a nuestros días- así como por el ámbito geográfico considerado.

Resulta imposible abordar el enorme  caudal de información aportado por Piketty. Nos limitaremos a considerar su análisis sobre la evolución de la desigualdad en los países de Europa Occidental y en particular en el caso de Francia, país que trata más detenidamente.

Inicia su estudio con las que denomina sociedades ternarias –la categoría de regímenes desigualitarios más antigua y frecuente de la historia– constituida por tres grupos claramente diferenciados, cada uno de ellos con funciones esenciales para asegurar la continuidad de la sociedad. Entre ellas se incluye a las sociedades estamentales europeas en las que –la nobleza y el clero-sus estamentos dominantes concentraban una parte considerable de la riqueza material y ejercían al mismo tiempo funciones soberanas al estar vinculadas sus propiedades al ejercicio de poderes jurisdiccionales y señoriales. Es una sociedad enormemente desigual, estimándose que en Francia, en los años anteriores a la revolución,  el 10% más rico de la población detentaba más del 80% en el total de la propiedad privada (bienes inmuebles, activos profesionales y  activos financieros). Destaca el caso de España, donde hacia 1750-80, la Iglesia poseía entre el 25-30% del total de las propiedades.

La Revolución francesa que supuso la caída del Antiguo Régimen tuvo importantes implicaciones políticas, pero resultó fallida en lo que respecta al objetivo de igualdad. Dio nacimiento a un  Estado centralizado que asume el monopolio de los poderes soberanos –seguridad, justicia y violencia legitimada- y asegura en la esfera individual una protección absoluta al derecho a la propiedad privada. Una organización social que Piketty define como “propietarista”.

El carácter absoluto en la protección de la propiedad se reveló claramente en el proceso  para la prohibición de la esclavitud. Nadie cuestionaba en la época que los  propietarios debían verse indemnizados por la privación de sus derechos de propiedad sobre los esclavos, y se consideró imposible proceder de otra manera una vez que la esclavitud se había producido dentro de un marco legal. La cuantía de estas indemnizaciones alcanzaba cifras considerables, planteándose el problema de quién debería hacerse cargo de las mismas. Aunque no faltaron propuestas en el sentido de que eran los esclavos –como parte favorecida– quienes debían compensarlas mediante trabajos no remunerados, fueron en ultimo termino las metrópolis quienes pagaron a los propietarios. En consecuencia, indemnizaciones para ricos propietarios recayeron en contribuyentes de sistemas fiscales que desconocían la progresividad.

En el siglo XIX, la concentración de la propiedad privada  que a principios de siglo era ligeramente inferior a la existente al caer el Antiguo régimen, sigue una tendencia ascendente que se acelera a partir de la segunda mitad, llevando la desigualdad a su más alto nivel.  En el caso de Francia, el 10% de la población llega a acaparar el 85% de la riqueza. Es la época  de la gran industria y de las inversiones financieras internacionales, la Belle-Epoque (1880-1914) primer gran periodo de globalización financiera y comercial en el mundo. Para Piketty representa la consolidación del capitalismo como propietarismo de la revolución industrial.

Esta deriva desigualitaria resulto favorecida por el sistema fiscal establecido en la Revolución francesa. No solamente los tipos impositivos eran reducidos sino especialmente por el hecho de que el principio de proporcionalidad era consustancial al propietarismo, excluyendo cualquier intento de progresividad.

Los graves acontecimientos durante el periodo 1914-45 –1ªGuerra Mundial, crisis de los años 30 y 2ªGuerra mundial– llevan al colapso de la propiedad privada. Su caída no solo es debida a las destrucciones materiales de las guerras sino también a una serie de nacionalizaciones y  el impacto de políticas como el control de alquileres que afectaban directamente el valor de la propiedad. Paralelamente se produce también una disminución en la concentración de la propiedad, al resultar seriamente afectados los activos en el exterior que habían crecido considerablemente con el impulso de las inversiones financieras internacionales en la Belle Epoque, así como también por las pérdidas en sector inmobiliario, inversiones ambas preferidas por las rentas más altas.

En el siglo XX, evoluciona el concepto de propiedad que se reviste de un carácter social, dando entrada a una fiscalidad progresiva que alcanza sus  cotas más altas a mediados de siglo y en numerosos países europeos  a una política de nacionalizaciones,  que contribuye al  reforzamiento del Estado. Un gasto público que se limitaba a atender las funciones soberanas –ejército, policía, justicia o infraestructuras– pasa también a financiar gastos esenciales en educación y sanidad transformando las sociedades propietaristas en socialdemócratas (definidas por Piketty como” conjunto de prácticas e instituciones políticas destinadas a proporcionar un encaje social del sistema de propiedad privada y el capitalismo”).

El período (1950-80), considerado como la edad de oro de la socialdemocracia, registra el crecimiento más rápido de la renta per cápita en Europa, mientras la desigualdad se sitúa en niveles significativamente menores que en otros períodos. Para Piketty esta indiscutible realidad histórica pone de manifiesto que una elevada progresividad fiscal no tiene por qué afectar el crecimiento económico si se aplica sobre niveles elevados de renta y riqueza.

Los tipos impositivos alcanzaron los valores más elevados en Estados Unidos y el Reino Unido, circunstancia que desde los países anglosajones se relacionaba con su menor crecimiento respecto a otros países, y se traduce en la  orientación conservadora de los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Da entrada a una política de liberalización comercial, desregulaciones y privatizaciones que se generaliza en los países desarrollados y que se ve reforzada por otros factores como: el fracaso de la experiencia comunista en la Unión Soviética; la crisis bancaria sueca (1991-1992) –dado el referente de Suecia como experiencia social demócrata–, así como un activo impulso desde las instituciones multilaterales en Washington.

Como consecuencia, en los  1980-90 se produce una caída espectacular en la progresividad fiscal, aumenta  la concentración de la riqueza, y paralelamente se registra  una clara tendencia hacia un aumento de la desigualdad. Se consolida así en el siglo XXI una ideología conservadora que Piketty  ha denominado como hipercapitilismo neopropietarista, que los partidos de orientación socialdemócrata no han sabido contrarrestar con alternativas adecuadas.

En la próxima entrada abordaremos las características del hipercapitalismo, así como el socialismo participativo propuesto por Piketty.